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Artículos - Johan van der Kooij

La auto-realización:

"Un pequeño globo que obtienes cuando compras un par de zapatos nuevos"
Por Johan van der Kooij

Después de un paseo espiritual que duró casi treinta años, inesperadamente me encontré cara a cara con lo Desconocido. Un encuentro sumamente aleccionador porque descubrí: Yo soy lo Desconocido.

Johan van der Kooij

Mi búsqueda espiritual comenzó en los años setenta cuando conocí a Wolter Keers. Estaba buscando un profesor de hatha-yoga y no sabía mucho sobre advaita o la auto-realización. La iluminación era para mí algo reservado para los yoguis del Himalaya y los místicos medievales. Wolter Keers acababa de jubilarse y dedicó mucho tiempo a editar la revista Yoga & Vedanta. Además, dio conferencias sobre advaita y tradujo el discurso de Jean Klein en Holanda. Me sentía como en casa en el desordenado salón de clases de 's-Gravelandseweg donde me reunía con Wolter regularmente y hablábamos sobre los asuntos de la vida y el advaita. Me impresionó su visión y sus historias sobre Ramana Maharshi y Krishna Menon con quien había estado "estudiando" en la India.

Sentí una gran amistad por Wolter y a mediados de los años setenta me mudé con él y con otros "adictos al advaita" al sur de Francia para establecer un centro de yoga-advaita a petición de Jean Klein. Alquilamos una casa fantasma bastante grande en las montañas y organizamos seminarios para invitados holandeses. Wolter y Jacques Lewensztein escribieron allí las primeras páginas de Yoga as the art of relaxation (El yoga como el arte de la relajación). Fue una época muy especial con mucho advaita y hatha-yoga. Yo comencé a trabajar en una traducción de estudio de I Am That (Yo Soy Eso). Más tarde, Wolter realizó la traducción formal. Wolter daba discursos sobre advaita y además vivía un estilo de vida alegre, por así decirlo. Ese fue el comienzo de un desacuerdo entre Wolter y Jacques. Wolter hacía lo que le apetecía y se conformó con los samskaras de cinco generaciones de predicadores que le precedieron. Eso era completamente contradictorio con el estilo de vida de los otros de la "comuna", quienes se esforzaban por ajustarse a las normas de salud del hatha-yoga. En la práctica, todo se reducía al hecho de que yo preparaba el arroz integral, pero nos íbamos a comer unas ricas pizzas y a beber vino tinto a la cafetería del pueblo. Hubo humor y dinámica, pero no logramos permanecer juntos como grupo. Volvimos a Holanda después de medio año.

La colaboración entre Jean Klein y Wolter Keers llegó a su fin a finales de los años setenta. Wolter era un joven que normalmente estaba cabreado. Durante una de las conferencias que dio Jean Klein en Holanda, alguien preguntó si los animales también pueden iluminarse. Antes de que Jean Klein pudiera responder, Wolter propuso que llevaran una jaula con conejos a la siguiente reunión para ver si se llegaban a realizarse. Y eso fue demasiado radical para el caballero Jean Klein, que ya no permitió que Wolter tradujera sus conferencias.

Wolter eligió su propio camino a partir de entonces y se alió más al estilo de Nisargadatta a quien visitaba a menudo en Bombay. En mi opinión, Jean Klein era un auténtico gurú. Me fundía en su presencia, pero noté con desilusión que la auto-realización no me había llegado.

Caí en una depresión advaita. Decidí visitar a Nisargadatta en la India con la esperanza de encontrar la liberación. En las calles perdidas de Bombay, muchos auto-realizados caían como manzanas maduras de un árbol, según Wolter. Sabía que no podía esperar demasiado. Nisargadatta tenía cáncer de garganta. Cuando llegué a la pequeña habitación de Maharaj, sentí un profundo reconocimiento: aquí era donde quería quedarme, aquí era donde quería morir, pero la realidad fue diferente, me echó después de tres días. Él era implacable, quizás no regresaría nunca. "Haces demasiadas preguntas... tienes que llegar al silencio". Aún recuerdo lo atemorizado que me sentía ante él. ¿Por qué? Yo tenía 28 años, estaba saludable y fuerte. Él tenía ochenta años, era viejo y estaba enfermo, pero algo en mí sabía que este hombre podría matar algo en mí que yo no podía dejar ir. Le escribí una carta rogándole que me permitiera volver. Maharaj le preguntó a un amigo mío: "¿Cuándo te vas de Bombay? ¿La próxima semana? ¡Llévatelo contigo!" Fin del ejercicio.

Regresé de la India desilusionado, fui a ver a Wolter y me dijo: "No te enojes, lo más importante ya ha sucedido. Estás flotando en el río que llega al océano por sí mismo, no pongas tanto énfasis en la auto-realización: Es algo así como un pequeño globo que obtienes cuando compras un par de zapatos nuevos".

Wolter tenía un viejo deseo de escribir un libro sobre las similitudes entre el cristianismo y el Vedanta Advaita: Jesus and the Yogi (Jesús y el Yogui). Wolter me pidió ayuda práctica con esto. Debíamos comenzar el primer lunes de enero de 1985. Esa helada mañana de invierno me llamó para decirme que estaba enfermo. Esa fue la última vez que hablé con él. Murió dos horas después.

Con la sensación de que "aún hay algo que no está bien en mi vida", seguí visitando a varios maestros como Byron Katie, Hans Stiekema, Madre Meera, Isaac Shapiro, Barry Long, Ramesh Balsekar, Tony Parsons pero nada especial sucedió y lentamente comencé a renunciar a la idea de "iluminarme". Un buen amigo me preguntó: "¿Has hecho todo lo que podías hacer?" Sí, había visto suficientes gurús, había leído suficientes libros, había profundizado en el advaita, ¿qué más podía hacer? Puse el advaita en la nevera.

A los cuarenta y dos años, una amiga predijo que mi vida se pondría patas arriba. Estaba positivamente convencido de que eso no me pasaría a mí. Pero la crisis de la mediana edad trastornó toda mi vida. Perdí interés en mi trabajo, me internaron en el hospital para operarme y ya no sabía lo que quería.

Elegí la psicoterapia transpersonal, una síntesis de espiritualidad y psicología. Me interesé tanto que me especialicé en eso. Siempre sentí una rivalidad entre los "espirituales" y los "psicólogos". Los "psicólogos" enfatizan la importancia de investigar los traumas mentales y piensan que los "espirituales" con demasiada frecuencia solo esconden sus emociones bajo la alfombra. Los "espirituales" por otro lado piensan que los "psicólogos" pierden el tiempo moviendo muebles, como acertadamente lo expresó Jean Klein. Wolter Keers decía al respecto: "Si tratas de resolver todos tus problemas en esta vida, entonces después podrás resolver los problemas de tu vida anterior." En otras palabras: si creas soluciones dualistas para problemas dualistas, entonces surge el peligro de que comiences a creer en la perspectiva dualista, con todas las consecuencias (por ejemplo, perpetuar la creencia-yo). Esa perspectiva nunca da resultados definitivos porque te mantiene ocupado resolviendo problemas que no causan el problema real. Es como poner gasolina en un automóvil que no tiene motor.

Claridad

Una mañana de primavera de este año estaba pensando en mi futuro. Había renunciado a mi trabajo y estaba preocupado por el curso de mi vida. Cuanto más pensaba en ello, más me daba cuenta de que no sabía. Sin importar cómo lo mirara solo era capaz de aceptar: no sé. Cada pensamiento sobre el futuro era un concepto, una invención. Esta idea de no saber se hizo más fuerte, me sorprendió y aterricé en un estado de vacío mental. No podía hacer más que aceptar este vacío y sentarme a meditar diariamente. Me hundí en un vació acogedor, claro y espacioso. Después de unos minutos, de repente me di cuenta de que estaba rodeado de algo que solo puede llamarse "una presencia enorme". Una enorme explosión volcánica había tenido lugar en y alrededor de mí. Comprendí que esta enorme presencia solo podía estar allí porque yo estaba vacío. Un yo, que estaba acostumbrado a decir, "¡Ajá! yo experimento esto", fue dejado de lado: ya no había lugar para un yo-dueño de los pensamientos. Solo espacio para un testigo. Veía mis pensamientos como ratones corriendo hacia el desierto.

Después, dos cosas se volvieron claras como el cristal: ese "pequeño grupo de pensamientos" que corría hacia el desierto, yo no era eso. Para mi gran sorpresa, me di cuenta de que yo era exactamente lo contrario, la enorme presencia. Nadie ni nada en el mundo me convencería de que podría ser de otra manera. Había encontrado mi centro.

Después de esta profunda realización, "la presencia" desapareció nuevamente dejando un eco de silencio y claridad detrás. Todo parecía tan natural que no se lo conté a nadie. Mi vida diaria continuó en los días siguientes. Mis meditaciones se volvieron más silenciosas y más profundas. Si dirigía mi atención hacia dentro, hacia mi centro, no descubría nada allí, sino de nuevo absolutamente NADA... Y si dirigía mi atención hacia fuera, notaba que ese "fuera" no tenía límite. Era como un universo infinito en expansión.

Pero no todo era Cielo y gloria. Fui sacudido de un lado a otro. Un día me encontraba estable y en equilibrio, y al otro me asaltaba alguna emoción o ansiedad. Cuando fui sacudido por enésima vez, ya estaba harto y en ese momento fluía una nueva autonomía en mí: no puedo decir que tomé una decisión, más bien algo en mí elegía silencio y claridad, todo lo demás fue dejado atrás.

¿Qué cambia entonces después de la auto-realización?

Cuando se le hizo esta pregunta a Ramana Maharshi, respondió: "Antes de la auto-realización me encantaban las fresas, ahora me siguen encantando las fresas". Por lo tanto, en cierto nivel, nada cambia. En mi cuerpo aparecen sensaciones, pensamientos y sentimientos, pero ya no pretendo ser quien los produce o que son de mi propiedad. La consciencia crea formas que Yo, como sujeto último, conozco como objetos. Ahora que ya no reclamo los sentimientos y pensamientos (y tampoco la ansiedad) como míos, la urgencia de influir en los pensamientos y sentimientos también ha desaparecido. Me encantaría cambiar mi viejo auto por uno nuevo, pero no necesito un auto nuevo para tener paz. Para estar en paz no necesito nada en absoluto, porque yo soy eso. Ese es mi estado natural: ser uno sin la sensación de que hay que satisfacer todo tipo de condiciones.

Cuando era niño me fascinaba la centrifugadora que teníamos en casa para secar la ropa. Allí se desarrollaba una metáfora: mientras la ropa en el cilindro era expulsada hacia afuera, en la parte central del cilindro se formaba un vacío. Sin importar la velocidad con la que girara la centrifugadora, la parte del centro siempre estaba vacía.

Lo mismo sucede con los pensamientos y sentimientos. Ellos nacen de un centro vacío, independientemente de lo destructivos o celestiales, positivos o negativos que puedan ser los pensamientos, el vacío nunca deja de ser el vacío. Antes, habría hecho todo lo posible para silenciar mis pensamientos a través de todo tipo de métodos. Eso era un error, la mente humana está exactamente condicionada para generar pensamientos. No hay nada malo con un pensamiento o sentimiento, sino con todo el lloriqueo que viene después. El lloriqueo intenta crear felicidad con todo tipo de fuerza. Ahí es donde comienza el juego de seducción: si hago esto, o hago aquello, entonces seré feliz... eso significa problemas, porque la felicidad no es divisible. Una y otra vez, mi ilusorio pensamiento "yo" tenía que estrellarse contra una pared, una y otra vez tenía que darme cuenta de que estaba en un callejón sin salida; que esto no me conduce a nada.

Solo cuando la idea de hacerme feliz se rindió, la gran realización emergió. Y no tuve que buscar esa gran realización, estaba completamente en mí.

Johan van der Kooij. Octubre 2002
(Traducción de Tarsila Murguía)

Fuente: Amigo Magazine #5, Febrero 2003