Ruta de Sección: Inicio > Artículos >Ensayos > Artículo

Artículos - Joan Tollifson

Sea sunset

¿Qué es la no-dualidad?

Por Joan Tollifson 17 de enero de 2025

La no-dualidad es una perspectiva que ha existido durante siglos en muchas tradiciones diferentes, como el budismo, el taoísmo, el chan primitivo, el vedanta advaita, el shivaísmo de Cachemira, las alas místicas de las tradiciones abrahámicas, así como en la filosofía occidental. Y, por supuesto, hay muchas subdivisiones dentro de cada uno de esos grupos. Más recientemente, hay muchas personas que expresan la no-dualidad y que no están afiliadas a ninguna tradición, algunas sin antecedentes tradicionales y otras con antecedentes en múltiples tradiciones (en este último grupo me incluyo yo, por supuesto).

A lo largo de mi vida, las tradiciones espirituales orientales han ido creciendo en Occidente. Y en las últimas décadas, a medida que cada vez más de estas perspectivas se han ido introduciendo en la cultura occidental y que las redes sociales e Internet nos han dado acceso a muchas de ellas, ha habido una verdadera explosión de gente que escribe libros, organiza talleres, da charlas y cuelga vídeos en YouTube, todos ellos ofreciendo diversas versiones de la no-dualidad. A veces, incluso hay competiciones (¿dualistas?) sobre qué versión de la no-dualidad es la más no-dual. Y esto no es nada nuevo, ya que este tipo de debates han existido durante siglos entre diferentes escuelas y tradiciones.

Hay diferencias y similitudes entre las muchas versiones del no-dualismo. Pero básicamente significa «no dos». Hay diversidad en apariencia, pero no separación real. Todo es una unidad única. Somos a la vez nada (no-cosa) y todo.

Una forma de verlo es que nuestra realidad más fundamental, lo que somos―la única constante, el agua en cada ola, aquello de lo que no podemos dudar―es esta conciencia o presencia ilimitada que no tiene fisuras y está completa, sin división ni separación. Lo que aparece es infinitamente variado y siempre cambiante, pero nunca se aleja de la inmediatez de este Aquí-Ahora siempre presente y, en realidad, nunca puede dividirse ni separarse. Nuestra naturaleza más profunda es el amor incondicional, que es la naturaleza de la conciencia―lo acepta todo, no se aferra a nada y no encuentra nada fuera de sí misma.

El dualismo, por el contrario, es cuando uno cree que es una persona separada encapsulada dentro de un cuerpo separado que mira a un mundo separado y fracturado. Esta creencia genera conflictos y sentimientos de estar incompleto y amenazado. Desde esta perspectiva, imaginas que el arriba puede existir sin el abajo y que el objetivo de la vida es que el arriba venza al abajo.

La no-dualidad ve polaridades como arriba y abajo como aspectos inseparables de un todo, polaridades que sólo existen una en relación con la otra y que, por lo tanto, están vacías de cualquier posición fija o realidad inherente; por ejemplo, el techo está arriba en relación con el suelo y abajo en relación con el cielo. En lugar de que los opuestos estén en guerra, la no-dualidad ve que todo va unido y que nunca podemos encontrar un lugar exacto en el que arriba se convierta en abajo―es una unicidad sin fisuras.

Si vemos una película, vemos multitud de personajes, objetos, paisajes, acontecimientos, argumentos y dramas, con primeros planos y planos gran angular. Parece que las cosas se mueven en el tiempo y en el espacio. Pero, en realidad, siempre estamos mirando a la pantalla inmóvil y siempre presente (Aquí-Ahora) y lo que aparece es toda una imagen en movimiento sin fisuras. La vida es muy parecida a esto. Nunca se aparta de este momento sin fondo Aquí-Ahora, pero aparece como muchas cosas diferentes que se mueven en el tiempo y el espacio.

Lo que sigue son dos artículos míos sobre el tema de la no-dualidad, tomados de la página Outpourings de mi sitio web. Ofrecen mi perspectiva sobre lo que significa la no-dualidad. Y a continuación, una recomendación de un libro.

Introducción a la no-dualidad

Si dejamos de lado todo aquello de lo que se puede dudar en este momento, ¿qué nos queda? La certeza de estar aquí y la pura actualidad de la experiencia presente son imposibles de poner en duda. Lo que se puede poner en duda y discutir son todas las ideas, interpretaciones, formulaciones y explicaciones de esta realidad viva―los mapas abstractos dibujados por el pensamiento conceptual―, las historias y creencias sobre ella.

Cuando creemos que somos un fragmento separado encapsulado dentro de un cuerpo, navegando a nuestra manera en un universo fracturado, inevitablemente nos sentimos ansiosos, deficientes, incompletos, inseguros. Pensamos que somos alguien que tiene que llegar a algún sitio y conseguir algo, que somos los autores de nuestros pensamientos y los que tomamos nuestras decisiones, que nosotros (y todos los demás) deberíamos ser mejores de lo que somos. Buscamos alivio a nuestro malestar e insatisfacción a través de las posesiones, el conocimiento, el poder, el dinero, el sexo, las drogas, las experiencias espirituales, etc., todo lo cual acaba por dejarnos insatisfechos y decepcionados.

Pero si dirigimos nuestra atención a la experiencia directa en lugar de a las ideas aprendidas, ¿podemos encontrar un límite real en el que «dentro de mí» se convierte en «fuera de mí», o es el límite una imagen mental como la línea en un mapa entre dos países? Si nos abrimos a las sensaciones desnudas de nuestro descontento sin pensar en ello, ¿encontramos algo sustancial, o simplemente vibraciones siempre cambiantes, que aparecen y desaparecen? ¿Y si buscamos al pensador de nuestros pensamientos o al hacedor de nuestras elecciones? ¿No surge cada respiración, cada latido, cada pensamiento, cada interés, cada impulso, cada acción y cada elección de una fuente inencontrable? ¿Y qué hay de la conciencia que contempla toda esta película de la vida despierta, la conciencia que ve los pensamientos como pensamientos? ¿Es perceptible? ¿Tiene una forma, un tamaño, una edad, un sexo, una nacionalidad, una situación vital, un lugar donde empieza o acaba? ¿Existe algún límite real entre la conciencia y el contenido de la conciencia, entre el sujeto y el objeto?

Cada ola del océano es inseparable del océano. Ondear es algo que hace el océano, un movimiento en constante cambio que nunca se aferra a una forma concreta. No hay fronteras entre una ola y otra, y todas las olas son agua por igual. Ninguna ola individual puede decidir ir en una dirección distinta de aquella en la que se mueve el océano en su conjunto. ¿Es posible que todo, incluso lo que parecen ser «mis» decisiones independientes, sean movimientos de una unicidad sin fisuras? Podemos llamarlo mente o materia, consciencia o quarks o espíritu o inteligencia-energía, pero lo cierto es que no sabemos qué es. Incluso preguntarse qué «es» parece basarse en la noción dualista de que esto puede formularse, captarse, fijarse y volver a presentarse de algún modo, que debe ser algo (alguna cosa) en particular que pueda señalarse, verse, experimentarse (como una experiencia particular) o poseerse como conocimiento.

Pero la unicidad no se puede asir más de lo que la mano se puede asir a sí misma. No hay división real entre sujeto y objeto, conciencia y contenido, forma y vacío, yo y no-yo, figura y fondo, relativo y absoluto. Las divisiones aparentes son conceptuales. Y nada de lo que aparece es una forma sólida, persistente, inherentemente real e independiente del observador. Puede parecerlo, pero cuanto más de cerca miramos, ya sea con la ciencia o con la meditación, descubrimos que nada se mantiene quieto o permanece igual, que todo es en su mayor parte espacio vacío, que nada existe independientemente de todo lo que supuestamente no es, y que nunca experimentamos nada fuera de la consciencia. Cada uno de nosotros está viendo una película única de la vida de vigilia creada por nuestro condicionamiento único, pero ¿es posible que el ver (el despertar) que contempla todas las películas diferentes sea incondicionado, indiviso, no encapsulado, ilimitado y libre? No lo tomes como una creencia, sino explóralo en tu propia experiencia directa Aquí-Ahora.

La búsqueda de la libertad tiene sus raíces en la creencia de que estamos limitados, de que estamos separados del todo, de que somos ese «yo» en el centro de la historia de nuestra vida. Pero, ¿y si ese «yo» es una apariencia siempre cambiante e intermitente sin existencia independiente? ¿Podría ser que, antes de todas nuestras ideas acumuladas sobre quiénes o qué somos, lo que todo el mundo denomina «yo» sea en realidad el mismo aquí-ahora ilimitado e indiviso (inteligencia-energía, unicidad sin fisuras, el Tao, plenitud, Totalidad, infinitud, como queramos llamarlo)? A medida que despertamos a la simplicidad absoluta de lo que es, aquí y ahora, puede que nos demos cuenta de que todas nuestras inseguridades y miedos a la muerte desaparecen, ya que se basaban en una idea falsa de la realidad, como el miedo que la gente tenía antes a navegar por el borde de la Tierra supuestamente plana.

¿Qué es la no-dualidad?

Si preguntáramos a un gran número de escritores, maestros u oradores que utilizan el término para describir su propia perspectiva de lo que cada uno entiende por «no-dualidad», sin duda obtendríamos un montón de definiciones muy diferentes, algunas de las cuales probablemente serían bastante contradictorias. Así que, como ocurre con todas las palabras, y especialmente con palabras como «no-dualidad», que no tienen un referente claro y obvio, es importante entender lo que una persona concreta quiere decir cuando utiliza esta palabra.

Para mí, la no-dualidad significa que todo es un todo ininterrumpido al que todo pertenece. Es importante aclarar que la totalidad no es uniformidad. Ahora mismo, en la experiencia presente, hay infinitas y cambiantes cualidades de la experiencia―diferentes colores, formas, texturas, sonidos, aromas, sensaciones táctiles y somáticas, sabores―y hay formas aparentemente separadas y distintas (tú y yo, perros y gatos, mesas y sillas, corazones y cerebros, planetas y estrellas), cada una vívida y única en sí misma, y no las confundimos entre sí ni las mezclamos. También hay diferentes dimensiones de la experiencia, desde el mundo relativo de las relaciones personales y la vida práctica cotidiana hasta los reinos más sutiles que se encuentran en la meditación o el yoga. Pero toda esta diversidad y variación infinitas aparecen como una imagen completa, una película completa, un campo fractal holográfico de experiencia sin fisuras, un acontecimiento completo e indiviso. Y cuanto más nos acercamos, más descubrimos que los límites entre formas aparentemente separadas no existen en realidad, y que las propias formas nunca son realmente sólidas o persistentes. Ninguna de ellas puede separarse del todo. En nuestra experiencia real, ESTO es un todo sin fisuras infinitamente variado que nunca se aparta del Aquí-Ahora. La impermanencia es tan completa que nada (ninguna cosa) se forma ni siquiera para ser impermanente.

La no-dualidad apunta a la naturaleza inasible e inconcebible de la realidad. Sean cuales sean las palabras o conceptos que utilicemos para describirla, nunca son del todo correctos, porque ninguna palabra o formulación puede captar la realidad viva. La vida en sí misma es inabarcable. Nada de lo que decimos o pensamos es la verdad.

Esta realidad viva es no-dual en el sentido de que lo incluye todo, y también en el sentido de que las polaridades aparentemente opuestas van juntas y sólo existen una en relación con la otra―no son fuerzas separadas u opuestas en las que una pueda o deba vencer a la otra. Así pues, la no-dualidad incluye (y trasciende) la dualidad aparente. No se queda atascada en un lado de ninguna división conceptual, como unidad o multiplicidad, individualidad o unicidad, mente o materia, yo o no-yo, libre albedrío o determinismo, impotencia o responsabilidad, práctica o no práctica, es o no es. La no-dualidad no llega a ninguna parte. Podría describirse como «ni uno, ni dos» o, en palabras del maestro zen Dogen, como «saltar de lo múltiple a lo uno». Se podría decir que no tiene fondo ni fundamento.

La no-dualidad reconoce que nada se resuelve realmente en una forma persistente, y que el yo aparente en el centro de nuestra experiencia, el «yo» aparente que parece ser el autor de «mis» pensamientos, toma «mis» decisiones y realiza «mis» acciones, no es más que un espejismo sin sustancia real. Es un fantasma creado por una mezcla de pensamientos, sensaciones, sentimientos, historias, imágenes mentales y creencias en constante cambio. Todo sucede por sí mismo. No existe una frontera real entre lo interior y lo exterior. El tiempo interior es tan impersonal como el exterior. Nada de ello es personal, nada de ello significa nada acerca del «yo» imaginario.

Incluso cualquier idea que podamos tener de un yo más grande, un Gran Yo―como la Consciencia o la Conciencia―es en realidad inencontrable. Incluso puede haber una sensación intuitiva o sentida convincente de esta visión invisible o Sujeto Último, este Ojo (o Yo Verdadero) que no puede verse a sí mismo, pero incluso la sensación más sutil de este espacio consciente abierto es en sí misma otra apariencia en la experiencia presente que no puede separarse o fijarse. Todo lo que tenemos es simplemente ESTO―la experiencia presente, desde la más aparentemente sólida hasta la más sutil y trascendental. Esta inencontrable vivacidad o no-cosidad nunca se convierte en algo sustancial que pueda separarse de la totalidad de simplemente esto. Cualquier idea de significado o falta de significado, propósito o falta de propósito, son añadidos creados por el pensamiento sin realidad actual.

La «no-dualidad» es, por supuesto, una palabra, una idea conceptual, pero apunta a la naturaleza de la realidad misma. Señala algo que no puede ser conceptualizado. Apunta a ESTO, aquí y ahora, tal como es.

Los pensamientos y las ideas sobre esta realidad viviente son siempre dualistas, pero ESTO no es dual. En otras palabras, los mapas conceptuales de esta actualidad viviente son siempre de alguna manera dualistas, pero el territorio en sí es no-dual. Por supuesto, cartografiar es algo que el territorio está haciendo, y esta realidad viviente incluye pensamientos e ideas y mapas―pero desde una perspectiva no-dual, se reconocen como simples apariencias u ondas de energía, sin confundir su contenido con la actualidad que pretenden describir o re-presentar. Son útiles dentro de la realidad relativa cotidiana, pero nunca son realmente verdaderos.

Perderse en la filosofía y la metafísica y tratar de pensar nuestro camino hacia la liberación no es, según mi experiencia, lo que nos libera de nuestra esclavitud imaginaria. Lo que nos libera es la desaparición (o ver a través) del problema imaginario, ¡que en realidad nunca existe en primer lugar!

Al prestar atención a la realidad de lo que es, antes de todas las palabras y explicaciones sobre ello, al relajarnos en la simplicidad de esto, podemos darnos cuenta de que no queda ningún problema ni ningún yo. Simplemente se oye, se ve, se piensa, se siente, etc. Y cuando surge la confusión creada por el pensamiento, puede verse como la ilusión que es y, al verla, se disuelve de nuevo con toda naturalidad. Y nada es realmente un problema. Todo está incluido―incluso la aparente confusión, contracción, sufrimiento e identificación como un yo separado y encapsulado es simplemente otro movimiento ondulatorio de este océano indivisible sin orillas. El pensamiento condicionado puede etiquetar lo que aparece como «confusión» o «ego» o «conciencia» o «unicidad», o cualquier otra palabra-etiqueta-idea. Pero la realidad nunca se resuelve en ninguna forma persistente, y nada puede ser realmente extraído del todo. Nadie está haciendo nada, y nada es lo que creemos que es.

Estas palabras son sólo indicadores o mapas. El jugo está en la propia vitalidad, y eso no puede captarse con palabras ni conceptos. Las palabras sólo pueden sugerir, señalar o invitar a reconocer la actualidad no-dual. Pero aquí hay una gran pista: siempre es así. Nada tiene que ser diferente de cómo es exactamente. Lo que parece ser nunca se detiene, pero nunca se aleja del Aquí-Ahora. La actualidad viva es AHORA, aquí mismo, totalmente simple, obvia e inmediata. Nunca está ausente ni oculta en modo alguno. No es algo en particular (esto, pero no aquello). Y no es nada. Es esta inexplicable vivacidad―la asombrosa presencia y la maravillosa liberación de la no-cosidad de todo.

La no-dualidad no es una filosofía. Es el sonido del tráfico y el sabor del té, la fragancia de las flores y el olor de la basura, los colores y las formas y el movimiento―la respiración, el latido del corazón, la sensación, el despertar, el pensamiento, el sentimiento, el ser - siempre presente, siempre cambiante - ni uno, ni dos - simplemente esto...

Un libro sobre la no-dualidad

Mi enfoque de todo esto siempre hace hincapié en la experiencia directa―en explorarlo directamente por ti mismo, no pensando en ello, sino mirando, escuchando y sintonizando con la experiencia del momento presente. Sin embargo, si quieres acercarte al tema intelectual y filosóficamente, hay un libro excelente de David Loy titulado Nonduality: A Study in Comparative Philosophy (en español: No-dualidad) que recomiendo encarecidamente. David Loy es maestro zen y profesor de filosofía budista y comparada, y el libro compara y contrasta la noción advaita del Ser (Realidad Inmutable) con la noción budista del no ser (impermanencia, flujo continuo, no-cosidad). Explora conceptos como el tiempo y el espacio, la sustancia, la causalidad, la libertad y el camino espiritual desde una perspectiva no-dual, basándose no sólo en el advaita y el budismo, sino también en el taoísmo y la filosofía occidental. También recomiendo encarecidamente The Book On the Taboo Against Knowing Who You Are (en esañol: El libro del tabú), de Alan Watts.

Y, por supuesto, hay muchos otros libros que expresan la no-dualidad y fomentan la exploración directa y la realización. Puedes encontrar muchos de esos libros y maestros descritos en la página de libros recomendados de mi sitio web.

Con amor para todos...