Ruta de Sección: Inicio > Artículos >Ensayos > Artículo

Artículos - Igor Kufayev

El Ser Vibrante

Por Igor Kufayev
Vibrant Self

Cuando el Silencio habla, cuenta la historia de la Creación...
Mientras que algunas historias son más profundas, la historia de un cuerpo humano, encarna todas las demás historias en su Corazón...

Todo lo que uno puede encontrar en el Universo exterior, se puede encontrar en este mismo cuerpo. Esta es una de las perspectivas tántricas más explícitas, que se puede rastrear en muchas tradiciones esotéricas y revelaciones religiosas. Es decir, si se ve con el ojo de la conciencia expandida. Miremos más de cerca...

Cuando el Silencio habla, tararea su propio nombre como una "Emisión Espontánea", un estallido de Conciencia Pura en el acto de hacerse consciente de sí misma. Conocida en el Yoga como Pranava (vibración primordial), esta emisión lleva todo en su potencialidad. Este "Océano de Sonido" está más allá de las orillas de la percepción audible. Sus frecuencias son más finas que las del orden (elemental) manifestado, emanando desde los centros giratorios de un alma en advenimiento [1]. Este sonido reverberante, aunque en estado no-manifiesto, contiene todo en su potencialidad. Se derrama en un flujo ininterrumpido de conciencia en ondas de consciencia-dicha-eterna [2], y como Voluntad, Conocimiento y Acción [3], para manifestarse a sí mismo como la unidad del perceptor, de lo percibido y del percibir. Este Silencio y este Dinamismo son la expresión perfecta de la unidad en la diversidad. La historia del cuerpo humano no solo es inseparable de esa infusión, sino que es la expresión más refinada de la unidad en la diversidad, con el sistema nervioso humano como un asombroso instrumento que sintoniza el vasto diapasón de vibraciones infinitas en un sonido coherentemente orquestado.

El Cuerpo de Luz

Hablando desde la perspectiva de la evolución de nuestra Madre Tierra, la consciencia humana no es solo una etapa, sino un proceso culminante en este hermoso planeta. Aquí la consciencia es avivada al máximo para que pueda reflejar la luz de su propia conciencia en este mismo cuerpo. Así que la vida humana no es otro accidente o una fase, sino una manifestación de un proceso inseparable de la evolución global de la Tierra. Aquí la consciencia ha pasado por una serie de frecuencias de contracción y expansión, a una gran velocidad gradual, y a través de los vórtices del tiempo que se pliegan en el espacio ― cristalizando sus vibrantes proporciones matemáticas a través de la sagrada geometría estructural como los minerales; convirtiendo la luz del sol en oxígeno en un acto gigante de respiración como el poderoso reino de las plantas; jugando y procreando su deseo instintivo a través de una infinita variedad de formas y movimientos como los animales; y abrazándolo todo alcanzando las estrellas y reconciliando todas las polaridades como el Ser en su forma humana.

Eso es solo una imagen local. El cuerpo humano contiene todo lo que existe en todo el universo, todo lo que ha existido y todo lo que está por venir. Es una medida perfecta para todas las ecuaciones matemáticas con proporciones exactas aplicables a cualquier cosa en cualquier reino. La materia misma está siendo santificada por este refinamiento evolutivo. Desde sus estados más condensados e inertes de colapso, la consciencia se expande hasta su máxima vivacidad. Aquí en este mismo momento, en cada latido del corazón, palpita con ese deseo como el tuyo propio.

Y la expansión continúa. Superando gradualmente siglos de adolescencia narcisista, hemos entrado en un umbral en el que estamos en condiciones de tomar decisiones sobre nuestro propio proceso evolutivo. La consciencia humana es un asunto culminante y algo que tiene la capacidad de gobernar este proceso dinámico tan sutil en virtud de su identidad con la Consciencia Pura. Esa tesis está perfectamente encapsulada en el sutra de los Upanishads, Aham Brahmasmi, que significa literalmente, "Yo soy la Totalidad", como el reconocimiento de nuestra propia identidad con la fuente de todo lo que existe.

Con la cognición directa de esta verdad viene el re-conocimiento de la responsabilidad inherente en esa misma declaración. La vida humana es Divina, no solo en términos de su potencialidad, sino porque es una perfecta manifestación de todos los impulsos divinos de la naturaleza, reflejados a través de la fisiología humana como universo encarnado.

La Contienda del Amor

Se dice que la fisiología humana es envidiada por seres celestiales, esas energías de todos los espectros de luz en grado variable de luminosidad. Porque es aquí, en este mismo cuerpo humano, que los jugos sagrados de la inmortalidad están siendo exprimidos como una ofrenda para sostener a las deidades, que cuando están satisfechas cuidan de nuestra cordura y felicidad [4]. Es por esta razón que algunas tradiciones antiguas ven el cuerpo humano como el lugar formidable donde seres de luz y oscuridad están atrapados en una batalla por adueñarse del alma.

Aunque forman parte del mismo campo de todas las potencialidades, algunos de esos seres menos luminosos están aquí para usurpar la vida en el planeta desde el nivel de tu propia conciencia y desviar y pervertir tu fuerza vital en el núcleo mismo de tu ser, donde tu atención está siendo secuestrada por la mente atrofiada y los sentidos corruptos, en última instancia, a expensas de la libertad.

El drama alcanza su apogeo a nivel colectivo cuando se ve desde una perspectiva reciente, conmovedoramente denominada "Ecología espiritual". La cuestión de la destrucción ecológica es un dilema arraigado en la cualidad energética de la consciencia, siendo el campo de todas las potencialidades la fuente donde la suma total de nuestras intenciones proporciona el poder generador capaz de navegar por nuestro destino colectivo. Al reemplazar las divinidades reales de los reinos más sutiles por efigies superficiales, hemos logrado diluir el aura del planeta hasta tal punto que ha sido invadido por fuerzas negativas que ahora cohabitan con la raza humana como la misma energía de destrucción.

Nuestro es el momento en el que tenemos que determinar conscientemente qué elegir de un enloquecedor grado de opciones, y nuestra única brújula es nuestra atención alineada con la intención más profunda. Ya no podemos depender de testamentos caducos o códigos de conducta que no estén basados en vivificar nuestros propios valores inherentes. A menos que se evalúen los valores platónicos, todo hablar de "unidad universal" no es más que una ilusión. Hemos tratado de razonar en nombre del amor, olvidando que la verdadera armonía es un buen equilibrio y que la tensión universal entre el amor y la contienda es lo que une los elementos y los libera en ciclos interminables de vida y muerte. ¿Existe la posibilidad de que la contienda (lo que nace para separar), esté aquí ahora para unirnos en nuestro esfuerzo compartido?

Para renacer como una nueva consciencia, debemos "morir antes de morir". Este es el requisito previo de todo desarrollo espiritual, y morir es lo que le está sucediendo a nuestra cultura actual. La respuesta no consiste en buscar una solución a un problema, sino más bien en trascender las tendencias psicológicas nacidas de paradigmas obsoletos para que los patrones que recién emergen puedan tomar forma. En ese espacio abierto, pueden surgir nuevas posibilidades, presentándonos nuevos incentivos para las acciones correctas. Por lo tanto, cada vez que ofrecemos algo en este cuerpo como la meditación, la oración, la intención, el sustento, el alimento para el pensamiento, el sentimiento o el entretenimiento, evoca y nutre ese aspecto de nuestra humanidad que está profundamente necesitado de apoyo en este momento cuando el cambio de percepción es el punto de inflexión.

La Semilla

Cuando vemos la consciencia humana como parte de la mayor evolución del planeta, surge la pregunta: ¿la consciencia misma está evolucionando? Esta es la pregunta más pertinente en todos los debates teológicos que han tenido lugar en este rincón del universo. Esto junto con la cuestión del libre albedrío es lo que hace que el ser humano sea un acontecimiento de proporciones bíblicas.

Antes de continuar siento que es apropiado reflexionar sobre la comprensión de conceptos como "infinito", "evolución", "permanencia" y otros términos atribuidos a las cualidades de la consciencia. Veamos, por ejemplo, el concepto de permanencia. Es costumbre pensar en el universo como un lugar donde hay poca permanencia, a excepción del terreno subyacente debajo de toda materia: energía. Ahora bien, dentro de esa impermanencia, el agua en tu vaso es la misma que hace miles de millones de años, cuando el primer elemento surgió desde la potencialidad absoluta. Lo mismo es cierto para el fuego y todos los demás Grandes Elementos. La composición estructural de los elementos no ha sufrido ninguna evolución, a pesar del tiempo dado para su "mejoramiento".

Desde la perspectiva de la Cosmología Védica, los Grandes Elementos (Maha-Bhutas) todavía se consideran expresiones groseras de cualidades mucho más sutiles de la consciencia que las formó. Esas [energías sutiles] aún se quedan cortas en comparación con aquella que da origen a la energía misma. Así, incluso en el plano de los fenómenos cambiantes, existe algo absolutamente permanente, en tanto que el concepto de existencia se extiende en el tiempo.

Ten en cuenta que ni siquiera he mencionado a Brahman (La Realidad Última, el Absoluto) de la raíz brh: "expandir." Todo lo anterior fue una sugerencia para la contemplación de lo que entendemos por permanencia y evolución.

La tradición hindú es rica en epopeyas ―los Puranas, los Aranyakas, los Upanishads, etc.― cuyos relatos hablan una y otra vez de la disolución periódica del mundo. A diferencia del concepto occidental de tiempo lineal, la visión védica se basa en formaciones cíclicas o Yugas (eras). Las eras tienen un lapso diferente según el flujo de tiempo, y cuando se juntan forman una época. Cada época, a su vez, está en relación con el ciclo mayor de creación, culminando en la disolución de Pralaya, una disolución cósmica periódica de reposo y reabsorción. Las puras mediciones del tiempo védico desafían la imaginación, pero generalmente significa que toda la creación se disuelve en una fase o período pasivo en que todas las manifestaciones están en estado latente.

Latente, lo que significa que aunque el mundo ha sido disuelto, todavía está en forma de una semilla, o bija en sánscrito. Hay una conexión íntima entre los bija-mantras (sílabas de semillas) y los cinco elementos contenidos en los sonidos que forman el cuerpo sutil de los chakras. Sustituyendo todo está la bija, Om (Pranava), como la semilla de la cual el Árbol de la Vida universal crece, una y otra vez.

La civilización védica es sónica. Se basa en sonidos percibidos profundamente dentro de nuestro propio ser en ese nivel de consciencia en el que la percepción ha alcanzado una cognición de sumo refinamiento. Estos sonidos son simplemente conocidos como la estructura más íntima de la propia realidad. Por ejemplo, aquel cuya percepción es lo suficientemente refinada como para oír la reverberación de Om en su interior, continuamente, se dice que es una realización viva de la Unidad. Esa semilla-sonido primordial es la plétora de todo lo que ha venido y vendrá en cualquier plano de existencia. Es "plétora" por su absoluta "plenitud". Es Plenitud en Sí misma. El significado mismo del verso védico, Purnamadah Purnamidam es que, Eso (Absoluto) es Pleno, y Esto (Relativo) es Pleno.

Imagina, si el mundo en forma de una semilla en su estado latente ya es Plenitud en sí, entonces, ¿qué hay de la plenitud de Brahman (de la realidad última)? Este es el significado de Bija, el significado de la Potencialidad Pura, (Otro término para Shakti). Esa semilla es lo que la energía (Shakti) es para su fuente (Shiva).

La Conciencia Pura se conoce como "inmutable" precisamente porque no hay nada que no contenga, por lo tanto nada se le puede agregar ni quitar de su inabarcable Plenitud.

El Temblor Sagrado

La disolución no tiene necesariamente que darse como un evento fijo en el tiempo. Hay otra dimensión para ese proceso, donde la emisión espontánea (una cualidad inherente de la auto-conciencia) es la fuerza detrás de todos los movimientos; sin embargo, no es un movimiento en sí mismo.

Este movimiento en constante expansión y contracción es el Spanda [5], "palpitación divina", de la consciencia, que reverbera a través de toda la creación, uniendo lo universal y lo individual en ondas de temblor extático en ninguna otra parte que no sea dentro del propio Corazón Espiritual. Este estremecimiento interno y externo está más allá del espacio y del tiempo con la contracción-expansión como la pulsación divina y la definición misma del dinamismo espiritual. Todo movimiento en el universo, así como toda percepción, sentimiento, sensación y emoción en este microcosmos, fluye y refluye como parte del ritmo universal de la Realidad indivisible, el Yo o Sí-mismo, el único agente consciente y perceptor.

Visto desde esa perspectiva, la creación nunca tuvo lugar y la imagen "creador-creado" es un paradigma obsoleto de una realidad más integral, siempre emergiendo nuevamente. Lo que llamamos "creación" está siempre en un estado de pura potencialidad, siempre evolucionando, pulsando con nuevas posibilidades, una emisión de la Consciencia Misma.

El valor de este conocimiento se reconoce plenamente al experimentar Spanda como la vibración o pulso de la propia conciencia. Este temblor sagrado no es solo un concepto filosófico, sino también una dimensión de la realidad directamente percibida que unifica todas las polaridades en la unidad y lo deja a uno en un perpetuo estado de asombro. Para hacer una confesión ―mientras venga de un lugar de realización directa― la emoción pura de esa vibración, que sacude al cuerpo en oleadas de felicidad incluso en medio de las experiencias más mundanas, es un deleite incomparable a ninguno otro.

Este mundo, junto con todas las percepciones que se producen, incluyendo todos los sentimientos, pensamientos, sensaciones, risas y lágrimas derramadas en la alegría o la tristeza, por muy profanas o sagradas que sean, son expresiones creativas de Shiva. Tu respiración y el latido de tu corazón son la medida rítmica del tiempo que hay entre un parpadeo de un ojo hasta el infinito...

© Igor Kufayev, Santanyi, Mallorca
Notas:
  1. Ruedas de Energía o Chakras, se dice que cada una de ellas tiene una frecuencia particular de rotación asociada con un Tattva particular (cualidad específica de Consciencia), manifestándose como cualquier cosa desde el reino más sutil de las energías puras hasta la formación grosera de la materia, hasta el orden elemental.
  2. El concepto védico de Sat-Chit-Ananda como el fundamento de la Consciencia misma.
  3. Según el Shivaísmo de Cachemira, el Absoluto se manifiesta por la virtud de su propio poder de voluntad como Iccha-shakti, por el poder del conocimiento como Jnana-shakti y por el poder de acción como Kriya-shakti.
  4. En referencia al ritual védico de exprimir Soma (néctar de inmortalidad), como una representación simbólica de la glándula pineal despierta con su secreción de importantes hormonas responsables de estados de consciencia exaltados.
  5. Spanda (literalmente: temblor, vibración, movimiento) es, según el Shivaísmo de Cachemira, la vibración primordial del universo percibida en el Corazón Espiritual.