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Extractos - Ken Wilber

Lo No Dual

Por Ken Wilber
Ken Wilber

¿Conoce usted el dicho Zen: "¿cuál es el sonido de una mano aplaudiendo?". La estructura habitual de la experiencia normal es que necesitamos dos manos para aplaudir, tenemos una sensación de nosotros mismos ―como sujeto― "aquí" y del mundo ―como objeto― "ahí", según la cual el objeto ubicado "ahí" impacta en mí como sujeto y, entonces, las dos manos chocan entre sí y aparece la experiencia.

De este modo, la estructura típica de la experiencia es como un puñetazo en el rostro. El yo ordinario es un yo maltratado, maltratado "en última instancia" por un universo que se halla "fuera de aquí". El yo ordinario es un conjunto de contusiones, de cicatrices, el resultado de las dos manos de la experiencia chocando entre sí y los moretones de esos golpes son duhkha, el sufrimiento. Como Krishnamurti solía decir, en el hiato existente entre sujeto y objeto se asientan todos los misterios de la humanídad.

Pero en el estado no dual, desaparecen las dos manos y súbitamente el sujeto y el objeto devienen una sola mano. De repente, ya no hay nada fuera de usted para golpearle, herirle y atormentarle. Súbitamente, no es usted quien tiene una experiencia, sino que es toda experiencia que aparece, liberándose, de ese modo, de inmediato en la totalidad del espacio; usted y el Kosmos entero son una mano, una sola experiencia, un solo despliegue, un gesto de gran perfección. No hay nada ajeno que pueda usted querer, desear, buscar o apresar porque su alma se expande hasta los confines del universo y lo abraza todo con un gozo infinito. Usted está tan pleno y tan saciado que las fronteras del Kosmos estallan por doquier y le dejan, más acá de toda fecha, de toda duración, de todo tiempo y de toda localización, flotando en el océano de la atención infinita. Usted se ha liberado en la Totalidad, usted es la Totalidad, el Kosmos radiante que se contempla a sí mismo, el universo de Un Sólo Sabor, y ése sabor es infinito.

¿Cuál es, pues, el sonido de una sola mano aplaudiendo? ¿Cuál es el gusto de Un único Sabor? ¿Cuál es, cuando ya no hay nada fuera de usted qué pueda golpearle, herirle o empujarle, el sonido de una sola mano aplaudiendo?

¿Ve la luz del sol en las montañas? ¿Siente el frescor de la brisa? ¿Qué hay que no sea, finalmente, evidente? ¿Quién no está ya, en última instancia, iluminado? Como dijo un maestro Zen: "Cuando escuché el sonido de una campana, no había yo ni tampoco campana sino tan sólo tañido". ¡En la experiencia inmediata no hay dos! Ni interior y exterior, ni sujeto y objeto, sólo conciencia inmediata, el sonido de una mano aplaudiendo.

Usted ya no está "aquí", en este lado de una especie de ventana transparente, contemplando a un universo que se halle "ahí". La ventana transparente se ha hecho añicos, su cuerpo-mente se ha desvanecido, usted se ha liberado para siempre de esa prisión, ya no se halla "detrás de su rostro" contemplando el Kosmos, sino que usted, simplemente, es el Kosmos. Usted es todo eso. Ese precisamente es el motivo por el cual puede tragarse el Kosmos y atravesar los siglos sin que nada, nada en absoluto, pestañee. El sonido de una mano aplaudiendo es el sonido del Big Bang, el estallido de la explosión de las supernovas, el sonido del canto del petirrojo, el estrépito de una cascada en un día transparente como el cristal, el sonido, en suma, de la totalidad del mundo manifiesto... y usted es ese sonido.

Ése también es el motivo por el cual su Rostro Original no está aquí. Su Rostro Original es la más completa Vacuidad, la transparencia misma de la que emana todo ese resplandeciente despliegue. Si aparece el Kosmos, usted es eso; si no aparece nada, usted también es eso; en cualquier caso, usted es eso. El hecho es que usted no está "aquí", la ventana ha desaparecido, y la separación entre sujeto y objeto se ha esfumado en la nada. En ningún lugar hay dos, el mundo nunca le ha sido dado en dos veces sino siempre de una sola vez... y usted es eso. Usted es El único Sabor.

Pero ese estado no es algo que usted pueda alcanzar. Este estado no dual, este estado de Un Sólo Sabor, es la naturaleza misma de toda experiencia antes de que usted la cercene. No es posible alcanzar ese estado a través del esfuerzo, porque es la condición real de toda experiencia antes de que usted haga algo con ella. Este estado no construido es anterior al esfuerzo, anterior a cualquier intento de alcanzarlo, anterior a cualquier tentativa de evitarlo, es el mundo real antes que usted haga algo con él, antes incluso de cualquier esfuerzo por tratar de "verlo de manera no dual".

Así pues, usted no tiene que hacer nada especial para despertar o para experimentar lo no dual, porque su misma naturaleza ―su naturaleza anterior a todo movimiento, anterior a todo esfuerzo, anterior a todo artificio― es no dual. Si aparece el esfuerzo, bien, si el esfuerzo no aparece también bien; en cualquier caso, sólo existe la inmediatez del único Sabor, previo tanto al esfuerzo como al no esfuerzo.

En modo alguno se trata, pues, de un estado en el que sea difícil entrar porque, de hecho, es un estado del que resulta imposible salir. Usted siempre ha estado en Él. Ni un solo momento se ha hallado usted en un lugar en el que no pudiera experimentar ese estado ―que no es un estado―, en el que no pudiera experimentar el Único Sabor, la única constante de todo el Kosmos, la única realidad de todas las realidades. Nunca ha habido, desde siempre, un solo instante en el que usted no fuera consciente de este Sabor, nunca ha habido un solo instante en el que no estuviera contemplando directamente su Rostro Original con la contundencia de un soplo de aire polar.

Obviamente, solemos mentirnos y con frecuencia somos poco sinceros con respecto al universo de Un único Sabor, con respecto al sonido primordial de una mano aplaudiendo, con respecto a nuestro propio Rostro Original. Y el objetivo de las tradiciones no duales no consiste tanto en producir ese estado ―lo cual, por otra parte, sería imposible―, sino simplemente en señalárselo hasta que ya no pueda seguir ignorándolo y deje de mentirse a sí mismo sobre su verdadera Esencia.

El estado primordial es anterior, pero no distinto, al mundo de las Formas dualistas. En ese estado primordial, no hay sujeto ni objeto, exterior ni interior, derecha ni izquierda. Todos esos dualismos siguen apareciendo, pero son verdades relativas, no verdades primordiales o absolutas. La verdad primordial es el sonido de la campana, la verdad relativa es el "yo", "la campana", la mente, el cuerpo, el sujeto y el objeto. Todos estos elementos son relativamente ciertos, pero no constituyen, como diría Eckhart, la última palabra.

En consecuencia, no es posible resolver el conflicto inherente a todos los dualismos relativos en el plano relativo. No hay nada que usted pueda hacer para que "yo" y "la campana" se unifiquen, lo único que puede hacer es reposar en el sonido previo de la campana. Este conflicto, en realidad, no puede resolverse sino que sólo puede disolverse, porque resulta imposible reducir el sujeto al objeto o el objeto al sujeto, y lo único posible es reconocer el sustrato primordial del que ambos son un mero reflejo incompleto.

Éste es el motivo por el cual los dilemas inherentes a esos dualismos ―entre mente y cuerpo, mente y cerebro, conciencia y forma, mente y naturaleza, sujeto y objeto, derecha e izquierda― no podrán resolverse jamás en un plano relativo, y la filosofía convencional es incapaz de resolverlos. Éste es un problema que no se resuelve, sino que se disuelve en el estado primordial, lo cual, dicho de otro modo, deja los dualismo tal cual son, es decir, poseyendo una cierta realidad convencional o relativa, lo suficientemente real en sus propios dominios pero, en modo alguno, la realidad absoluta.