Artículos - Jean Klein
"La acción ocurre pero nadie actúa"
De un Diálogo con Jean KleinEn una charla anterior, dijo usted que la realización de lo que realmente somos no requiere ningún esfuerzo. Pero si queremos aprender a tocar el piano, deberemos practicar mucho antes de llegar a hacerlo sin esfuerzo. Si el esfuerzo se aplica a los objetos limitados, ¿por qué no debería aplicarse a lo infinito?
Aprendemos a tocar el piano observando una representación de la música e intentando exteriorizarla en el piano. Esto no requiere ningún esfuerzo. La primera vez que tocas una pieza, adviertes lo que sucede. Observando la posición de tus manos, observando la forma en que suena la música, vas entrando progresivamente en contacto con ella. Al tocarla por segunda vez, comienzas a discernir lo que puede estar impidiendo una perfecta ejecución de la pieza. Y la tercera vez, la tocas perfectamente.
De la misma forma llegas a realizar tu naturaleza real. Primero hay observación, la cual aporta un discernimiento que conduce a la visión espontánea. Nada de esto requiere esfuerzo.
La palabra "esfuerzo" implica intención, voluntad de realizar algún fin. Pero este fin es una proyección del pasado, de la memoria, y así dejamos de estar presentes al momento actual. Puede ser exacto hablar de una "recta atención" en el sentido de escucha incondicionada, pero esta atención es diametralmente opuesta al esfuerzo en tanto que es enteramente libre de orientación, motivación y proyección. En la recta atención nuestra escucha es incondicionada; no existe la imagen de una persona que impida una audición global. No está limitada al oído, es la totalidad del cuerpo la que oye. Está completamente al margen de la relación sujeto-objeto. La escucha sucede, pero nada es oído y nadie escucha. Y como la escucha incondicionada es nuestra naturaleza real, llegamos a conocernos a nosotros mismos en la escucha.
Rara vez escuchamos realmente. Vivimos más o menos continuamente en el proceso del devenir. Proyectamos una imagen de ser alguien y nos identificamos con ella. Y en tanto nos tomamos por una entidad independiente, hay un hambre continuo, un sentimiento de falta de integridad. El ego está constantemente buscando su realización y su seguridad, y de ahí su perpetua necesidad de llegar a ser, de realizar, de alcanzar. De esta forma, nunca contactamos realmente con la vida, pues ésta requiere apertura a cada instante. En esta apertura, la agitación provocada por el intento de llenar una ausencia en ti mismo llega a su fin, y en la quietud que resulta te encuentras ante tu integridad. Sin una imagen de ti mismo, eres realmente uno con la vida y con el movimiento de la inteligencia. Sólo entonces podemos hablar de acción espontánea. Todos conocemos momentos en que la inteligencia pura, libre de interferencias psicológicas, surge; pero, tan pronto como retomamos la imagen de ser alguien, cuestionamos la intuición preguntando si es acertada o errónea, buena o mala para nosotros, y así sucesivamente. Cualquier cosa que hacemos intencionadamente pertenece al ego-yo y, aunque aparezca como acción, es realmente reacción. Sólo lo que espontáneamente surge del silencio es acción y tal acción no deja residuos. Ni siquiera puedes recordarla. La acción intencionada del ego-yo siempre deja residuos que más tarde podemos llamar enfermedad.
En la espontaneidad, la acción ocurre pero nadie actúa. No hay estrategia ni preparación. Hay sólo conciencia libre de la agitación y la memoria y en esta quietud toda acción es espontánea, porque cada situación es parte de tu apertura y ella misma te dice exactamente cómo proceder. La acción real no surge del razonamiento sino de la observación receptiva. Por ejemplo, cuando ves un niño pequeño cruzando la calle, no te detienes a pensar: "¿pediré ayuda, iré y lo recogeré, lo dejaré sólo?" Actúas. Incluso aunque hayas realizado veinte veces esta acción, es nueva cada vez. Pertenece absolutamente al momento.
¿Cómo diferenciaría usted espontaneidad e impulsividad?
Un impulso está basado en la memoria, en los condicionamientos. Es una reacción y, con frecuencia, una reacción emotiva. Observa en ti mismo la diferencia entre reacción y espontaneidad. La acción espontánea surge de la situación y está en perfecto acuerdo con ella. No te daña a ti ni al entorno porque nada intencionado hay en ella.
Cualquier cosa que hagas espontáneamente es correcta. Pero debemos atenernos a ella. Supongamos que tenemos una fuerte intuición de hacer un viaje a Londres. Cómo ir, dónde alojarse, etc., son circunstancias captadas como una extensión de la intuición en el espacio-tiempo. Fluyen de tu presencia a la situación. Pero la mente puede apoderarse de la intuición y darle una orientación, un motivo o intención. "Quizás no deba ir, pues no encontraré lo que quiero… Será mejor que me quede…", etc.
Lo que es realmente esencial es llegar a conocerte a ti mismo y esto requiere ausencia de proyección, de comparación y de evaluación. Tan pronto como ves que estás alimentando continuamente la idea de ser alguien, estás libre de ella. Lo que llamamos "iluminación espiritual" consiste simplemente en ver que esa imagen proyectada es una ilusión. Liberado de imagen, de proyección, de esquema, liberas también a tu entorno.
¿Qué es la memoria?
La conciencia y su objeto, el pensamiento, son uno, no dos. La dualidad aparece en la no-dualidad. Pero podrías preguntar: "¿si la conciencia y la percepción son uno, cómo es que puedo decir más tarde 'vi esta alfombra'?". Aquí es la memoria la que habla, pero la memoria es sólo una forma de pensamiento, una estratagema mental, pues en el momento que digo "vi una alfombra", estoy simplemente etiquetando el pasado, pero es un pensamiento presente.
El pensamiento y su objeto son uno. Nunca puedes pensar un sujeto y un objeto simultáneamente. Lo mismo ocurre con la causa y el efecto. Cuando piensas en un efecto, ¿dónde está la causa? Cuando piensas en una causa, ¿dónde está el efecto? La memoria imagina que puede pensar dos cosas al mismo tiempo, pero de hecho la conciencia es siempre una.
Puedes decir que el mundo es porque tú eres con tus sentidos. El mundo no es otra cosa que vista, oído, olfato, gusto, tacto. Pero después de la percepción directa, superpones un concepto a la sensación para calificar el mundo; la percepción cesa entonces porque percepción y concepto no pueden existir simultáneamente. Una vez se detiene la conceptualización, queda la quietud, el silencio, la conciencia, la percepción pura. Todas estas palabras apuntan al Ser.
No hay nada que alcanzar, nada que realizar. Desde el momento en que admiras algo, entras en una relación sujeto-objeto, pues sólo puedes admirar si hay un objeto que pueda ser admirado. Cuando realmente comprendes que un sujeto que admira existe únicamente porque existe un objeto admirado, dejas de proyectar tu admiración. Producir un objeto es justamente una forma de localizar y afianzar nuestros egos mediante una fijación de energía. Así, cuando dejas de producir y toda la energía fijada retorna a su origen, te revelas a ti mismo como lo admirado, como silencio.
El observador es lo observado.
¿Eso que observa tiene algún pensamiento o forma?
Tú eres tú mismo al observar. El pensamiento o la forma surgen cuando te alejas desde tu ser real hacia la periferia. Eres conciencia primordial. La vida es únicamente conciencia primordial. Entre dos pensamientos o dos percepciones estás tú. Conocemos momentos en tu vida en los que un pensamiento desaparece completamente en el silencio, pero tú permaneces.
¿Qué nos lleva a alejarnos de esa quietud?
Podría decir que es un reflejo porque ahora te conoces sólo en la percepción de acontecimientos y sentimientos y en la relación con ellos. En tanto no conoces realmente lo que es el silencio, te sientes inseguro en silencio porque ahí no hay lugar para un ego. El ego sólo puede existir en relación a las situaciones y por eso intenta siempre buscar algo a lo que agarrarse. Pero si sabes dejarlo ir, si dejas de producir y te limitas a dejar que las cosas vengan a ti, llegarás a estar completamente libre. Naturalmente, ya no hay entonces un "tú", sino sólo la libertad en sí misma.
¿Cómo puedo retrotraerme a mis emociones, deseos y agitaciones, de manera que pueda permanecer en la pura conciencia?
No puedes mantenerte en la conciencia porque eso es lo que eres. Lo que ella es y lo que tú eres es la luz en toda percepción. Todo objeto, toda percepción, dependen de esta luz, tu naturaleza real. No pueden existir sin percibir la luz. Esta luz en toda percepción es lo que yo llamo el sujeto último. Está claro que no tiene nada que ver con el sujeto, el yo, al que tomamos por nosotros mismos en la relación sujeto-objeto. La percepción existe solamente porque tú, luz, conciencia, sujeto último, o como quieras nombrarlo, eres. La percepción aparece y desaparece en ti.
Así pues, sé completamente consciente de la percepción. Ve que ella existe en el tiempo y en el espacio, mientras que tú eres intemporalidad. Espacio y tiempo no son sino energía en movimiento. Cuando ningún sujeto volitivo interfiere para cristalizarla, la percepción toma forma y luego se disuelve en el silencio, pues el silencio es continuo, mientras que la percepción es discontinua. Así pues, acentúa el elemento perceptor, el sujeto, no lo percibido, el objeto. En un primer momento experimentarás la conciencia silente sólo después de la disolución de la percepción, pero más tarde serás silencio tanto en presencia como en ausencia de objetos.
Como una hoja de papel en blanco no es afectada por lo que puedas escribir en ella, la conciencia libre de elección no es afectada por los tres estados de vigilia, dormir y soñar. Estos estados son superposiciones a la conciencia pura.
Parece paradójico que debamos ir a través de un movimiento en el tiempo para llegar a establecernos en lo que usted llama intemporalidad. ¿Llegamos a establecernos en ella o es ella la que se establece en nosotros?
Estate atento a cómo funcionas, familiarízate con tu cuerpo, tus sensaciones, sentimientos, miedos y pensamientos. Es entonces cuando puedes descubrir que lo que llamas tu cuerpo, sentidos y mente, son solamente ideas que mantienes sin saber realmente lo que son. Superpones una imagen-memoria a tu cuerpo y a tus emociones.
Así, el primer paso, si podemos hablar de pasos, es darte cuenta de que rara vez escuchas a causa de tus continuas reacciones y anticipaciones. En la observación inocente, lo que es visto apunta hacia la visión en sí misma. No hay ya ninguna interferencia de un ego que se apresure a juzgar, calificar o concluir. Te encuentras a ti mismo en una atención libre de tensión y concentración, en la que no existe nadie que esté atento ni ningún objeto de atención. Vive esta atención sin referencia que está fuera de la relación sujeto-objeto. Tú eres conciencia, la conciencia que subyace a los diversos estados en que entramos y salimos. Ahí sólo hay amor y alegría de vivir.