Artículos - Jeff Foster
No hay maestro, no hay discíplo, no hay persona
Por Jeff FosterInterlocutor: Dices que no hay nada que podamos hacer para alcanzar la liberación pero, a pesar de ello, escribes libros y das charlas. ¿No significa eso que hay algo que sí podemos hacer, algo que mencionas en tus libros y en tus charlas? Dices que no debemos escuchar a los maestros, pero tú también pareces presentarte como un maestro. ¿Por qué si, como dices, no es posible mencionar esto con palabras, hablas y escribes libros al respecto? ¿Quizás creas secretamente que tú sí que puedes enseñarle esto a la gente? ¿O quizás estés haciéndolo como una forma de ganar dinero o de llamar la atención de los demás? ¿No habrás caído tú también en la "trampa del gurú"?
Jeff Foster: ¡Continuamente están formulándome este tipo de preguntas! Y yo suelo responder que hay un millón de razones diferentes por las que ni siquiera deberíamos hablar de la no-dualidad.
Pero, como siempre digo, ¿por qué no? Y es que, cuando se desvanecen todos los "porqués", la vida se vive desde el "¿por qué no?" Silencio y ruido acaban entonces equiparándose y no hablar de esto es lo mismo que hablar de esto. De modo que, en ocasiones, hablas, en otras ocasiones no hablas y, otras veces, te mantienes en silencio. Pero, cuando alguien formula una pregunta, alguien esboza una respuesta. Y, del mismo modo, alguien se sienta frente a un ordenador y empieza a teclear y a escribir un libro. Pero no sé de dónde vienen las palabras.
Desde el mismo instante en que empecé a escribir y hablar de no-dualidad sabía perfectamente que mis palabras serían mal interpretadas, que me compararían con otros maestros y no maestros y que me acusarían de caer en la trampa del gurú. Eso era algo completamente inevitable.
Pero debes saber que, durante un tiempo, no hablé de esto con nadie. Estaba dispuesto a guardar silencio durante el resto de mi vida. Vi que esto es el milagro, que no hay nada más elevado ni más sagrado que lo que ahora está ocurriendo, nada más "espiritual" que esta apariencia presente... y también vi una intimidad que jamás podrá ser transmitida.
¿Cómo transmitir esta intimidad y esta presencia? ¿Cómo hacerlo? ¿Sirven acaso, para ello, las palabras mundanas? ¿Debería emplear el lenguaje de la no-dualidad? Sabía que, en el mismo momento en que pronunciase una palabra, dejaría de capturarlo. Y también sabía que todo lo que pudiese decir al respecto sería falso. El Tao del que puede hablarse no es el verdadero Tao. Ante tamaña vitalidad, toda palabra palidece.
Pero tampoco tenía el menor interés en convertir a nadie, ningún interés en ayudar a nadie a ver esto (¿quién, después de todo, podría verlo?), ningún interés en convertirme en alguien especial. ¿Acaso puede alguien ser especial? ¿Cómo podría pensar siquiera en considerarme "especial" y distinto a los demás? Pero sabía que, en el mismo instante en que empezase a hablar de esto, podría hacer que Jeff pareciese especial. ¡Y también sabía que, a pesar de todo, Jeff no era, en modo alguno, especial! ¡O igual de especial, a fin de cuentas, que una silla o una alfombra! ¡Todo es una expresión divina! Era inevitable que, en el mismo instante en que Jeff abriese la boca para decir algo sobre la llamada no-dualidad, otros lo convirtiesen en algo, creyesen que tenía un programa o que estaba motivado por la búsqueda de dinero, atención o fama; era inevitable, en suma, que creyesen que era un gurú. Era inevitable que apareciesen todas esas proyecciones. Y como eso fue algo que vi desde el mismo comienzo, no estaba dispuesto a hablar de ello.
En determinado momento, sin embargo, me invitaron a hablar y mi boca dijo "sí". Anteriormente había dicho "no", pero entonces dijo "sí". "No" y "sí" son, en este sentido, completamente iguales. Así fue como, al cabo de un tiempo, Jeff se encontró frente a un pequeño grupo de personas y las palabras empezaron a brotar. Todavía no tenía la menor sensación de que "yo" estaba hablando, todavía no tenía la menor sensación de que había algo que decir. Todavía no tenía ninguna agenda, lo único que había era la presencia o no de las palabras. Poco importaba si "los demás" escuchaban o no porque, en ambos casos, la visión era la misma. Y, aunque la audiencia sea ahora un poco mayor, nada ha cambiado realmente. Todavía, en el fondo, sigue siendo una forma de departir con amigos y aunque, en muchos de los encuentros, Jeff se siente a hablar ante una audiencia que, en ocasiones, formula preguntas y él parezca responderlas, el secreto es que lo único que existe es la Unidad encontrándose a sí misma, sin enseñanza alguna de por medio.
Pero he aquí que el mundo cuenta sus historias. Hasta que el buscador no se disuelva y, con él, lo haga también la sensación de identidad contraída, seguirán proyectándose historias de maestros, enseñanzas, gurúes y linajes. El buscador siempre ve un mundo de búsqueda. Pero, cuando todas las proyecciones se desvanecen, lo único que se ve con absoluta claridad es la inexistencia de gurúes, maestros o enseñanzas, porque aquí no hay personas. La totalidad ya está presente y no tiene nada que ver con persona separada alguna. Entonces es evidente que estamos en casa y que la liberación es absoluta.
Entonces el mundo pensará lo que quiera sobre Jeff. ¿Lo está haciendo por dinero? ¿Es un simple viaje del ego? ¿Es un misionero de la no-dualidad? ¿Se considera secretamente un gurú? Yo no puedo hacer que ninguna de esas historias signifique otra cosa. Lo único que puedo hacer es volver a mi vida ordinaria, volver a la playa de Brighton, tomarme una taza de té y olvidarme de todo. Siempre he considerado estos encuentros como charlas entre amigos. Y seguiré participando de esas charlas hasta el momento en que deje de hacerlo. Así de simple. Todo sale del amor y acaba regresando a él.
Un gurú es alguien que realmente cree poder ayudarte en tu búsqueda de la iluminación o el despertar. ¡Qué ridículo! La palabra "iluminación" que tanto prometen los gurúes es una experiencia del tiempo y aquí no hay tiempo; es un constructo de la mente y aquí no hay mente y es el despertar de una persona y aquí no hay persona. Y, como el gurú todavía te ve como una persona que necesita ayuda (y se ve a sí mismo como una persona que puede dártela), te mantendrá atrapado en la ilusión de que, en realidad, existe algo llamado persona y de que existe algo llamado iluminación. Y de ese modo, en su inocencia, te mantendrá atrapado en el mundo del tiempo y del espacio.
No obstante, cuando todo eso se desvanece, lo único que se ve es que no existe persona alguna a la que ayudar o a la que despertar. De hecho, la relación gurú-discípulo o maestro-discípulo desaparece. Nunca hubo maestros, nunca hubo gurúes, nunca hubo alumnos y nunca hubo discípulos. Lo único que existe es el amor incondicional.
Haz, pues, lo que tengas que hacer y deja que el mundo diga de ti lo que quiera. Y deja también, si eso les hace sentirse bien, que te crucifiquen. Porque lo único que, en tal caso, estarán crucificando, será la historia que, en su mundo onírico, habrán elaborado sobre ti. Por más que lo destruyan todo, literalmente todo, jamás podrán rozar siquiera esta vitalidad, jamás podrán teñir esta presencia, jamás podrán hacer la menor muesca en la Vida.
Yo no tengo el menor interés en lo que el mundo me diga. Y comparto, por el puro gozo de hacerlo, este mensaje hasta el momento en que deje de compartirlo. La gente escuchará o seguirá su camino y todo me parecerá bien.
Pero ahora, mientras me tomo una taza de té observando las gaviotas en el embarcadero de Brighton, nada de eso importa lo más mínimo. Me río de la idea de ser un maestro o un gurú. Yo no soy nada. El té y las gaviotas lo son todo. Mi nada es la totalidad del mundo y todo termina ahí, en la simplicidad más absoluta y, por todo ello, sólo hay amor.
Esto, sólo esto y siempre esto.