Artículos - Anna Caixach

El Arte de vivir en la no-dualidad
Por Anna Caixach 10 de noviembre de 2022En esta vía no-dual nos sumergimos amorosamente en el corazón de la enseñanza original que se encuentra en las raíces de todas las grandes tradiciones espirituales y filosóficas. Una vía espiritual, esencial, vivencial ―totalmente desnuda de creencias y mitos, de dogmas, de conceptos, de interpretaciones, de envoltorios culturales―, en la que brilla la sencillez de la verdad original, descrita y sentida como el estado de unidad con la realidad.
Ésta es una tradición espiritual totalmente práctica que ha quedado eclipsada por el racionalismo y el materialismo. Se ha intelectualizado, perdiendo la simplicidad y claridad originales, quedando cubierta por un montón de interpretaciones y de ideas, convirtiéndose en un juego conceptual, filosófico, que no parece tener fin. Tradición que por otra parte se ha preservado y desarrollado de forma más pragmática y cercana a la enseñanza original en los ashrams en la India; especialmente en las tradiciones del Vedanta Advaita y también del Shivaísmo de Cachemira, por maestros enamorados de lo divino con un claro deseo de liberarse de lo que no es real.
En este camino nos adentramos profundamente en la realidad de nuestra experiencia, disolviéndonos amorosamente en ella. Propósito esencial de toda vía espiritual. Nos sumergimos en la realidad de lo que somos y de lo que el otro y el mundo son ―realidad infinita y eterna―, que no se puede definir con palabras pero que se ha indicado en las tradiciones con los términos: Realidad última, Realidad absoluta , Absoluto, Divinidad, Dios, condición original, ser universal, Unidad absoluta, el Uno, Totalidad, Verdad, Conciencia no-dual, Corazón, Yo real, Yo superior, espacio divino, nuestra verdadera naturaleza...
Tal y como nos dicen los sabios de todas las tradiciones, el gran secreto es que solo podemos conocer la Realidad-Divinidad si nos hacemos uno con ella. Este proceso de unión o unidad no es teórico o intelectual, es vivencial. Para descubrir lo que somos y lo que es, debemos hacernos uno con lo que somos y uno con lo que es. Abolir la distinción o separación entre yo y tú es el propósito único de todo camino espiritual. Liberarse de la dualidad. La mente nos separa, el Corazón ―el núcleo más profundo en nosotros― nos une. No se alcanza la realización espiritual leyendo sobre ella o meditando sobre ella sino sólo en la acción directa. La comprensión intelectual puede llevarnos hasta la puerta, pero no nos sirve para cruzar el umbral y entrar en la casa. La vía espiritual no se transita a través del pensamiento, sino de la acción. La espiritualidad siempre ha implicado una forma de vivir. Los grandes maestros son maestros de vida espiritual. El camino espiritual no se piensa, se hace. Dios no es un concepto, es una experiencia.
La espiritualidad, en su sentido original y primordial, significa sentir y ser, conscientemente, nuestra verdadera identidad. Se trata de la espiritualidad originaria, primordial, esencial, simple, pura vivencia directa, desnuda y liberada de connotaciones históricas, culturales o religiosas, que nos indica que sólo existe una realidad, un ser en el que no hay otro; y que somos esto. Ésta es toda la instrucción. No hace falta más. Ésta es la esencia de la enseñanza espiritual. Aquí se acaba la enseñanza y comienza nuestro camino, el camino espiritual, que para ser plenamente realizado debe convertirse en una vida espiritual, una manera de vivir, en unidad con la Realidad. La vida espiritual es vivir en la no-dualidad. El gran salto es pasar del estudio de la espiritualidad a la vida espiritual. Aquí es cuando se disuelve verdaderamente nuestra identificación con el cuerpo-mente y experienciamos la Realidad. Para vivir la realidad de tu experiencia, debes disolverte en ella. Esta Realidad-Divinidad-Conciencia no dual es lo que somos. En esta realización se encuentra la paz, el amor, la libertad, la felicidad, la alegría, la plenitud que toda la humanidad anhela. Sat-chit-ananda. Soy, sé que soy y por tanto soy conciencia, y cuando siento y soy conscientemente esta presencia consciente, la beatitud baña mi experiencia.
No se trata sólo de comprender lo que somos sino de vivir la experiencia directa de lo que somos. Así la comprensión de lo que somos no es sólo intelectual, la comprensión de lo que somos debe penetrar amorosamente cada rincón del cuerpo y de la mente, debe convertirse en el fundamento, la base de nuestra vida. Debemos quedar absorbidas por esta verdad, por la sabiduría serena, amorosa y luminosa. Tienes que enamorarte de la paz del espacio divino en ti. Sentir la simplicidad de la verdad original, expandirte en esa evidencia, sintiendo la unidad, la no separación con la realidad. Sentir la experiencia de la realidad de lo que eres incesantemente, sentir el espacio ilimitado de presencia consciente continuamente y vivir bañada en esa espaciosidad luminosa, expansiva, amorosa, de dulce plenitud. Permitiendo que impregne plenamente tu forma de sentir el cuerpo, de sentir los pensamientos, emociones y sensaciones, tu manera de percibir, tu forma de moverte, tu forma de actuar y de relacionarte. En nuestra sociedad nos hemos vestido y cubierto con la experiencia humana y hemos creído dócilmente que somos el cuerpo-mente. Nos hemos puesto una chaqueta y creímos que somos la chaqueta. Hemos dejado de sentir el amor infinito que quiere abrirse paso a través nuestro y empapar plenamente nuestra experiencia. Hemos olvidado así quienes somos verdaderamente.
Esta vía espiritual integral es la vía de retorno a la unidad con la Realidad, vía para hacerse uno con la verdad eterna y divina, que implica la unidad con la Divinidad y la unidad con la experiencia humana, al mismo tiempo. En la unidad con la Totalidad, vivimos la experiencia de la no-dualidad. La experiencia de la no-dualidad es el proceso de unidad en el que nos fundimos en la realidad de lo que somos ―lo divino― y en el que lo divino impregna completamente nuestra experiencia humana. Buscar la verdad y vivir bañadas en esa verdad debería ser nuestra única tarea. La vida se convierte entonces en un vehículo espiritual. Un vehículo que nos disuelve incesantemente en el resplandor infinito de la eternidad. Cualquier camino sin esa aspiración profunda estará basado en el enaltecimiento y la perpetuación de la creencia y de la sensación de ser una entidad personal separada. Creencia que impedirá inevitablemente la experiencia de nuestra verdadera naturaleza.
De todas las instrucciones y guías espirituales, el arte utilizado como vehículo espiritual está considerado por los grandes maestros una de las vías más efectivas, puesto que diferentemente de las tradiciones espirituales más convencionales, que tienden a utilizar la palabra en sus enseñanzas revelando la realidad a través del lenguaje, el arte como vehículo espiritual utiliza todas nuestras capacidades (comprender, sentir, percibir), todos nuestros sentidos, y también la acción y la relación, para revelar ―de forma integral y plena en todos los campos de nuestra experiencia― la realidad, única e indivisible, anterior a la conceptualización mental, es decir, la unidad primordial original de la realidad. Recuperando una maestría ―exquisita precisión y delicadeza― que va más allá del aspecto técnico. Una maestría que no se fundamenta en un interés propio sino en una entrega absoluta a lo divino, y que sirve como soporte para el retorno a la no-dualidad original, experiencia directa de la realidad, revelando una profundidad, una finura, una honestidad y una serenidad en todo lo que hacemos, completamente olvidadas en la sociedad superficial actual.
Arte ―movimiento-canto-acción-relación― que no tiene una finalidad artística y que se ha utilizado durante tiempos inmemoriales como vehículo espiritual para establecernos y mantenernos en la expansión de nuestra verdadera naturaleza, disolviéndonos continuamente en el espacio abierto, silencioso, profundo y suave de ser. Establecidos amorosamente en la presencia, atenta y silenciosa, plena conciencia, plena escucha, plena receptividad, vivimos la realidad, la naturaleza no-dual de nuestra experiencia. Además, el Arte como vehículo espiritual es la vía práctica más efectiva para desarrollar la capacidad de desapego de los patrones y tendencias condicionadas del cuerpo y la mente, basados en la creencia y la sensación de ser una entidad personal separada; soltando suavemente los hábitos de pensamiento y comportamiento, en un cuerpo-mente en acción y relación que simplemente se mantiene abierto, transparente, disponible, al servicio, y que es pura receptividad, pura sensitividad, pura escucha, pura joya, pura vida. En nuestra absorción en la Totalidad, el cuerpo-mundo liberado de patrones y hábitos retorna delicadamente a su condición orgánica original: vibración amorosa sin límites. Desarrollando también la capacidad de desapego del hábito de la percepción dual, saliendo de la localización en el cuerpo-mente y dejando de situarnos como sujeto separado de la experiencia; desarrollando la capacidad de apertura para permitir que la Realidad no-dual impregne nuestra experiencia humana ―cuerpo-mente-mundo. Vivencia trascendente e inmanente que nos libera de los conceptos de tiempo, de separación y de dualidad, revelando la unidad de la realidad y acompañándonos dulcemente a ese lugar en nosotros inherentemente en paz y uno con todo. Donde probamos la eternidad...
Y sólo así, en esta entrega radical y absoluta, en ese vaciamiento, reencontramos nuestra libertad innata, reposamos en la paz de nuestra naturaleza no dividida. La liberación de la dualidad y el retorno a la unidad, a la paz inexpresable de la plenitud gozosa no-dual original, es la vía directa que nos señalan los grandes maestros de la no-dualidad; actitud que inevitablemente desafía la visión materialista dualista imperante en nuestra cultura y sociedad.
Pero nuestro comportamiento habitual, producto de cientos de años de condicionamientos, nos separa de la Totalidad y la felicidad innata es velada. La vida no-dual nos lleva dulcemente a sentir la unidad con todos, liberándonos de todo lo que nos hace sentir separados. Ésta es la práctica espiritual que se manifiesta en la vida espiritual, una manera de vivir transparente y suave en la que nuestra naturaleza divina fluye amorosamente e impregna dulcemente nuestra manera de sentir el cuerpo, nuestra manera de pensar, de sentir, de percibir, movernos, actuar y relacionarnos. Una vida espiritual que protege la unidad con la Realidad, la dulce unidad con la Divinidad.
Lo que nos lleva a la vida sagrada no es hablar de la vida sagrada, es desapegarte continuamente de todo lo temporal para abrirte a lo eterno; es entregarte incesantemente al espacio dulce y atento de conciencia pura que eres; es permitir que tu experiencia se expanda en ti en todo momento; es permitir que tu Corazón se fusione amorosamente con la experiencia, pero sin perderte en ella; es desapegarte de todo para poder abrazar la plenitud; es sentir que en realidad el cuerpo-mente-mundo es una vibración viva y suave del espacio abierto, transparente e ilimitado que eres. Ésta es la vida espiritual, la vida real, y no la vida materialista habitual centrada en las necesidades de una entidad personal, separada y desconfiada, que es en realidad ilusoria. Una forma de vivir en la que el propósito de todo lo que hacemos, decimos, pensamos y sentimos es mantenernos en la unidad con la Realidad-Verdad-Divinidad. Ésta es la vida sintiendo y siendo conscientemente lo que verdaderamente eres, espacio de presencia consciente, infinito y eterno.