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Artículos - Andrew Cohen

La no-dualidad de ser y devenir

Por Andrew Cohen17 de diciembre de 2018
Ser-Devenir

La palabra no-dual significa "no dos". La revelación de la no-dualidad es que la naturaleza última de todas las cosas ―visibles e invisibles, conocidas y desconocidas― es una y no dos. ¿Por qué este descubrimiento es liberador?

En el nivel más profundo, el fundamento de todo, la realidad última, es inmortal. Los místicos a menudo se refieren a esta dimensión profunda como lo no creado o lo no nacido. Como seres mortales conscientes de sí mismos, podemos despertar a una dimensión que existe antes del tiempo, la historia y la materia, una dimensión que es inmortal e inmutable. Cuando uno despierta a esta dimensión intemporal, sin forma, no creada, hay un reconocimiento simultáneo de que esto es lo que uno es en el nivel más profundo de su ser. Hay un despertar y reconocimiento directo de la propia naturaleza inmortal, y esto cambia absolutamente todo.

La razón por la que el descubrimiento es tan liberador es porque, desde la perspectiva de la naturaleza más profunda del yo y la realidad, siempre ya somos libres. Pase lo que pase dentro de la dimensión relativa de la existencia encarnada, desde esta perspectiva absoluta solo hay libertad incondicional e infinita.

Por eso los grandes místicos de todas las tradiciones casi siempre han renunciado al mundo. El descubrimiento tuvo un significado tan amplio y fue tan convincente que se vieron obligados a abandonar todo en busca de lo prometido. De hecho, durante al menos cinco mil años, la sincera aspiración de liberación ha estado acompañada por el deseo de ser libre del mundo. El Buda, Jesús, Ramana Maharshi, todos se retiraron para meditar, de modo que pudieran experimentar directamente la libertad incondicional de la inmortalidad que existe antes del mundo de la forma.

Pero dentro de la tradición budista, con el nacimiento del budismo mahayana en el siglo II, hubo un cambio que comenzó a enfatizar la no-dualidad esencial de la forma y el vacío. La comprensión budista es que también podemos encontrar la verdad absoluta de la no-dualidad en el mundo de la forma, porque su naturaleza última es el fondo vacío no-dual en sí mismo. Así que incluso aquí en el universo manifestado, la naturaleza última de todo es el vacío. Desde esta perspectiva, no tenemos que escapar del mundo de la forma para despertar a la naturaleza última de la realidad. Este es un gran paso adelante en la comprensión de la no-dualidad, pero en el siglo XX ha habido un gran avance más importante.

La definición clásica de no-dualidad es que la naturaleza última de todas las cosas, visibles e invisibles, conocidas y desconocidas, es, en última instancia, el fondo vacío intemporal y sin forma. Los gurús y los místicos que enseñan esta definición tienden a proclamar que el mundo es una ilusión, y que solo la consciencia es real. Mi propio maestro, el gran H.W.L Poonja, enseñaba de esta manera, y no hay duda de que despertó a muchas personas a esta verdad no-dual, incluyéndome a mí.

Pero hace unos 200 años, algo nuevo entró en nuestro entendimiento y echó por tierra nuestros paradigmas. Con el descubrimiento de la evolución, finalmente comprendimos que el mundo de las formas biológicas está evolucionando, en un estado de interminable devenir, alcanzando una complejidad cada vez mayor. Después de vastos eones de tiempo, la energía y la materia pueden organizarse en patrones de tal complejidad inimaginable que finalmente ha podido emerger la mente, la consciencia, la interioridad y la capacidad humana para la conciencia auto-reflexiva.

Después de casi 14 mil millones de años de evolución cósmica, en un rincón inconcebiblemente pequeño del vasto cosmos, la materia se volvió consciente. En el contexto de esta nueva cosmovisión evolutiva, me parece obvio que la enseñanza clásica de la no-dualidad no es una verdad suficientemente completa. Sin nuestra capacidad evolucionada cósmicamente para la conciencia auto-reflexiva, ni siquiera seríamos conscientes de la verdad de la no-dualidad.

Así que ahora la situación se vuelve muy interesante por cierto. En el reconocimiento de que la forma y el vacío son uno y no dos, nos damos cuenta de que no tenemos que escapar del mundo o del cuerpo para tomar conciencia de su naturaleza última. No importa cómo pueda parecer en un momento dado, la naturaleza última de la realidad es ese fundamento o fondo no-dual. Pero con el descubrimiento de la evolución, entendemos que el impulso creativo en sí también surgió de esa nada.

Todo lo que existe en el cosmos ―desde la energía a la materia, a la vida y finalmente a la conciencia autoconsciente― todo esto aparentemente surgió del vacío primordial. Cuando lo contemplas profundamente por un momento, es alucinante. Si es verdad, si toda esta creatividad inimaginable surgió de la nada, eso significa que la naturaleza de la nada, la naturaleza de la vacuidad, no es simplemente nada.

Las formas a las que da origen la evolución cósmica y biológica ―planetas, estrellas, galaxias, ecosistemas, cuerpos y mentes― son finitas y mortales. Surgen, entran en la corriente del tiempo, existen por un período y luego desaparecen. Pero el impulso que las origina, el impulso evolutivo, no está separado del fundamento primordial de todo. Es inmortal e indestructible.

La Iluminación Evolutiva, o no-dualidad evolutiva, reconoce esta nueva cosmología. Abraza la verdad de que el fundamento del ser ―el vacío intemporal e ilimitado que siempre existe antes del tiempo y el espacio― no está separado del impulso creativo del proceso evolutivo en sí.

En las enseñanzas tradicionales de la no-dualidad, la dimensión más profunda de la realidad en el nivel del yo (o sí mismo) es la experiencia de la paz. Nunca has nacido, nunca has entrado en la corriente del tiempo y la experiencia es de una paz inimaginable. Pero la no-dualidad evolutiva reconoce que el principio absoluto ha dado un salto enorme. Cuando este principio da el salto de la nada a algo, del ser al devenir, la paz se transforma por completo. Entra en el ámbito del espacio-tiempo y se convierte en la experiencia conscientemente sentida de un éxtasis y una urgencia abrumadores, embriagadores y estimulantes.

La experiencia humana del impulso evolutivo es una urgencia extática. Es la pulsación sentida y la vibración de lo no-dual, de la evolución misma. Es el deseo de existir. Es el impulso hacia la emergencia, hacia la creatividad, hacia la vida y la consciencia. Es la profunda gloria de la existencia. Cuando abrazamos la verdad de la no-dualidad dentro de un contexto evolutivo, nos despertamos a ella como ser y devenir. Cuando comenzamos a ver la verdad de la no-dualidad o iluminación en estas dos dimensiones, se convierten en puntos de referencia absolutos y principios orientadores en relación con la totalidad de nuestra experiencia.

En la Iluminación Evolutiva, lo no-dual se experimenta en ambas dimensiones: como paz infinita y como urgencia extática del impulso evolutivo que nos conduce hacia niveles cada vez más elevados de consciencia despierta, profundidad y creatividad.

La experiencia humana es infinitamente compleja y desafiante para todos nosotros, sin importar cuán iluminados podamos llegar a ser. Pero cuando realmente nos reconocemos como la energía y la inteligencia que dan origen al proceso creativo, no solo intelectualmente, sino directamente, como un sentido de sí mismo, esto se convierte en una fuente de renovación espiritual infinita.