Artículos - Éric Baret
Conciencia y No-dualidad
Por Éric BaretP. Si consigo estar de acuerdo con la conciencia, ¿puedo alcanzar la esencia?
R. Intenta por un momento no estar de acuerdo con tu conciencia... ¿Qué otra cosa puedes ser, aparte de tu conciencia? No eres una cebra roja situada en el exterior de tu conciencia, para ponerte de acuerdo con ella. Esta conciencia es tú mismo cuando dejas de buscar algo, cuando dejas de pretender que puedes estar de acuerdo o en desacuerdo. En tu silencio, entre dos pensamientos, dos percepciones, en el sueño profundo y en todos los tiempos ―porque el tiempo aparece en la conciencia―, tu vida está perfectamente de acuerdo con la conciencia.
Suprime todo comentario ideológico sobre tu vida. Tu saber sobre la vida te impide ver hasta qué punto es perfecta. No hay nada que cambiar. Tu vida cambia, es la vida. No tienes por qué ponerte de acuerdo con nada. De otro modo, siempre te sentirás en desacuerdo.
Querer estar de acuerdo es un miedo. ¿Miedo a qué? La causa del miedo es imaginaria. En un momento dado dejamos de temblar. Lo que se presenta es el acuerdo. Cuando dejo de calificarlo de positivo o de negativo, de triunfo o de fracaso, lo que se presenta no es más que yo mismo, que mi resonancia: allí hay verdadero acuerdo. No es un acuerdo de un sujeto hacia un objeto, es un acuerdo de unidad, sin separación. Un acuerdo con tu cuerpo cuando sufre o funciona, con la vida en lo que te ofrece. Sin demanda de lograr, de recibir, cosa alguna.
Escuchar es extraordinario. Trasciende lo que escuchamos. El acuerdo profundo de la vida consiste en escuchar.
Estar un instante sin demanda, sin espera, es lo más simple que existe. Esto te une con todos los seres, con todos los mundos. Ahí hay simbiosis.
Si intentas ponerte de acuerdo con algo, te pones de acuerdo con una ideología: si eres musulmán te pones de acuerdo con la charia o con tu tarika, si eres budista te pones de acuerdo con el sangha o el dharma; si eres ateo, con tus conceptos, etc. Este acuerdo tiene poco valor.
Es preciso ponerse de acuerdo con lo que se presenta en el instante. Pero esto no lo puedes hacer. Es una gracia que te llama y que rechazas a cada instante porque quieres estar de acuerdo con el instante de después... Ver el mecanismo.
La emoción que surge en mí, es con ella que tengo que estar de acuerdo. No hay nada más.
P. ¿Qué hay de la dualidad, de la no-dualidad?
R. Las palabras son imágenes. La palabra no-dualidad es una imagen creada para los niños, porque necesitan representaciones. Cuando nos preguntan, si no nos viene ninguna respuesta ―ya que nada es explicable― comunicamos lo incomprensible con una imagen. A eso le llamamos poesía, mito. La no-dualidad es un mito pedagógico.
Es preciso crecer y dejar de vivir con imágenes infantiles.
La no-dualidad, la dualidad, todos estos conceptos descritos en el Vijñana Bhairava tantra como otros tantos caramelos destinados a los niños, son una preparación. Estas palabras son comparables a las posiciones bajas en las artes marciales: tienen su valor para los niños, para crear cierta potencia en las piernas, pero en combate son inutilizables.
Dualidad y no-dualidad no son más que símbolos. Sirven para distraerse, para pensar en otra cosa que no sean tus amantes o tu cuenta bancaria. Para permitir un cuestionamiento que se preste a menos imágenes, como «¿esta mujer, este empleo, me convienen?" o "¿me tengo que hacer más rico?, ¿debo hacer régimen?, ¿comprar un coche?, etc.", te entregas a la reflexión sobre la dualidad y la no-dualidad. Allí encuentras pocas imágenes, pero sigue siendo una de ellas.
Los textos traducidos del sánscrito que emplean la expresión ad-vaita, no-dualidad, existen por un ritmo, por una corriente de vida. Cuando los lees experimentas como una caricia que camina en ti y, cuando cierras el libro, queda un perfume, una alegría. Esta alegría está presente porque, mentalmente, no has construido nada sobre el tema. Sobre la no-dualidad no hay mucho que edificar, salvo tal vez una carrera inútil de falso gurú. Estos conceptos tienen su valor, hasta un momento en el que ya no significan nada más.
El sentido no existe, no es más que una producción del miedo. Comprender, querer dar un significado a las cosas, a las situaciones, es una actitud infantil que procede del desasosiego. Cuando tengo miedo, quiero comprender. Pero no podemos explicar ni justificar nada, porque nada está separado. Comprender algo es cortarlo del conjunto. Quiero comprender esto, pero esto no existe como tal. Es como querer comprender la cola de un perro ignorando el resto del perro. No se puede comprender la cola de un perro, es imposible.
Los presuntos comienzos o finales de una situación sólo existen en la mente de quien los proyecta. No hay nada parecido. La totalidad no puede comprenderse fraccionándola mentalmente. El aspecto más infinitesimal del cosmos sólo puede comprenderse en función de la totalidad. Cuando lo tengas claro, te darás cuenta de que no es posible ninguna comprensión. A partir de ahí dejarás de intentar utilizar un concepto o una estructura tradicional para abordar la vida. Te volverás atento. La situación que parece agredirte es tu objeto de meditación, lo que te afecta, te insulta, te subleva, éste es tu campo de investigación.
Así constatarás que los conceptos, por bonitos que sean, son inútiles. Cuando sufres un terrible dolor de muelas, cuando uno de tus seres queridos está sobre su lecho de muerte, cuando alguien a quien amas te deja o cualquiera que sea tu fantasía afectiva, las imágenes metafísicas no te resultan de ningún auxilio. Lo que te ayuda es estar presente, estar físicamente, psíquicamente disponible a la situación.
Las palabras dualidad o no-dualidad tienen el mismo valor que las descripciones del mundo que encontramos en las purana... justo para que comprendamos que el mundo no existe. La imagen tiene su justificación. El samkhya describe la evolución de este mundo desde el principio último hasta su manifestación más concreta. Incluso el shivaísmo de Cachemira se ha permitido jugar con estos conceptos. Ello aporta una especie de seguridad psicológica a los niños.
Querer comprender es una forma de incomprensión. Cuando estás en una situación y renuncias a comprender, ¿qué sucede? Dejas que la situación hable, dejas de mezclarte psicológicamente en ella. Cuando te quedas mentalmente en tu interior, constatas que no te molesta nada en la situación. Perderse en la situación es lo que es molesto. No es tu papel. La situación está en ti, no te concierne psicológicamente.
Aceptar te permite ver claramente tu entorno, tu cuerpo, tu psiquismo. Ya no tienes sorpresa. Queda el asombro, sin nada que te asombre. Dado que no esperas, los disgustos psicológicos ya no son posibles. No esperas nada: estás disponible a lo que se presente. He aquí la no-dualidad en la vida de todos los días. Ésta no es conceptual.