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Extractos - Consuelo Martín

Vivir en Espíritu y en Verdad

...la Verdad que ilumina nuestra vida

Introducción por Consuelo Martín
Vivir en Espíritu y en Verdad

Estas investigaciones señalan una manera de vivir "de verdad". Cuando recibimos conceptos, palabras y las archivamos en la memoria no por ello accedemos a la Verdad. Por eso al investigar en estos momentos sobre la vida verdadera hemos de comprender el lenguaje que se presenta de una manera nueva, desde un amplio espacio que trascienda las zonas conocidas de la mente. Así, de manera natural, imperceptible para esos lugares habituales del pensamiento, comenzaremos a mirar con ojos nuevos aquello que, invisible, se encuentra detrás de las apariencias.

Descubrir lo desconocido en este sentido es acceder a la realidad, nuestra intima y totalizadora realidad que no puede ser pensada, programada o repetida por la memoria, la última verdad abierta a lo infinito. Y éste es el anhelo, más o menos consciente en cada ser humano pero siempre constante en la humanidad, que se ha expresado muchas veces en forma simbólica en las distintas tradiciones de sabiduría.

Si en algún momento del tiempo siempre aparencial nos encontráramos fuera de la Conciencia espiritual o verdadera, estaríamos perdidos en la "opinión de los mortales", tal como nos recordaba Parménides en los orígenes de la filosofía occidental, o en "la ilusión", el sueño de la ignorancia colectiva, como leemos en las Upanisad y Sankara en la filosofía de Oriente. Este dominio de las apariencias, al que aluden los textos de sabiduría perenne, está muy transitado por lo que controla e interpreta nuestras vidas.

Pero cuando, desde la profundidad de la Conciencia (1) que somos, surge la intuición primero y la evidencia después de la Verdad, comienza a vivirse la aventura existencial bajo la protección de aquella luminosidad a la que se ha dado en alguna tradición el nombre de "fe". Descubrirla es contactar con el Espíritu, nuestro verdadero Ser, y nada tiene que ver con las creencias religiosas, filosóficas o científicas que suelen amueblar los lugares superficiales de nuestras mentes.

Hablamos de una fe sin objeto, que no se apoya en algo, lo que no saldría de una consigna conocida. No es fe en las afirmaciones de un grupo o una época a los que creo pertenecer. Es una secreta certeza a la que acompaña total confianza, una guía que da sentido inesperado a nuestra existencia. Como un enamoramiento más y más intenso, se expresa en amor a todo y a cada situación, persona o cosa y sólo se comprende a partir de la infinitud de ser lo que somos.

Siempre ha habido, hay y habrá seres humanos que viviendo en contemplación ―en Espíritu y en Verdad― comunican de alguna manera su descubrimiento gozoso a quienes se muestran dispuestos a esa apertura de mente y corazón. Investigar sobre las verdades que nos conducen a la Verdad como estado de Ser es a la vez reflexión y contemplación y consiste en un aprender y enseñar espontáneo, porque el contacto con lo verdadero afecta a la humanidad por la interrelación que nos incluye en una realidad holística, unitotal.

Como brotan en primavera las flores y en verano los frutos, van apareciendo los bellos efectos de nuestra contemplación desde el Espíritu que somos y la Verdad que anhelamos. Por amor a la Inteligencia sagrada, por amor a la Verdad que nos acerca a ella, nos abrimos a "la gracia" de vivir desde nuestro Ser.

Se nos dieron muchas indicaciones sobre aquel camino que no se parece a ninguno conocido, el que no va a parte alguna sino que descansa en lo Eterno, pero las más de las veces no las entendimos. Jesús, el Cristo, lo expresó con claridad: "Lo que nace de la carne es carne y lo que viene del Espíritu es Espíritu". El sentido parece oscuro porque es más amplio que la simple alusión al cuerpo físico, ya que Jesús usaba la terminología simbólica de la tradición judía y en ella se aplica la palabra "carnal" al ámbito limitado y superficial del ser humano. En efecto lo que se origina en ese lugar de meras apariencias, lo que aparece en la temporalidad y muere en ella, tanto si se trata de un pensamiento, emoción o acción, es carnal, podríamos decir que es ilusorio. Mientras lo que tiene su origen en el Espíritu, lo eterno, es verdadero.

Aceptando lo paradójico ―porque de lo contrario nos limitaríamos a lo conocido―, todo es Conciencia. ¿Eso afecta a mi vida? Lo que llamamos realidad es un holograma, un bello esquema geométrico dentro de otro esquema, por lo que en cada punto del universo que percibimos se encuentra oculto a nuestra vista la totalidad de lo real. Podría ver así que todo lo que se me presenta alrededor son diversos diseños trazados por la Conciencia sagrada. Así, el amor a la belleza por sí mismo produce infinidad de apariencias bellas que se hacen y se deshacen en el tiempo.

Quizá no estés comprendiendo bien lo que considero cosas reales. Una flor es un universo como lo es el espacio del firmamento y señala un universo más y más amplio o restringido ―según los parámetros e nuestra mente―. Nuestra mirada está tan restringida que no deberíamos confiar tanto en ella. Muchas situaciones fuera de nuestras condiciones pensadas nos parecen extrañas cuando lo único extraño es nuestra inconsciencia.

A veces se abre una misteriosa puerta que nos permite un atisbo de Verdad sagrada. Descubramos ese camino abierto a lo eterno. Vivamos desde la Verdad del Espíritu.

Notas:
  1. El término "conciencia" se puede entender como "conciencia de algo" ―percepción a distintos niveles de limitación conciencial― o como "Conciencia en sí misma" de la que deriva la totalidad de lo concienciado, tal como se utiliza en la metafísica de la tradición Vedanta advaita. Ésto marca una diferencia fundamental en la vivencia de los diferentes estados de consciencia y lo trascendente a ellos.
    En el libro se distinguirán los términos indicando la "Conciencia en sí", o absoluta, con mayúscula y la consciencia que deriva de "ser consciente" con minúscula y "s" tras la primera "n".
Fuente: Consuelo Martín. Vivir en Espíritu y en Verdad (Obelisco, 2017)