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Artículos - J. Krishnamurti

Una vida sagrada

Por J. Krishnamurti
J. Krishnamurti

Donde exista la actividad del ego, no es posible la meditación. Es muy importante comprender esto, no verbal sino realmente. La meditación es un proceso de vaciado de la mente de toda la actividad del ego, del "yo". Si usted no comprende la actividad del ego, entonces su meditación sólo conduce a la ilusión, al auto-engaño, a más distorsión. De modo que, para entender lo que es la meditación, usted debe comprender la actividad del ego.

El ego ha tenido mil experiencias mundanas, sensuales e intelectuales, pero está aburrido de ellas porque no tienen ningún sentido. El deseo de tener experiencias más amplias, más expansivas y trascendentales, es parte del "yo", del ego. Cuando tiene semejantes experiencias o visiones, usted debe ser capaz de reconocerlas, pero cuando lo hace, éstas no son nuevas, son proyecciones de su pasado, de su condicionamiento, de las cuales la mente disfruta como si fuesen algo nuevo. No asienta, sino vea la verdad de esto; entonces esa verdad es suya.

Una de las demandas, apetencias o deseos de la mente, del ego, es transformar "lo que es" en "lo que debería ser". No sabe qué hacer con "lo que es" porque no lo puede resolver; por consiguiente, proyecta una idea de "lo que debería ser", que es el ideal. Esta proyección es la antítesis de "lo que es" y, por lo tanto, existe un conflicto entre "lo que es" y "lo que debería ser". Ese conflicto mismo es la sangre y el aliento del ego.

Otra actividad del ego es la voluntad, la voluntad de devenir, de cambiar. La voluntad es una forma de resistencia en la que se nos ha educado desde la infancia. La voluntad se ha vuelto extraordinariamente importante para nosotros en lo económico, social y religioso. La voluntad es una forma de ambición, y de ella surge el deseo de controlar un pensamiento mediante otro, una actividad del pensamiento por medio de otra actividad: "Debo controlar mi deseo". El "yo" es una creación del pensamiento, la postulación verbal de un "yo" con sus recuerdos y experiencias. Ese pensamiento quiere controlar, moldear y negar a otro pensamiento.

Una de las actividades del ego es la de separarse en forma de "yo", del observador. El observador es el pasado, todo el conocimiento, la experiencia y los recuerdos acumulados. De modo que el ego, el "yo", se separa como observador del "usted", lo observado. "Nosotros" y "ellos": nosotros los alemanes, los comunistas, los católicos, los hindúes, y ellos los paganos y demás. Mientras existan las actividades del ego, del "yo" como observador y controlador, como voluntad demandando y deseando experiencia, la meditación se convierte en un medio de auto-hipnosis, en una evasión de la vida diaria, una huida de toda la aflicción y de todos los problemas. Mientras esas actividades existan, debe haber engaño. Vea la realidad, no verbal sino de hecho, de que una persona que investigue la meditación, que quiera ver lo que sucede, debe comprender todas las actividades del ego.

La meditación es el vaciado de la mente de la actividad del ego. Y usted no puede vaciar la mente de la actividad del ego mediante ninguna práctica, ningún método o diciendo, "Dígame qué tengo que hacer". Por consiguiente, si usted está realmente interesado en esto, tiene que descubrir por sí mismo la actividad de su propio ego, los hábitos, las afirmaciones verbales, los gestos, los engaños, la culpa que cultiva y a la que se aferra como si fuese algo valioso en vez de desecharla, los castigos, todas las actividades del ego. Y eso requiere darse cuenta.

Ahora bien, ¿qué es darse cuenta? Darse cuenta implica una observación en la que no hay elección en absoluto, simplemente observar sin interpretación, traducción o distorsión. Y eso no sucederá mientras haya un observador que esté tratando de darse cuenta. ¿Puede usted darse cuenta, estar atento, de modo que en esa atención sólo haya observación y no el observador?

Ahora, escuche esto. Usted ha leído esa afirmación: darse cuenta es un estado de la mente en que el observador, con su elección, está ausente. Usted oye esa declaración. Inmediatamente quiere ponerlo en práctica, en acción. Dice, "¿Qué debo hacer? ¿Cómo voy a darme cuenta sin el observador?". Usted quiere una actividad inmediata, lo que significa que realmente no ha escuchado esa afirmación. Le preocupa más implementarla que escucharla. Es como mirar y oler una flor. La flor está ahí, su belleza, color y encanto. Usted la mira, la arranca y empieza a desmenuzarla. Y hace lo mismo cuando oye la afirmación de que en el darse cuenta, en la atención, no hay observador, de que si el observador existe, entonces usted tiene el problema de la elección y el conflicto. Usted oye esa declaración y la reacción inmediata de la mente es, "¿Cómo puedo hacerlo?". De manera que a usted le preocupa más la acción de qué hacer acerca de esa aseveración que realmente escucharla. Si la escucha por completo, entonces está respirando su perfume, su verdad. Y el perfume, la verdad, actúan, no el "yo" que está debatiéndose por actuar correctamente. ¿Lo ha captado?

De manera que, para descubrir la belleza y la profundidad de la meditación, usted tiene que investigar las actividades del ego, el cual está compuesto por el tiempo. Así que tiene que comprender el tiempo.

Por favor, escuche esto. Escuche, no haga nada al respecto, simplemente escuche. Averigüe si es verdadero o falso. Simplemente observe. Escuche con su corazón, no con su condenada y mezquina mente.

El tiempo es movimiento, tanto física como psicológicamente. Físicamente, moverse de aquí a allí requiere tiempo. Psicológicamente, el movimiento del tiempo consiste en transformar "lo que es" en "lo que debería ser". De modo que el pensamiento, que es tiempo, nunca puede estarse quieto porque es movimiento, y éste forma parte del ego. Estamos diciendo que el pensamiento es el movimiento del tiempo. Es el movimiento del tiempo porque es la respuesta del conocimiento, de la experiencia, de la memoria, que es tiempo. De manera que el pensamiento nunca puede estarse quieto. Nunca puede ser nuevo. Nunca puede producir libertad.

Cuando uno se da cuenta de la dinámica del ego en todas sus actividades, como la ambición o la búsqueda de realizarse en la relación, de eso surge una mente que está completamente quieta. No que el pensamiento esté quieto. ¿Comprende la diferencia? La mayoría de las personas están tratando de controlar sus pensamientos, confiando de esa manera en reportarle quietud a la mente. He visto a docenas de personas que han practicado durante años intentando controlar sus pensamientos, esperando tener una mente que esté realmente callada. Pero no ven que el pensar es un movimiento. Usted puede dividir ese movimiento en el observador y lo observado, en el pensador y el pensamiento, o el controlador y lo controlado, pero sigue siendo movimiento. Y el pensamiento nunca puede estarse quieto: si se detiene, muere, por consiguiente, no puede permitirse estar quieto.

Si usted ha profundizado en todo esto, en sí mismo, entonces verá que la mente se vuelve completamente quieta, no forzada, no controlada o hipnotizada. Y debe estar quieta porque sólo en esa quietud puede tener lugar algo totalmente nuevo e irreconocible. Si fuerzo mi mente a estar quieta mediante varias trucos, prácticas y conmociones, entonces ésa es la quietud de una mente que ha luchado con el pensamiento, que lo ha controlado y reprimido. Eso es completamente distinto de una mente que ha visto la actividad del ego, el movimiento del pensar como tiempo. La atención misma a todo ese movimiento da lugar a la cualidad de la mente que está completamente quieta, en la que puede suceder algo totalmente nuevo.

La meditación es el vaciado de la mente de toda la actividad del ego. Ahora bien, ¿llevará eso tiempo? No voy a emplear la palabra vaciado, o se asustarán. Mejor dicho, ¿puede este proceso del "yo" llegar a su fin mediante el tiempo, durante días y años?, ¿o tiene que terminar instantáneamente? ¿Es eso posible? Todo esto es parte de su meditación. Cuando usted se dice a sí mismo, "Me libraré gradualmente del ego", eso es parte de su condicionamiento y, mientras tanto, se divierte. Cuando introduce la palabra gradualmente, eso supone tiempo, un período durante el cual disfruta con todos sus placeres, con los sentimientos de culpa que tanto aprecia y a los que se aferra, y con la ansiedad, que también le proporciona cierta sensación de vivir. Y liberarse de todo eso, dice usted, "Llevará tiempo". Eso es parte de nuestra cultura, parte de nuestro condicionamiento evolutivo. Ahora bien, ¿llevará tiempo ponerle fin psicológicamente a las actividades del ego? ¿o no requiere tiempo en absoluto, sino más bien la liberación de una nueva clase de energía que desechará todo eso instantáneamente?

¿Ve la mente la falsedad de la propuesta de que se necesita tiempo para disolver las actividades del ego? ¿Veo claramente su falsedad? ¿O veo intelectualmente que no es del todo correcto y, por consiguiente, sigo en la misma? Si de verdad veo su falsedad, entonces ha desaparecido, ¿no es cierto? El tiempo no tiene en absoluto nada que ver. Sólo se necesita tiempo cuando hay análisis, cuando hay inspección y examen de cada pedazo roto que constituye el "yo". Cuando lo veo como pensamiento, todo este movimiento no tiene validez alguna, aunque el hombre lo haya aceptado como inevitable. Entonces, porque la mente ve su falsedad, termina. Usted no se acerca demasiado al borde del precipicio a menos que esté bastante desequilibrado, mentalmente enfermo, y entonces se desploma; si está cuerdo, en buena salud, se mantiene alejado. El movimiento de alejarse no lleva tiempo, es una acción instantánea, porque usted ve lo que sucedería si cayera. Del mismo modo, si ve la falsedad de todo el movimiento del pensar, del análisis, de la aceptación del tiempo y demás, entonces se produce la acción instantánea del pensamiento que, como "yo", se pone fin a sí mismo.

De manera que una vida religiosa es una vida de meditación, en la que las actividades del ego no existen. Y uno puede vivir una vida así en este mundo cada día. O sea, uno puede llevar una vida como ser humano en la que existe un constante estado de alerta, de vigilancia, de darse cuenta, una mente atenta que está observando el movimiento del ego. Y la observación es desde el silencio, no desde una conclusión. La mente ha observado las actividades del ego, ha visto su falsedad y, por consiguiente, se ha vuelto extraordinariamente sensible y silenciosa y actúa desde ese silencio. En la vida diaria.

¿Lo ha captado? ¿Hemos compartido esto juntos? Porque es su vida, no la mía. Es su vida de sufrimiento, de tragedia, de confusión, culpa, premio y castigo. Todo eso es su vida. Si es serio, usted ha tratado de desentrañar todo esto. Ha leído algún libro, seguido a un maestro, o escuchado a alguien, pero el problema persiste. Estos problemas existirán mientras la mente humana se mueva dentro del campo de la actividad egoísta; esa actividad debe crear más y más problemas. Cuando usted observa, cuando está extraordinariamente atento a esta actividad del ego, entonces la mente se vuelve sumamente quieta, cuerda, sana, santa. Y desde ese silencio nuestra vida, en la actividad cotidiana, se transforma.

La religión es la terminación del "yo" y la acción que nace de ese silencio. Ésa es una vida sagrada, plena de significado.

De una plática en Saanen el 29 de julio de 1973
Fuente: J. Krishnamurti. La Luz en uno mismo. La verdadera meditación (Kier, 2000)