Artículos - J. Krishnamurti
Investigar la verdad
Por J. Krishnamurti¿Hay algo sagrado en la vida, algo no inventado por el pensamiento? El hombre se ha hecho esta pregunta desde la inmensidad de los tiempos. ¿Hay algo más allá de toda la confusión, aflicción, tinieblas e ilusiones, más allá de las instituciones y las reformas? ¿Hay algo realmente verdadero, algo más allá del tiempo, tan inmenso que el pensamiento no puede alcanzarlo? El hombre ha indagado en esto y, al parecer, sólo muy pocas personas han sido libres para penetrar en ese mundo. Desde los tiempos antiguos, los sacerdotes se han interpuesto entre el buscador y lo que éste espera encontrar. El sacerdote interpreta, se convierte en el hombre que sabe, o que cree saber, y el buscador acaba apartado, desviado de su camino, perdido.
Haga lo que haga, el pensamiento no es sagrado. Es un proceso material, como también nosotros somos materia. El pensamiento ha dividido a la gente en religiones y nacionalidades. El pensamiento nace del conocimiento, y el conocimiento nunca es total acerca de nada; por consiguiente, el pensamiento siempre es limitado y separativo. Donde haya acción separativa, debe haber conflicto: comunista y capitalista, árabe y judío, hindú y musulmán. Todas estas divisiones provienen de los procesos del pensamiento, y donde haya división debe haber conflicto. Ésa es una ley. Nada de lo que el pensamiento ha producido, ya sea en libros, iglesias, templos o mezquitas, es sagrado. Ningún símbolo es sagrado. Eso no es religión; es meramente una forma de pensamiento, una reacción superficial a lo que se le llama sagrado.
Para investigar la verdad uno debe reunir toda la energía. Uno debe tener la capacidad y ser diligente, no para actuar según una pauta, sino para observar los propios pensamientos, sentimientos, antagonismos y temores e ir más allá de ellos, de manera que la mente esté completamente libre. Para investigar lo que es más sagrado, anónimo, intemporal, obviamente uno no debe pertenecer a ningún grupo, a ninguna religión, ni tener ninguna creencia o fe, porque éstas aceptan como verdadero algo que puede no existir. La naturaleza de la creencia es aceptar algo como verdadero sin averiguar mediante la investigación, la vitalidad y la energía propias. Usted cree porque en la creencia hay cierta forma de seguridad, de comodidad, pero una persona que meramente esté buscando comodidad psicológica nunca dará con lo que está más allá del tiempo. De modo que debe haber libertad total. ¿Podemos liberarnos de todo nuestro condicionamiento psicológico? El condicionamiento biológico es natural, pero el psicológico, los odios, los antagonismos, el orgullo, todas las cosas que acarrean confusión, son la naturaleza misma del ego, que es pensamiento.
Para descubrir debe haber atención, no concentración. Meditar es realmente importante, porque una mente que es meramente mecánica, como lo es el pensamiento, nunca puede encontrar aquello que es orden supremo y total y, por consiguiente, completa libertad. El universo está totalmente en orden. La mente humana está en desorden, y uno tiene que poseer una mente extraordinariamente ordenada, una mente que haya comprendido el desorden y esté libre de contradicción, imitación y conformismo. Una mente así es una mente atenta. Está completamente atenta a todo lo que hace, a todas sus acciones en la relación. La atención no es concentración. La concentración es restringida, estrecha y limitada, mientras que la atención no tiene límite. En la atención existe la cualidad del silencio; no del silencio inventado por el pensamiento, del que surge después del ruido, o de un pensamiento que espera a otro pensamiento. Debe haber ese silencio que no es producido por el deseo, la voluntad o el pensamiento. Y en esa meditación no hay controlador alguno. En todos los sistemas inventados por grupos siempre hay esfuerzo, control y disciplina. Pero disciplina no significa conformarse sino aprender, de modo que su mente se vuelve cada vez más sutil. Aprender es un movimiento constante; no se basa en el conocimiento. La meditación es liberación de lo conocido, el cual es medida. Y en esa meditación hay absoluto silencio.
Entonces, sólo en ese silencio, lo que no tiene nombre es.