Artículos - Joan Tollifson
Estar despierto aquí-ahora
Por Joan Tollifson 28 de julio de 2018Escucha los sonidos del tráfico, el zumbido del aire acondicionado, el canto de un pájaro, el pitido del tren, los grillos, el viento en las hojas. Siente la respiración, las sensaciones en todo el cuerpo, la brisa fresca en la piel. Huele el café, pruébalo, siente la taza en tus manos. Siente la presencia abierta y espaciosa que tú eres, la apertura que se da cuenta de todo esto que está ocurriendo, impregnándolo, permitiendo que todo sea exactamente como es. No pienses en todo esto, sino siéntelo. Date cuenta. Deja que las etiquetas y los argumentos se desvanezcan o sean transparentes y simplemente siente esto que esta sucediendo ahora como pura sensación, pura energía, puro ser. ¡Disfruta esto! No hagas esto como una práctica, para obtener resultados, sino simplemente para disfrutar de estar aquí ahora, estando vivo, siendo este momento.
Observa que todo está cambiando, pulsando, vibrando, estremeciéndose, moviéndose. Observa la quietud, el silencio que escucha, la conciencia siempre presente que contempla este movimiento siempre cambiante. Observa que todo sucede aquí, ahora, en la inmediatez de esta presencia atemporal. Observa cómo todo es un suceso ininterrumpido sin divisiones en el que hay diversidad y unidad al mismo tiempo ― como una pintura completa o una película completa con muchas formas, colores y detalles diferentes, o una sinfonía completa con muchos sonidos, tonos y estados de ánimo, o un océano con muchas olas inseparables pero diferentes.
Observa que este simple suceso no necesita una explicación o formulación metafísica. Estando simplemente aquí, no hay preocupaciones sobre si esto es principalmente mente o materia, o qué papel desempeña el cerebro en la consciencia, o si Dios existe o no, o qué sucede después de la muerte, o si tenemos libre albedrío o qué significa "no-yo". Observa el alivio de soltar esa rueda de hámster mental que persigue sin cesar el control a través de la comprensión mental, el análisis, el apego, la formulación, el mapeo, tratando desesperadamente de resolverlo todo, buscando la seguridad de una certeza final, y siempre quedando en la incertidumbre y la duda. En cuestiones prácticas o en la ciencia, esta función de mapeo puede ser útil, pero ten en cuenta que ahora mismo, en este momento, no es necesaria. Es una forma de sufrimiento. Mira eso. Siente eso.
Cuando aparezcan pensamientos, míralos y déjalos ir, sin quedar atrapado en las historias que cuentan, las noticias que afirman, los problemas que insisten en demandar soluciones, y simplemente vuelve (una y otra vez, ahora y ahora) a la simplicidad sensorial-energética no conceptual de este momento ―escuchando, viendo, respirando, sintiendo― ¡solo esto! Permanece en la simplicidad de lo que es.
Por supuesto, en la vida diaria, hay momentos en que el pensamiento es funcional, creativo y necesario, y hay momentos en que la atención debe centrarse en una tarea, como sumar números, hacer varios cálculos, escuchar a otras personas, preparar la comida, leer o escribir correos electrónicos, diseñar software, revisar un manuscrito, seguir instrucciones, manejar un equipo, cuidar a los niños, realizar procedimientos médicos, defender un caso en el juzgado, conducir un autobús, enseñar en una clase, estudiar para un examen, etc. Nada de esto tiene que ser un problema.
Pero observa cuando surge el pensamiento que no es funcional o creativo ― juzgarse a sí mismo o los demás, tratar de descubrir la naturaleza de la realidad, repasar una y otra vez algo que sucedió en el pasado, fantasear o preocuparse por el futuro, defender y justificar las palabras o los pensamientos, acciones, y así sucesivamente. Sé consciente de cómo el pensamiento desencadena la emoción y crea estados de ánimo, cómo cuenta historias y forma creencias y certezas, cómo genera dudas sin cesar, cómo intenta hacer las cosas que no puede hacer, cómo crea el espejismo del ser separado.
¿Podemos ver todas las formas, groseras o sutiles, de que somos manipuladores ― cuando anhelamos aprobación, deseamos autoridad, buscamos seguridad, intentamos escapar de la incomodidad, defendiéndonos, reprimiendo o elevando a los demás, sintiéndonos con derecho y auto justificados, compadeciéndonos de nosotros mismos, etc.? Estas no son cosas fáciles de ver, y van en contra de cómo nos gusta pensar en nosotros mismos ―nuestra imagen de nosotros mismos que defendemos y protegemos― por lo que se necesita honestidad y valor para ver todo esto. Pero todo esto es nuestra naturaleza humana que compartimos. Entonces, ¿podemos ver que estos pensamientos y comportamientos son movimientos condicionados, impersonales y habituales, que no necesitamos sentirnos culpables o avergonzados de ellos? Simplemente con VERLOS es suficiente. La conciencia es el gran solvente, el gran transformador, el gran sanador. La conciencia arroja luz y disipa la oscuridad. Cuando el pensamiento, haciéndose pasar por "mí", intenta arreglar-me, purificar-me o mejorar-me, fracasa. En cambio, ten fe en el poder de la conciencia, la apertura y la libertad de la simple presencia.
Y por fe, no me refiero a la creencia. Me refiero a una especie de confianza o fidelidad que se desarrolla, un reconocimiento indudable de lo que realmente importa y lo que realmente disuelve nuestro sufrimiento. Esto debe ser descubierto por cada uno de nosotros de primera mano. Y ese descubrimiento no se produce al pensar o tratar de resolverlo, o al tratar de comprenderlo mental o ideológicamente. Sucede al percibir, sentir, abrirse y ser esta realidad viviente Aquí-Ahora, tal como es. Sucede al ver claramente cómo el sufrimiento y la confusión son creados por el pensamiento innecesario, y dejarlos ir (una y otra vez, ahora y ahora) en la simplicidad de lo que es.