Ruta de Sección: Inicio > Artículos >Extractos > Artículo

Extractos - James Low

Un estado natural de perfección

Por James Low

Los principios básicos del dzogchen

James Low

Los principios básicos del dzogchen son importantes porque el dzogchen, como práctica y como comprensión, difiere de otros caminos del budismo. En la visión dzogchen, la base del despertar ya la tenemos. Por lo tanto, el camino del despertar no es un camino que va a un punto ni su resultado es estar en algún lugar. Se trata más bien de buscar la manera de estar presente como uno mismo, que sucede cuando exploramos qué significa ser uno mismo.

Para lograrlo, necesitamos desarrollar una capacidad de observamos a nosotros mismos a través del conjunto de nuestra manifestación. Los pensamientos, sentimientos, sensaciones y movimientos del cuerpo forman los constituyentes a partir de los cuales surgimos como nosotros. Si nos identificamos con ellos, parece que definen quienes somos.

Un aspecto de observación es la claridad, a través de la cual se revelan los diferentes factores tal como son. De hecho, existimos como la coemergencia o integración de los dos factores: una apertura que deja ver todo lo que existe y la naturaleza precisa de todo lo que existe. No es nada místico, ni tampoco simbólico; no pertenece a un sistema concreto de interpretación. La meditación dzogchen se resiste a la tentación de caer en la interpretación.

Cuando éramos pequeños, nuestros padres y los profesores en la escuela nos alentaban a tratar de comprender un poco más, de pensar un poco más y a detenernos en los pensamientos como bloques para poder comprender. Conocer el mundo y cómo funciona aporta cierta claridad pero las condiciones cambian y nuestro conocimiento se desfasa rápidamente.

En el dzogchen aspiramos a despertar a la cualidad de la presencia natural, una manera concreta de conocer que no depende de las circunstancias. El aspecto más importante de esta práctica es confiar en nuestra capacidad para relajarnos. De manera general, en los textos budistas se explica que la base del samsara es la ignorancia, y la ignorancia conduce al apego. La palabra "ignorancia" puede inducir a pensar que hay un tipo de desorden cognitivo y que tenemos que aprender más para deshacernos de ella. Sin embargo, desde la perspectiva del dzogchen, es un problema ontológico sobre la naturaleza del ser. Es decir, perdidos de nosotros y de la base de nuestro ser, aparece la ansiedad y esta ansiedad nos incita a la actividad. Por ejemplo, en un accidente o cuando tenemos una dificultad en la vida, solemos pensar: "¿Qué debería hacer?". Nos movilizamos y nos volvemos muy activos.

Por supuesto, en ese estado de agitación, nuestra atención selectiva identifica un montón de cosas que hacer y, cuantas más hacemos, más hay que hacer. Todas las religiones son muy generosas mostrándonos a la gente ocupada con miles de tareas: postraciones por la mañana, luego llenar los boles de agua, limpiar el altar, recitar mantras. .. Siempre hay algo que hacer. En el budismo tibetano hay miles de dioses. Primero rezas a los budas, luego a los bodisatvas, también a todos los dioses y a los protectores del darma. Son un montón de oraciones. En cuanto les dices hola, la siguiente vez que te aproximas, tienes que llamarles por su propio nombre porque, de lo contrario, es un poco grosero. Es una buena actividad pero es actividad.

En dzogchen nos preocupa comprender la naturaleza de la actividad. Es decir, en qué consiste el movimiento del cuerpo, qué es el movimiento del cuerpo. Qué es la sensación del cuerpo, la experiencia de hablar, de escuchar, comer, pasear. Qué es la emoción.

Los móviles, por ejemplo, se han inventado para mantenernos ocupados. ¿Os imagináis al Buda sentado bajo el árbol bodhi en Bodhgaya, listo para la iluminación, y que suene un móvil? ―Es su madre. ―"Querido, ¿estás bien? He oído que te has quedado muy delgado...".

Un estado natural de perfección

El punto central de la práctica de dzogchen es la claridad de que hay desde el principio un estado natural de perfección en todos los seres: humanos, animales, insectos, en todo lo que tenga vida. La práctica está diseñada para dejar ver esta perfección natural. Es decir, no tratamos de construirnos mejor; no tratamos de mejorar o de desarrollarnos ya que el despertar es despertar a la perfección que ya está ahí.

Hay dos aspectos: lo que a veces se denomina la naturaleza de la mente misma, es decir, nuestra propia naturaleza cuando estamos aquí sentados juntos. Es apertura, no hay nada cerrado o definido o condicionado. Es una cualidad desnuda, no cubierta por hábitos o suposiciones kármicas; está ahí autornáticamente por si misma. Es el estado de presencia espontánea que lo ilumina todo tal como un espejo ilumina todo lo que está frente a él. Igual que los reflejos que se proyectan no tocan al espejo, nada de lo que surja condiciona, distorsiona o mejora nuestra presencia espontánea. Este estado nunca se mueve, nunca cambia.

Dentro de este estado (1), todo se mueve porque nada es estable o fiable. El mayor problema del samsara es que tratamos de estabilizar lo que no puede estabilizarse. Intentamos que nuestro estado mental sea estable, que los otros sean estables y dignos de confianza y lo que encontramos es que siempre pasa algo y, como el Buda dijo en múltiples ocasiones, que todo es transitorio.

Cuando estamos en la experiencia más que pensando en ella, percibimos que todo es dinámico y cambiante instante a instante. Vemos que cada uno de nosotros está en el centro de este mundo desarrollado. Quien está en el centro del mundo en movimiento, no se mueve. Nuestra presencia lúcida, que nunca se mueve, y este juego incesante, son inseparables en la no dualidad. La quietud infinita de la presencia lúcida y el movimiento incesante del mundo, incluidos nosotros, no son dos campos diferentes. Lo que llamamos "mi cuerpo", "mis pensamientos", "mis sensaciones" o "mis sentimientos" son movimientos de energía, no hay nada estable en nuestra existencia. La respiración entra y sale todo el tiempo, la sangre va y viene, los impulsos eléctricos del cerebro son incesantes, las hormonas y el sistema endocrino funcionan constantemente, propiciando la comunicación en el cuerpo. El cuerpo no es una cosa, es un gran río de cambio, y lo mismo ocurre con las sensaciones, los sentimientos y los pensamientos. Cuando experimentamos el movimiento constante de experiencia, nos damos cuenta de que en ese movimiento no hay nada a lo que agarrarse. Pero no nos perdemos porque la base de dicho movimiento es completamente inmóvil.

Nuestra naturaleza es siempre tranquila y reposada en medio del movimiento, que no para. Es la visión básica en dzogchen. No se trata de intentar iluminarse aunque "la iluminación" sea un estado especial que, si nos esforzamos, un día podremos lograr, un lugar en el que estaremos seguros. Cuando miramos directamente la fenomenología de nuestra existencia, observamos que los pensamientos van y vienen. Los malos pensamientos, igual que los buenos, van y vienen. Todos los constructos son transitorios pero la inasible e indestructible presencia lúcida está siempre ahí.

Notas:
  1. "Dentro de este estado" quiere decir que el estado de presencia lúcida, la inseparabilidad de presencia y vacuidad, que es el darmakaya mismo, nunca se mueve. Es el estado inmutable pero también la base o fuente de toda experiencia. La experiencia no surge de ese estado y va a otro lugar, más bien aparece dentro de él, tal como el reflejo está dentro o en el interior del espejo. Este estado es infinito, nada pasa fuera de él, no hay ningún lugar al que ir.
Fuentes: James Low. Dzogchen - enseñanzas y meditación budistas Ediciones Dharma, 2013