Ruta de Sección: Inicio > Artículos >Extractos > Artículo

Extractos - José María Martínez Gaspar

Vivencias en la Intemporalidad

Palabras dictadas desde la Nada.

Del Prefacio por José María Martínez Gaspar
Vivencias en lo intemporal

La conciencia es simplemente un espejo donde multitud de objetos, animados e inanimados, son creados en un simple y perfecto holograma de luces y sombras como un teatro chino, una enorme pantalla donde la película de la vida toma forma, colores, olores y sonidos, y los personajes desarrollan el drama de sus propias vidas. Esta apariencia de relaciones, eventos, suscitan una enorme complejidad de interacciones, donde el espacio y el tiempo, aparentemente, son creados. No podemos decir que el espacio y el tiempo sean elementos independientes, ya que ambos son creados al unísono. En el mundo físico sería más preciso hablar de espacio-tiempo. Si colocáramos un vaso vacío en una mesa y preguntáramos qué es lo que observan los demás, dirían que ven “un vaso vacío”. Para ello no se necesita nada más que estar consciente, reconocer el concepto de “vaso” y el concepto de “vacío”. Ahora, si apartamos el vaso de la mesa y preguntáramos a nuestros amigos qué es lo que observan en este momento, dirían con certeza “que nada”, “no hay nada”. La mente no se percata de que sigue existiendo algo, ese algo es el espacio, el vacío, que siempre permanece aunque parezca estar ocupado con el vaso.

Es tan evidente y obvio que la mente no se percata de que nada esencial ha cambiado, porque la función de la mente, básicamente, es dividir, separar, analizar, diseccionar el hecho, el fenómeno, pero no percibe directamente lo obvio. Esa función es atributo innegable de la conciencia, la cual permea todos los objetos, el espacio y todo el universo manifestado. Por ello, la mente, no es el instrumento adecuado para conocer la unicidad. Es como intentar ver los anillos de un planeta de una galaxia muy lejana utilizando nuestros propios ojos.

Al indagar en nuestra propia mente, observamos que está adornada de múltiples conceptos, imágenes, recuerdos y memorias del pasado, que consciente o inconscientemente han quedado grabados formando una película de aparente continuidad. Esa continuidad, alimentada por el personaje soñado, es el llamado yo o ego, que adopta multitud de caras, con sus constantes cambios emocionales y mentales, luchando continuamente por adueñarse del presente inmediato. Asimismo, el presente como un espacio resbaladizo y diminuto, se estrecha con la intensidad del esfuerzo, la voluntad, el empeño y todas las esperanzas, que son disfraces de la ansiedad y la preocupación por el futuro. Obviamente, el personaje soñado no alcanza a ver su propia miseria, enfrascado en toda esta interminable y agotadora actividad pensante. Tampoco es consciente de que esos pensamientos no son de su propiedad, pues acostumbrado a esa rutina mental, certifica que le son propios, e intenta apoderarse de ellos para construir una imagen de sí mismo.

Este proceso de identificación se lleva a cabo de manera constante, sin apenas intervención de nadie. La mente es como un río donde los pensamientos como peces deambulan arriba y abajo. Los terapeutas te dirán que cuando el río fluye, tenemos un individuo sano. Cuando el río tiene zonas donde se estanca, el agua se pudre, y entonces aparece el individuo enfermo, es decir, una mente con problemas. No existen individuos sanos. Todos los individuos están prácticamente enfermos, lo sepan o no. Si preguntas a la gente, observarás que hasta el individuo más próspero, vive con problemas. Luego entonces surge la pregunta. ¿Es posible vivir sin una imagen de sí mismo? ¿Es posible vivir una vida plena, sin problemas en absoluto? Para el ego, esta pregunta es aterradora. Supone el desmembramiento absoluto de todo lo conocido, de todo aquello que le aporta seguridad en el sentido psicológico de la palabra. Porque básicamente, nuestro propio ego es el problema. No es que los problemas existan por sí mismos, sino que es nuestro propio ego el que adopta un campo energético nocivo, llamado problema.

Volviendo a nuestra anterior pregunta, que no es una pregunta meramente intelectual, sino totalmente existencial, ¿podemos responder a los retos de nuestra existencia, sin convertir los hechos en un problema? No estamos hablando en absoluto de renunciar a los objetos materiales, a nuestras posesiones, a nuestras relaciones, a nuestras familias, para convertirnos en ascetas mendicantes, sino en el plano psíquico, donde los objetos pensantes (ideas, creencias) orbitan en un colapso parecido a una autopista con retenciones en hora punta. ¿Es eso posible? ¿Es posible vivir desnudo de creencias, ya sean agradables o desagradables, opiniones formadas o ideales políticos o sentimentales? Es una cuestión de enorme trascendencia, yo diría que fundamental si queremos un cambio en nuestra conciencia como seres humanos.

Existe mucho teólogo dogmático en el mundillo de la espiritualidad. Mucho vocero de otros modelos, sistemas, filosofías que reparten conceptos metafísicos muy elaborados, a los cuales se adhieren seguidores y defensores del devenir. Si un concepto es afín a la mente personal, entonces es acogido, hecho propio, convirtiendo lo real en un esqueleto osificado donde todo el andamiaje ideológico se sustenta. Si no es del agrado de esa mente, entonces es rechazado, al no coincidir con la imagen idealizada del propio pensador. No es obvio para el pensador, que lo pensado está muerto desde el momento que no es vivenciado como un hecho. Presuponen que la mejora del bienestar psicológico va acompañada de un llamado “despertar espiritual” que en un futuro se desplegará, acompañado de luminosos espacios y sonidos celestiales. Todos basados en la esperanza de que algún día, el sufrimiento psíquico cesará y sus problemas mundanos y de relación serán resueltos.

El error fundamental consiste en continuar con las mismas pautas que el personaje del mundo de vigilia aplica en la consecución de sus objetivos materiales, ya sea en el campo del trabajo (manual, intelectual, político) al llamado campo cognitivo o psiquis. Esta energía dividida entre lo real, el hecho en sí mismo, y el ideal, ha llevado a la humanidad al estado actual de cosas. Una situación donde la mente racionalista, idealista, romántica, ha perpetuado el estado de sueño del ser humano. Apoyada en la constante hipnosis colectiva intentamos despertar de un mundo irreal a lo llamado real. Así es como existen la violencia, el odio, los antagonismos, la miseria, la ansiedad y la preocupación constante de cambio.

Nosotros no queremos convertirnos en eso, en propagandistas de un mundo viejo, con toda la carga del pasado, sus condicionamientos, modelos de comportamientos (sociales, culturales e ideológicos), sino que simplemente preguntamos para inquirir si todo este pensamiento obsoleto, que nos ha llevado a la decadencia, es posible transmutarlo para crear un mundo nuevo, no reformado, sino totalmente distinto, no opuesto (lo que nos mantiene en el péndulo del viejo problema), sino algo “irreconocible”, en el sentido de ruptura total con lo anterior. No vivir de prestado, sino mantener una viva relación con lo manifiesto, sin que la parte interfiera en el todo, ya que aquella ha producido la aniquilación de las civilizaciones.

Si Vd. se lo pregunta, debe mantener esta cuestión en su mente, hasta que la pregunta y la propia mente, infectada de todo lo conocido, pueda estallar, para crear un universo donde en cada momento descubra por sí mismo, sin ayuda de otros, la maravilla de estar vivo y en contacto real con la naturaleza, los seres humanos y las criaturas que habitan este nuevo mundo. Buda no tuvo tantas oportunidades como usted. Él tuvo que luchar contra su destino humano, pasar miserias y aflicciones, austeridades y penitencias, pero usted tiene la fortuna de no tener que combatir estas penosas situaciones. Él lo hizo para usted, mostrándole el falso camino. Si comprende profundamente la esencia de estas palabras y va más allá de ellas, usted se descubrirá a si mismo reflejado en el espejo de la Vida. No hace falta subir a las montañas. Usted está en la cima. Sólo deje de pensar que habita en el valle, en la llanura del sufrimiento autocreado y perpetuado por el recuerdo, la memoria y la anticipación.

"En el silencio todo surge,
y en él todo se desvanece"