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Artículos - Justus Kramer Schipper

El mito de la iluminación

Por Justus Kramer Schipper Mayo 2002, Costa Rica
El mito de la iluminación

La iluminación, la liberación, la redención, la auto-realización: son todas palabras que apuntan a una condición sobre la que cada buscador tiene sus propias imaginaciones. Debe ser muy deseable de lo contrario no se buscaría tanto.

El mayor malentendido en relación con la iluminación es que se ve como una propiedad que puede ser adquirida. Algo que se añadirá a tu existencia, a tu vida, y eso es agradable de tener. Sí, quizás lo más deseable que te puedas imaginar. Incluso puede convertirse en una obsesión en la que la felicidad sólo puede conseguirse si se completa la condición necesaria para obtenerse. Y así, todo el tiempo que estamos buscando esta propiedad, esta iluminación, estamos de vez en cuando profundamente infelices y desesperados. ¿Cuándo voy por fin a alcanzar el estado de iluminación?

El problema radica en el hecho de que la iluminación no es algo que se añada, sino que es el estado que queda cuando la no-iluminación desaparece. ¿Lo que queda después de sacar todos los muebles de tu habitación? ¡Exacto! El espacio, el vacío, que se necesita para colocar los muebles. ¿Dónde estaba este espacio? El espacio ya estaba siempre presente en la sala: con o sin muebles, el espacio y el vacío siempre están ahí. Pero, sólo nos fijamos en el espacio cuando se retira el mobiliario. Algo así sucede con la iluminación. La iluminación está siempre ahí, es el trasfondo, el espacio, el vacío, lo que somos y desde donde somos testigos del no-vacío. Nada se puede decir sobre el vacío: no tiene dimensiones, no puedes agarrarlo, no puedes comprenderlo, o contenerlo, no tiene propiedades, no pesa nada, no hay absolutamente ninguna manera de percibirlo. Pero, sin embargo, es una condición necesaria para la creación de objetos en el vacío, si queremos percibir algo en absoluto. Los objetos manifestados son de una variedad infinita. Cualquier cosa que se pueda percibir sobre el trasfondo del vacío es un objeto, también los pensamientos que revolotean como nubes en el cielo. ¿Qué hay entre dos pensamientos? Nada, el vacío, el trasfondo desde el que percibimos, la percepción misma.

Todos los pensamientos en su conjunto, forman otro objeto que llamamos cuerpo, un ego. Así que el ego está hecho de una serie de pensamientos, reacciones a los pensamientos, que a su vez son pensamientos, preferencias (no son más que pensamientos de que alguna percepción es mejor o preferible a cualquier otra percepción), rechazos, deseos y anhelos. Todos estos pensamientos surgen del vacío y en el vacío, y hay un pensamiento más añadido, a saber, que somos ese complejo de pensamientos. Eso se llama identificación. Olvidamos que percibimos desde el vacío, sí somos el vacío. Eso es silencio, porque no hay nada más que pensar o hablar. Pero, pensamos que somos eso que es percibido, en lugar de la percepción misma. Ahí es donde surgen la confusión, el dolor y el gran problema. Porque entonces, ¿quién busca cuando buscamos la iluminación? Ciertamente no el silencio y la vacuidad, ya que estos están en silencio y quietos. Por lo tanto, es el complejo de pensamientos, el ego, el que continúa con el pensamiento y anhela no pensar más. Pero eso es un pensamiento en sí mismo, es como un túnel en un espejo de regresión infinita que no tiene fin. Porque los anhelos son pensamientos y por lo tanto no puedes no anhelar no tener más pensamientos; porque después de todo, tan pronto como anhelas estás pensando.

Pero, ¿qué es entonces la iluminación? Una vez más: la vacuidad, el silencio sobre el que no hay nada que decir. En realidad la asignación de un nombre (en este caso silencio y vacuidad) ya es decir mucho. Pero ese silencio y vacuidad está ahí todo el tiempo, nunca ha estado en otra parte y está en todos. Como experiencia de referencia podrías alguna vez mirar cuidadosamente lo que sucede en el espacio de tiempo entre dos pensamientos. Entonces experimentas el silencio. No estás inconsciente, pero no hay pensamientos, solamente presencia lúcida. Eso no significa que conoces lo que es el estado de atención, el silencio, pero puedes experimentarlo. Así que la iluminación no es la adición de una cualidad, sino todo lo contrario, el abandono de una cualidad: la continua e ininterrumpida corriente de pensamientos. Lo que queda cuando eso se abandona es el estado de iluminación. Y eso está por lo tanto siempre ahí como trasfondo para todo el mundo, nunca ha dejado de estar. Tan pronto como el ego desaparece lo que queda es la iluminación. Pero ten cuidado: el anhelo de iluminación hace que el ego sea más fuerte y hace que parezca como si (la iluminación) estuviera más lejos. Parece, porque siempre está disponible como trasfondo. Por lo tanto, desear el estado de iluminación hace que sea inaccesible.

Es una forma modificada de presenciar en la que tiene lugar la identificación con el presenciar en vez de con lo presenciado. La diferencia entre "iluminado" y "no-iluminado" está en si hay identificación con el silencio, la vacuidad, el trasfondo, la percepción misma, o identificación con los objetos percibidos como el ego, trabajo, mi jefe, compañeros de trabajo, relaciones, un coche nuevo, cuenta bancaria, etc. La iluminación es el abandono de la identificación "errónea y problemática".

Si el ego desaparece, entonces esa "cosa" que en realidad sólo parlotea en términos de bueno, malo, deseable, indeseable, lo que está bien y lo que no, agradable y desagradable, etc, desaparece. Compruébalo: vete a una terraza y sigue las diversas conversaciones a distancia. Una estimación es que el 90% de las conversaciones consisten en comunicaciones sobre lo que salió mal, lo tonto que era mi jefe, lo amargado que está mi compañero, lo inteligente que es Pete, lo estúpido que es Jan, cuánto se queja mi hija, que mi padre no me prestaba atención, qué plan tan estúpido tiene una vez más el municipio, lo terriblemente altos que están los impuestos, lo bajos que están los salarios, hace demasiado calor, hace demasiado frío, demasiado húmedo o demasiado seco y así sucesivamente una y otra vez. Imagina que todo este parloteo desaparece, ¿no desaparecen también los juicios y preferencias? Y si no hay a favor ni en contra, no hay juicios, ¿no seriamos capaces de considerar el tener un estado de neutralidad? Lo que queda entonces es la vacuidad, el silencio, un estado claro y alerta de percibir que no es alterado por la reivindicación de los pensamientos. Un estado en el que Lo-que-es es aceptado, sin rechazar o aceptar, sin preferencias. Las acciones todavía tienen lugar, pero éstas son presenciadas, al igual que todas las demás manifestaciones, sin identificarse con ellas. Esa es la iluminación. Antes de que el ego desaparezca tienes que lavar los platos. Después de que el ego desaparece todavía tienes que lavar los platos. Así de cercana es la iluminación. Pero hay una diferencia sólida: sin iluminación hay resistencia, hay opiniones y las opiniones inevitablemente producen dolor. Después, no hay opiniones, no hay resistencia y por lo tanto tampoco hay dolor.

Pero, ¿qué puedo hacer para que el ego desaparezca? Aquí hay una trampa de nuevo: esta pregunta es un pensamiento que puede ser percibido y es parte del ego. Si el ego se mantiene ocupado en acabar consigo mismo, es como apretar un globo. El aire desaparece del lugar donde se comprime, pero una burbuja más grande aparece en otro lugar. ¿Qué podemos hacer entonces? Sólo si hay la comprensión profunda de que no hay nada que se pueda hacer, la identificación con los objetos (y por tanto, también con los pensamientos) puede disolverse. La pregunta real que importa es: ¿soy el perceptor de los objetos/pensamientos o me identifico con los objetos/pensamientos? Tan pronto como hay identificación, entonces existe una relación de dolor/placer unidos entre sí, al igual que la cara y la cruz son los dos lados de una moneda. La identificación se produce porque creemos que podemos tener placer sin su polo opuesto, el dolor. Si se considera esto profundamente se verá que no es posible. Además nuestra búsqueda de la iluminación viene de eso: queremos solamente placer sin dolor. Pero eso nunca puede suceder, es un mito, ¡es incluso una mentira! La iluminación surge cuando el anhelo de placer (y con ello el dolor) se resuelve sin intervención de la voluntad y es reemplazado por la aceptación de Lo-que-es. La aceptación de Lo-que-es, sin resistencia, sin oposición, sin opinión. Esa es la iluminación y la felicidad duradera.

Fuente: Amigo Magazine #4 - Septiembre 2002