Artículos - J. Krishnamurti
El ver es la única verdad
Por J. KrishnamurtiEs muy importante observar, en realidad es un arte en el cual uno debe prestar mucha atención. Por lo general vemos de forma parcial, nunca vemos las cosas completamente, con toda nuestra mente y con la plenitud de nuestro corazón, y a menos que aprendamos este extraordinario arte, me parece que seguiremos funcionando, viviendo, con una parte muy pequeña de nuestra mente, con un pequeño segmento de nuestro cerebro.
Por varias razones nunca vemos las cosas completamente, porque estamos tan interesados en nuestros problemas, tan condicionados, tan fuertemente cargados de creencias, de tradición, del pasado, que todo esto nos impide ver y escuchar. Nunca vemos un árbol, sólo lo vemos a través de la imagen que tenemos, de un concepto que retenemos de ese árbol, pero el concepto, el conocimiento, la experiencia, sin duda, son muy diferentes del árbol en sí mismo; miren un árbol y se darán cuenta de la enorme dificultad de verlo completamente, verlo sin ninguna imagen, sin ninguna evaluación que interfiera en ver el hecho real del árbol. Cuando digo completamente me refiero a verlo con toda la mente y el corazón, no con una parte, pero somos muy emocionales, sentimentales e intelectuales, lo cual nos impide ver el color, la belleza de la luz, los árboles, los pájaros, nunca estamos en contacto directo con nada de todo esto.
Tengo mis serias dudas de que estemos en contacto directo con algo, incluso con nuestras propias ideas, pensamientos, motivos, impresiones, siempre observamos a través de una imagen, incluso cuando nos observamos a nosotros mismos.
Es muy importante comprender que el acto de ver es la única verdad, no cualquier otra cosa: si sé cómo mirar un árbol, un pájaro, un rostro agradable o la sonrisa de un niño, si lo hago, no tengo que hacer nada más. Sin embargo, ese ver el pájaro, la hoja, o escuchar el canto de los pájaros, en realidad, se vuelve un imposible debido a la imagen que he elaborado, no sólo de la naturaleza, sino de las personas, y estas imágenes, sin duda, nos impiden ver y percibir; el percibir es por completo diferente del sentimentalismo y la emotividad.
Como decíamos, todo lo vemos de forma fragmentaria, desde la infancia nos han enseñado a mirar, a observar, a aprender, a vivir en fragmentos, y nunca contactamos o nos damos cuenta de que la mente tiene una enorme extensión, la mente es inmensa, inconmensurable. Pero nunca contactamos con esto, no conocemos esa cualidad porque nunca miramos nada de forma completa, con toda nuestra mente, con nuestro corazón, con nuestros ojos, con nuestros oídos; lo realmente importante para nosotros es la palabra, el concepto, y no el acto de ver y de actuar. Pero el vivir conceptual, es decir, tener un concepto, una creencia, una idea, nos impide ver y actuar, por eso decimos que tenemos problemas cuando actuamos, no sabemos si hacer o no hacer porque las dificultades surgen entre el concepto y la acción.
Por favor, pongan atención a lo que estoy diciendo, no escuchen simplemente palabras, sino obsérvense a sí mismos, utilicen al que habla como un espejo en el cual pueden verse a sí mismos; lo que el orador dice tiene muy poca importancia, el orador en sí mismo no es importante en absoluto, lo importante es lo que capten al observarse a sí mismos, porque eso puede traer una verdadera revolución, una completa mutación de la mente, de la forma de vivir, de nuestros sentimientos, de nuestras actividades en la vida cotidiana. Esa revolución fundamental y profunda tan sólo es posible que se produzca si uno sabe observar, porque si sabe hacerlo, entonces observará no sólo con los ojos y los nervios, sino también observará con el corazón y con la mente, pero no es posible ver de esa forma completa si uno vive, funciona, piensa y actúa desde un fragmento de esa mente total.
[...]
¿Qué puede hacer uno para observar? No es posible observar si uno no es sensible, y no somos sensibles si tenemos una imagen de la cosa que observamos. Observar es un acto del amor, ¿saben lo que hace que la mente sea del todo sensible? Sólo el amor lo consigue. Uno puede aprender una técnica y, a la vez, amar, pero si tiene una técnica y no ama, destruirá el mundo; si se observan a sí mismos, si investigan sus propias mentes y corazones, lo verán por sí mismos. Ver, observar y escuchar son las acciones más grandes, pero si miran desde su pequeña esquina, no verán lo que está sucediendo en el mundo: la desesperación que hay, la ansiedad, la agonía de la soledad, las lágrimas de las madres, de las esposas, de los que se aman, de toda la gente que han matado; tienen que ver esto, no de forma emocional o sentimental, no diciendo: Estoy en contra de la guerra
o estoy a favor de la guerra
, porque la emotividad y el sentimentalismo son las cosas más destructivas que hay, eluden los hechos y, por consiguiente, eluden "lo que es".
Por tanto, observar es lo más importante, ver es comprender, pero uno no puede comprender a través de la mente, a través del intelecto, a través de un fragmento; comprender tan sólo es posible cuando la mente está en completo silencio, lo cual significa cuando no hay ninguna imagen.
El ver destruye todas las barreras, pero mientras exista una separación entre uno y el árbol, entre usted y yo, entre mi vecino y yo, y el vecino puede estar a miles de kilómetros o en la puerta de al lado, siempre habrá conflicto, porque separación significa conflicto, ese es un hecho muy simple; no obstante, nosotros vivimos en conflicto, nos hemos acostumbrado al conflicto y a la separación. La India se ve a sí misma como una unidad geográfica, política, económica, social, cultural, y lo mismo sucede con Europa, con Estados Unidos o con Rusia, son unidades separadas, cada una en contra de la otra, y toda esa separación forzosamente engendra guerras. Eso no quiere decir que todos debamos estar de acuerdo, o que si estamos en desacuerdo empiece una batalla en contra, no se trata de estar de acuerdo o en desacuerdo, sino de ver las cosas como son; únicamente cuando tenemos opiniones de lo que vemos surgen los desacuerdos, y eso es división.
Al mirar un árbol, si realmente lo veo, no hay ninguna división entre el árbol y yo, no hay un observador que esté viendo el árbol; observe un árbol, una flor, el rostro de una persona, mire cada una de las cosas y verá que el espacio entre usted y las cosas no existe, pero sólo puede mirar de esa manera si ama, esa palabra que ha sido tan manoseada. Cuando al observar tiene esa profunda sensación de realmente ver, entonces ese ver genera una extraordinaria eliminación del tiempo y el espacio, lo cual sucede cuando hay amor. Uno no puede amar si no descubre la belleza, puede hablar, diseñar, escribir sobre la belleza, pero si no tiene amor, no hay belleza, sin amor no puede haber completa sensibilidad, y como consecuencia de que no somos totalmente sensibles estamos degenerando, degeneramos porque no somos sensibles a todo el proceso de la vida.
Nuestro principal problema, entonces, no es cómo detener todas las guerras, qué "Dios" es el mejor, qué sistema político o económico es preferible, ni cuál es el mejor partido al que hay que votar, el principal problema del ser humano, esté en América, en la India, en Rusia, o en cualquier otro lugar, es la posibilidad de liberarse de esta "pequeña esquina"; y esa diminuta esquina es uno mismo, ese pequeño rincón es la mente tan pequeña y mezquina de uno. Nosotros hemos creado esta pequeña esquina porque nuestra mente está fragmentada y, por tanto, es incapaz de ser sensible a la totalidad, queremos que esa pequeña parte esté segura, en paz, tranquila, satisfecha, que sea placentera, por eso evitamos cualquier dolor porque, básicamente, buscamos placer. Si examina el placer, su propio placer, si lo observa, si lo mira y lo investiga, se dará cuenta de que donde hay placer tiene que haber dolor, no puede tener uno sin el otro, y como nosotros siempre deseamos más placer, en consecuencia, estamos invitando a más dolor; sobre esta base hemos edificado nuestra pequeña esquina, a la cual llamamos la vida humana. Verlo es estar en contacto profundo con ello, y no puede tener ese profundo, ese verdadero contacto, si depende de conceptos, de creencias, de dogmas u opiniones.
De manera que lo importante es ver y escuchar, escuchar a los pájaros, la voz de la esposa, por muy irritable, hermosa o fea que sea, escucharla y escuchar la propia voz de uno, por muy bella, horrible o impaciente que sea. Entonces, como consecuencia de ese escuchar descubrirá que termina toda separación entre el observador y lo observado; por consiguiente, el conflicto cesa y puede observar con tanto cuidado que ese mismo observar es disciplina, no una disciplina impuesta. Si realmente lo capta, eso es belleza, esa es la belleza del ver, y si puede observar de ese modo, no tiene que hacer nada más, porque ese observar contiene toda la disciplina y toda la virtud, lo cual es atención.
En ese ver está la totalidad de la belleza, y si hay belleza, hay amor. Si ese amor está presente, no tiene que hacer nada más; en ese momento, donde uno se encuentre, ahí están los cielos y toda búsqueda ha terminado.