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Artículos - Elias Amidon

El Arte de Despertar

Por Elias Amidon

Al buscarlo, la visión no puede verlo: cesa tu búsqueda. No puede descubrirse a través de la meditación, así que abandona tus estados de trance e imágenes mentales. No puede lograrse con nada de lo que hagas, así que abandona el intento de tratar el mundo como una ilusión mágica. No puede encontrarse buscando, así que abandona toda esperanza de resultados.

- Lama Shabkar, místico tibetano del siglo XIX
Elias Amidon

HAY contradicciones en casi cada paso en el camino espiritual. De hecho, la imagen misma de un camino espiritual es una contradicción. Implica que hay una distancia que recorrer, que estamos caminando por un camino que va de algún lugar lejos de lo divino a un lugar más cercano, de la oscuridad a la luz o de un estado de menos conciencia a otro de despertar.

Y, sin embargo, la iluminación no es otra cosa que el reconocimiento experiencial de la Unidad y el reconocimiento simultáneo de nuestra identidad perfecta con la Unidad, que ya es así en este momento y siempre ha sido así. Entonces, ¿qué propósito tiene hablar de la distancia que hay a la Unidad? Si de hecho ya somos uno con la Unidad, ¿cuál es el sentido de hacer un camino para ir allí? ¿No será nuestra identificación con un camino una desviación?

Una segunda contradicción emerge inmediatamente después de esto: implícitamente un camino espiritual conduce al despertar espiritual. Pero seguramente el Todo, por su propia naturaleza, es el despertar mismo. Dado que el hecho central de la realización es nuestra identidad perfecta con la Unidad, ¡entonces ya estamos despiertos! ¿Cómo puede despertarse lo que ya está despierto?

Estas son algunas de las contradicciones inherentes a las ideas de camino y meta. Hay otra contradicción incrustada en la idea del buscador. El buscador viaja por el camino hacia la meta. Pero al igual que las ideas de camino y meta colapsan en la ubicuidad del Uno, también lo hace la noción de un buscador. Después de todo, ¿quién está buscando? Dado que el Uno es el Único Ser, la idea de un buscador que busca el Único Ser es desconcertante como mínimo.

Y sin embargo, a lo largo de la historia, se han delineado innumerables caminos espirituales. Se ha hablado de sus metas en los términos más poéticos, y los buscadores han viajado con gran resistencia a lo largo de sus rutas, algunos de los cuales claramente han "despertado" en el proceso. Escuelas internas, escuelas de misterio, monjes en monasterios, monjas en conventos, sadhus errantes y sus discípulos, sectas budistas y órdenes sufíes ― la comunidad humana se ha involucrado en un vasto proyecto de búsqueda espiritual, enseñanza y descubrimiento.

Pero a la luz de las contradicciones acerca del buscador, el camino y la meta descritos anteriormente, ¿es este vasto proyecto algo más que una cortina de humo que oculta lo obvio? Al formular estas nociones de la búsqueda, el buscador y lo buscado, ¿los caminos espirituales simplemente refuerzan estas ideas y estrategias como si fueran fines en sí mismos, en lugar de abrirnos a lo que está más allá de todas las ideas? Sin importar si estamos comprometidos en un camino espiritual formal o si somos buscadores espirituales no afiliados, estas preguntas son relevantes.

En esta contemplación, me gustaría considerar estas preguntas tan directamente como pueda. Si bien uno podría responderlas, como a menudo hago, diciendo que la naturaleza de los caminos espirituales abarca la contradicción y la paradoja, esa respuesta no es del todo satisfactoria. Existe un peligro considerable en guiar o seguir un camino espiritual de convertirlo, inconscientemente, en un destino en sí mismo. De esta forma, el buscador, el camino y la meta pueden convertirse en muebles de nuestra casa espiritual. Y sin embargo, sin una guía de un camino o la sinceridad de seguir el llamado del despertar, corremos el riesgo de la auto-absorción y el auto-engaño.

Algo falta

Cuando examinamos de cerca la función de un camino espiritual, incluyendo la idea de un buscador en el camino y una meta hacia la cual uno aspira, vemos que todos estos fenómenos surgen del sentimiento de que algo falta. Me falta algo. Mi experiencia de la vida podría ser mejor. Quiero ser una mejor persona. Quiero sentirme cerca de Dios. Quiero encontrar el significado detrás de esta existencia. Estos sentimientos pueden llevarme a una religión formal o a un camino espiritual donde espero encontrar lo que falta ― un sistema de creencias, un maestro inspirador, una comunidad o una práctica que mitigue mi sensación de que falta algo.

Un elemento central en esta visión de la realidad es, por supuesto, el sentido del yo: me falta algo. Mi experiencia de vida podría ser mejor. Un camino espiritual es algo que me beneficiará. La división en una auto-identificación como una entidad distinta de los demás y del mundo en general es el movimiento primordial de la psique humana. Establece el escenario para mi experiencia de carencia: solo puede faltar algo si hay un yo separado que lo ha perdido.

También delinea en el espacio mi sensación de separación de lo que me falta: estoy aquí y todo lo demás está por ahí. Por tanto, lo que me falta también debe estar en algún lado. Algún maestro o enseñanza debe tener la clave que estoy buscando. Debo encontrarlo. Es algo especial, ahí fuera.

La sensación de distancia de lo que anhelo también invita a la separación adicional del tiempo: espero encontrar lo que falta en algún momento en el futuro. Un gran evento ocurrirá. La salvación o la iluminación sucederán. No ahora, pero en algún momento. Estos dos sentidos de distancia espacial y temporal de lo que me falta se refieren a y refuerzan mi experiencia de yoidad ― yo soy esta entidad a la que le falta algo tan deseado y que lo espera.

En este punto, vemos cómo se establece la idea de percibir la necesidad de esfuerzo espiritual y disciplina. Debo ejercer mi voluntad y hacer uso de la oración y las prácticas espirituales para lograr algún día lo que me falta: una mente tranquila, un corazón abierto, la libertad, el despertar, la consciencia de Dios, el perdón, etc. Esto es lo que los budistas llaman una "idea ganadora" (gaining idea)*. Nuevamente, si miramos de cerca podemos ver cómo esta dinámica de una idea ganadora vuelve a referirse sutilmente y refuerza el sentido del yo separado. Hago esta práctica. Elijo este camino difícil. Me obligo a quedarme aquí inmóvil, tratando de calmar los pensamientos y las emociones que surgen en mi conciencia.

(* Más o menos quiere decir que si practico ciertas cisciplinas conseguiré aquello que anhelo.)

Visto a través de este lente, las consecuencias de seguir un camino espiritual y ser un buscador espiritual con un objetivo espiritual son contraproducentes. En lugar de liberar el sentido del yo, lo refuerzan. En lugar de resolver la dualidad sujeto-objeto, la emplean. En lugar de abrir mi conciencia al misterio de la existencia, me dan formas de definirlo.

Y, sin embargo, sería un error descartar todo el currículum religioso y espiritual de la humanidad porque algunas de sus expresiones pueden enredarnos en los mismos apegos de los que tratan de liberarnos. A pesar de las trampas descritas anteriormente, los caminos espirituales pueden cumplir una función positiva. Vemos evidencia de esto en las experiencias de almas iluminadas a lo largo de la historia. Entonces, ¿qué hace falta para que un camino espiritual sea efectivo?

El arte de despertar

Si enfocamos el viaje por el camino espiritual como un arte en lugar de como una práctica o una disciplina, podemos evitar la idea ganadora que nubla este proceso. Todo arte requiere disciplina, pero la disciplina sola no produce arte. El gran arte llega a través de la apertura del artista a lo desconocido y lo inesperado, además de su historia de práctica y habilidades desarrolladas. De la misma manera, hay un proceso de maduración en el que las prácticas espirituales pueden servir para llevarnos a una disposición desde la cual podamos abrirnos más fácilmente más allá del camino, la maduración y la preparación.

Aquí nuevamente vemos la contradicción inherente en la idea de un camino espiritual. Las enseñanzas y las prácticas son útiles en la medida en que nos preparan para darnos cuenta de lo que ya es verdad. Cuando finalmente nos damos cuenta de "eso que ya es verdad", nos damos cuenta de que ha estado aquí todo el tiempo, y nunca fue necesario prepararse para reconocerlo.

Sin embargo, podemos apreciar cómo todas las prácticas que hemos utilizado ―sentarse en silencio, repetir el mantra, cantar zikrs, girar en círculos, rezar, visualizar deidades, meditar, indagar sobre la naturaleza del yo, practicar koans, etc.― más todas las enseñanzas a las que hemos estado expuestos pueden hacernos madurar de dos maneras básicas. Primero, pueden alentarnos a considerar la posibilidad de que no seamos un yo separado, sino la conciencia transparente dentro de todo ser. Esto es inicialmente una consideración intelectual ― las enseñanzas y las prácticas nos invitan a relajar nuestras suposiciones sobre lo que es real. Permitimos la posibilidad de que las cosas no sean como las habíamos imaginado. Permitimos la posibilidad de que la realidad ―todo este universo tal como lo conocemos― está despierta. Permitimos la posibilidad de que la conciencia familiar que experimentamos como el fundamento de nuestra percepción cotidiana sea continua con la conciencia infinita que es el fundamento de todo.

Este tipo de ideas tienden a expandir nuestra capacidad de sentirnos cómodos sin saber las respuestas y sin necesidad de saber. Nos ayudan a dejar de tratar de definir el mundo y a nosotros mismos. Nos dejan espacio para lo indefinible.

La segunda manera en que las enseñanzas y prácticas espirituales pueden servir para hacernos madurar es ayudando a aclarar las tensiones internas de nuestra vida mental y emocional. Por "aclarar" me refiero a su capacidad para ayudarnos a reducir la velocidad y el volumen de los pensamientos, tomar conciencia de los patrones habituales de pensamiento, liberarnos de los apegos e identificaciones, y abrir nuestros corazones a la simple presencia. Desde esta perspectiva, podemos ver cómo un camino puede ayudar a crear condiciones en nosotros y en nuestras vidas, por medio de las cuales es más probable que nos abramos a la presencia transparente de la conciencia.

A través de estas dos funciones ―abrirnos a la posibilidad de nuestra verdadera naturaleza y clarificar nuestro entorno mental y emocional para que estemos en condiciones de realizar esa naturaleza― las prácticas espirituales pueden servirnos en nuestro camino. Mientras enfaticen estas dos funciones, no nos engañarán. Las enseñanzas y las prácticas deben ser totalmente humildes a este respecto, reconociendo sus límites.

Siempre es tentador creer que si aplico esfuerzo, disciplina y concentración, me transformaré y algún día lograré despertar. Esta es la ilusión de ser un buscador que sigue un camino hacia un objetivo. Simplemente no hay yo que pueda aplicar esfuerzo o ser transformado. El despertar no es algo que hay que lograr porque ya es la naturaleza de las cosas. Nunca podemos hacer nada para despertar porque está aquí.