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Artículos - Jeff Foster

Un romance secreto con la vida

Por Jeff Foster
Jeff Foster

Parte I – Lavando los platos

Estoy en casa. Se están lavando todos los platos. Todo lo que existe en el universo es el tintineo de los platos, el resplandor de las burbujas, y el shhhhhhhhhh del agua que está saliendo del grifo. El lavado de los platos llena todo el espacio disponible.

Este plato hondo en particular está muy sucio. Está lleno de cereal seco del desayuno y llevará años dejarlo limpio.

El teléfono suena. El plato se deja, los guantes se sacan, la cocina es reemplazada por la sala de estar. El fregadero y los platos sucios de la cocina son reemplazados por el sofá, la mesita y el teléfono. "¿Hola?"

Una voz surge de la nada. "¡Hola Jeff!" Es mi amigo que me llama desde Londres. Pero el sonido de su voz surge aquí, en la habitación con el sofá y el teléfono, no "allá afuera" en el mundo. Mi amigo no está en Londres, está aquí conmigo. Él está aquí conmigo en esta intimidad siempre presente.

Me da una buena noticia – ha encontrado un nuevo empleo. Esta noticia es muy buena, en su mundo. Y debido a que en este momento su mundo es mi mundo, esta noticia también es buena para mí. Compartimos juntos nuestra buena fortuna.

Nadie aquí, nadie allá. Y aún así surge la respuesta: "¡Guau, esa es una gran noticia!" y ni siquiera parece que esté yo actuando. Realmente quise decir lo que dije, cuando lo dije. El amor no rechaza nada, el amor no prepara un acto o monta un espectáculo para agradar a los demás, el amor no tiene posturas ni pretende tampoco ganar la aprobación de otros. No, el amor baila, el amor juega, el amor abraza, por el simple placer de hacerlo, y así es como surgen las palabras: "¡Guau, es una gran noticia!"  Sé que le costó mucho trabajo conseguir ese nuevo empleo y sólo hay celebración.

Nos pusimos de acuerdo para tomar un café la próxima semana y yo garabateé los detalles en una hoja de papel.

La conversación terminó. Colgué el teléfono y regresé a la cocina para continuar quitando el cereal endurecido. Las manos se movían, el agua corría, y la pila de platos sucios fue reemplazada por platos, salseras, cuchillos y cucharas limpias cuidadosamente colocados, brillando bajo la luz del sol que se asomaba por la ventana. Sólo había gratitud por el detergente, por los guantes y la luz del sol que iluminaba todo.

Celebración por las buenas noticias de mi amigo, gratitud por los guantes de goma, ¿cuál es la diferencia? Todo brillando, brillantes apariencias en el juego de la vida.

Ahora tengo que orinar. Más rápido que un relámpago, aparece un inodoro. Es increíble. Surge la necesidad de orinar y aparece un inodoro. Se trata de un juego perfectamente sincronizado. Las necesidades siempre son satisfechas, de una u otra manera. Contracción, expansión. Tensión, liberación. El pulso del universo, y todo es tan ordinario en su apariencia. Asombroso.

Mientras seco mis manos me doy cuenta que el baño necesita una limpieza, urgentemente. Bueno, ¡no hay tiempo como el presente! Ahora todo lo que hay es estar absorto lavando el baño. ¿Despertar espiritual? ¿Unidad? ¿Advaita? ¿No-dualidad? No, no, no. Eso no. "¡El baño necesita limpieza! ¡Esta escoria debe salir de aquí! ¡Es un asunto de vida o muerte!"

Termino con el baño, vuelvo a la cocina y me doy cuenta de que toda la vajilla ha sido lavada. ¡Qué maravillosa sorpresa! Me había olvidado de que ya se había hecho. Tomo un poco de agua y regreso a la sala de estar. Veo que hay unas notas garabateadas en un pedazo de papel con los datos de la cita con mi amigo para la próxima semana. Oh sí, ¡otra maravillosa sorpresa! La vida florece por todas partes, simplemente va estallando entre sus costuras: en la cocina, en el baño, en la sala, e incluso en algún lugar llamado "Londres". Está absolutamente por todas partes. No puede ser contenida.

¡Vaya aventura que he tenido en las últimas horas! Y todo lo que hice fue moverme entre mi cocina, mi baño y la sala. Hay tanto que ver y que hacer aquí. ¿Qué rica es esta vida. Y todavía hay más por explorar...

Para el mundo, lavar los platos y el baño no es nada. Sin embargo, cuando se ve con claridad, es todo. Cuando me pregunten "¿qué hiciste hoy?" diré "lavé los platos, limpié el baño y charlé con mi amigo de Londres", cuando en realidad lo que pasó, más allá de la historia (¡y cómo me gusta la historia!) es que los platos se lavaron solos, el baño se limpió por sí mismo y que no había nadie al teléfono desde Londres. Lo que realmente pasó fue aventura – lo que realmente pasó fue intimidad con todas las cosas. La historia nunca ocurrió – la vida fue lo que ocurrió.

La historia es sólo una pálida imitación de la celebración.

He estado teniendo un romance secreto con la vida, como puedes ver, y nadie lo sabrá jamás. He tenido relaciones íntimas con los platos, cucharas, con el detergente, con la tina de baño, con los productos de limpieza, con el sonido de la voz de mi amigo y con la luz del sol que entra por la ventana de mi cocina. He tenido relaciones íntimas con la alfombra, las paredes, con el horno, la nevera, con el inodoro y el teléfono y con la simpática araña que me encontré subiendo por el radiador. Nadie puede despojarme de esa intimidad. Nadie. Ningún poder en el mundo puede amenazarla. Es mi pequeño secreto que para nada es realmente secreto. Es la vida misma, y siempre está justo aquí.

Jeff Foster, 20 de diciembre de 2012
 

Parte II – En el supermercado

Me encuentro fuera de un supermercado. ¿Cómo llegué aquí? No lo recuerdo. ¿Necesito comprar algo? No lo sé. Aún.

Oh mira – los pies se mueven. Sigo a los pies...

Estoy mirando fijamente hacia donde está el café. ¿Necesito café? No lo recuerdo. Tal vez simplemente disfruto de mirar el café. La mano se extiende para tomar un hermoso paquete azul. Me pongo a leer la publicidad en la parte de atrás. "Una dulce mezcla de cafés de Latinoamérica con un sabor suave, con mucho cuerpo, para disfrutarse desde el amanecer hasta el atardecer." ¡Maravilloso! Los ojos se dirigen hacia otra marca. Había perdido interés en esta dulce mezcla de cafés de Latinoamérica con un sabor suave, de mucho cuerpo y han quedado fascinados con el café que tiene un gracioso loro de color púrpura en el frente.

Momentos después, me encuentro en el pasillo del champú. ¿Cómo llegué aquí? Seguramente perdí interés en el café y recordé que necesitaba un champú. ¡Oh, mira todos esos colores! Verdes, rosados, rojos, naranjas. Todos quieren llamar mi atención. Todos me están llamando con su muy particular diseño. Esto no es estar de compras, esto es un ritual de apareamiento.

Leo la publicidad en la parte trasera de cada botella. Me encanta hacerlo. Cada botella es un mundo diferente, un universo diferente. "¡Un cabello hermoso, dócil!" "¡Da brillo y vida al cabello seco!" En un abrir y cerrar de ojos, ya han pasado cinco, diez, quince minutos. Eran las seis de la tarde y ya son las seis con veinte y me doy cuenta que sigo comparando champús. En el pasado, ya hubiera pensado "¡Jeff, bicho raro, consíguete una vida!". Se hubiera escuchado una voz ahí, un narrador, evaluando, juzgando y comparando a Jeff constantemente. Hoy en día, no hay el mínimo interés de "conformarme". ¿Quién te dice que no puedes enamorarte de las botellas de champú?

En un instante, me doy cuenta que estoy en el pasillo de los vegetales, y que hay una botella de champú en mi canastilla. Ese debe ser el que "elegí". Ja, ja, ¡Si, la ilusión de la elección!

Comienzo a examinar las verduras. Las zanahorias, las cebollas, los puerros. La mano se mueve para tomar algunas patatas. Esta está hermosa. Esta está... oh, tiene unos puntitos blancos que le salen por la cáscara, no me la llevo.

Yo no soy nada. Las patatas lo son todo. Desaparecí en la patatas. Yo soy las patatas tomándose a sí mismas. Soy el Señor Cabeza de Patata.

Un joven empieza a conversar conmigo en el pasillo de la leche y los lácteos. Pregunta "¿eres de por aquí?". Por un momento el conocimiento no estaba allí. Después, de repente, el conocimiento apareció, ¡Jeff vivió en Brighton por dos años! Pero es demasiado tarde porque él vuelve a hablar de nuevo. "¿Conoces algún hotel económico por aquí?" Contesté "bueno, hay varios en la costera, y me parece que hay uno muy barato en el centro de la ciudad."  No sé de donde vinieron las palabras. Él murmura algo en voz baja y después comienza a despotricar acerca de lo mucho que odia Brighton, a pesar de que sólo había pasado aquí dos días. Su cara se tornó roja y empezó a jadear como un perro. Me hizo saber lo horrible que era Brighton, la hostilidad de su gente y cómo estaba lleno de "homosexuales, prostitutas y locos espirituales". No estuve ni a favor ni en contra, sólo escuché y observé. Él simplemente estaba contando su historia. Si yo me sintiera apegado a Brighton puedo imaginarme cómo me hubiera ofendido su relato. Pero no es así.

Terminó con su perorata y le ofrecí información útil acerca de los hostales en Brighton, entonces, el cuerpo giró y las piernas comenzaron a moverse. ¿A dónde se dirigen?

¡Pan! El hombre enojado ha desaparecido y ahora estoy en el pasillo del pan, y el olor del pan recién horneado es celestial y es completamente gratuito. El gusto, el tacto, el olfato, que no cuestan ni un centavo.

Una pareja que se encuentra cerca de mí está discutiendo. El hombre quiere un paquete grande de panecillos y la mujer le dice que necesitan ahorrar dinero y que sería mejor que compraran uno más pequeño. Surgió un pensamiento: si este hombre y esta mujer tan sólo se enamoraran del pan, no habría problema alguno. Si tan sólo se enamoraran del café, del champú, de las patatas, de las señales coloridas y brillantes, de la iluminación fluorescente, de la gente que odia Brighton y de la gente que lo ama, del aroma del pan recién horneado, de los gritos de los bebés y del peso de las canastillas de las compras; de la forma, de la textura y del color de todo, entonces jamás habría un problema. Si estas personas pudieran tan sólo morir, aquí y ahora mismo, ellos, como bebés recién nacidos, verían todo esto por primera vez, y se asombrarían. Porque siempre estamos rodeados de maravillas, siempre.

Salgo de la tienda y me voy a casa. Toda la experiencia – el café, el champú, el hombre enojado – se redujo a la memoria, y la memoria se convirtió en sólo un pensamiento, y ese pensamiento se disolvió en la inmensidad. ¿Alguna vez sucedió todo eso? No lo sé.

Esto es como una muerte constante. La muerte de todo lo que ya pasó. La muerte de todo lo caduco. A cada momento dices adiós al café, al champú, al hombre enojado, a las patatas, y te encuentras con la vida cara a cara por vez primera. No te aferras a nada y a cambio, recibes absolutamente todo.

Ese es el trato.

Jeff Foster, 21 de diciembre de 2012