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Extractos - Ramesh Balsekar

Lo básico

Por Ramesh Balsekar
Ramesh Balsekar

Cuando los visitantes vienen a verme, la primera cosa que les digo es que cualquier palabra que pronuncie es un "concepto", no la verdad. Añado que cualquier cosa que cualquier sabio haya dicho en cualquier momento de la historia es un concepto; de igual modo, aquello que cualquier escritura o religión haya dicho es un concepto. Un "concepto" siempre es susceptible de interpretación y, por tanto, aceptable para algunas personas y no aceptable para otras. La "verdad" es aquello que nadie puede negar.

Si se pregunta a la mayoría de visitantes si piensan que conocen algo que sea la verdad y no un concepto, no tienen respuesta. Mi respuesta entonces es que realmente hay "una" verdad innegable. Un ateo puede venir a verme, asegurar que ha estudiado el asunto profundamente durante veinte años, tener un doctorado en Religiones comparadas, y estar convencido de que Dios no existe. Yo le respondería que su punto de vista resulta legítimo porque "Dios" es un concepto. Después le preguntaría: Dios puede o no existir, pero ¿acaso tú puedes negar que existes? Esta Consciencia Impersonal del Ser, de la existencia, que nadie puede negar, constituye la única verdad, verdad no susceptible de interpretación. En otras palabras, "yo soy" es la única verdad. "Yo soy Tom, Dick o Harry" no es la verdad: la verdad "yo soy" está cubierta u oculta por el ego personal del individuo.

Este ego individual es el buscador espiritual. Realmente, el ego no existe. Cuando alguien me cuenta que ha venido a mí para destruir su ego de modo que pueda "auto-realizarse" o "iluminarse", me gustaría pedirle que mostrara su ego para poder extraerlo de sí mismo en su presencia.

Entonces, ¿qué es el ego? Esta pregunta también puede plantearse del siguiente modo: "¿Qué entiendes por la palabra "ego"'?". La mayoría de la gente contestaría que el ego es la identificación con un cuerpo que obliga a tener una identidad separada del resto de las personas, y que esta separación provoca la infelicidad. No obstante, la mera identificación con un nombre y una forma no puede conformar el ego, pues incluso un sabio ―a quien se le supone un ego destruido― responde a un nombre y se llama igual que cualquier persona común. En otras palabras, la persona de a pie se considera a sí misma una entidad con un cuerpo y un nombre, "separada de los otros", ¡exactamente igual que el sabio! Entonces, ¿qué distingue al sabio de la persona de a pie? ¿Qué es lo que hace que un sabio sea un sabio? La respuesta consiste en que el sabio accede a la Comprensión Total sin la menor duda de que, en palabras de Buda: "Los acontecimientos suceden, las acciones se llevan a cabo, pero no hay ningún hacedor individual". En otras palabras, la persona de a pie se considera el hacedor de sus acciones y el responsable de sus actos: de igual modo, cada persona cree que es responsable de sus acciones. Sin embargo, el sabio tiene la total y absoluta convicción de que ni él ni ningún otro es el hacedor de ninguna acción, de que toda acción responde al acontecer divino a través de algún organismo cuerpo-mente y no a algo "hecho" por alguien.

En ese momento, surgen las preguntas: "Si nadie es el "hacedor" de ninguna acción, ¿quién vive su vida en este mundo?, ¿quién experimenta felicidad o infelicidad?, ¿quién busca la "auto-realización", la "Iluminación", etc.?". La respuesta inmediata puede resumirse en que creemos que vivimos nuestras vidas pero, en realidad, la vida está siendo vivida a través de los millones de organismos cuerpo-mente. Es el ego el que se cree el hacedor y el que experimenta felicidad o infelicidad. La idea básica es que, siempre que nace un bebé y busca instintivamente el pecho de su madre, la vida no ha hecho más que buscar y es el ego el que piensa que es el buscador, el hacedor, el responsable de sus acciones. Este concepto implica que el ser humano no es más que un instrumento o un ordenador programado de manera única mediante el cual la Fuente de Energía Primordial, o Consciencia, o Dios (o como se prefiera llamar a la Fuente), funciona o realiza las acciones. Dicho de otro modo, la Fuente utiliza los millones de ordenadores humanos, programados de manera única, exactamente como nosotros utilizamos nuestros ordenadores personales. Se introduce una orden en el ordenador programado y el ordenador sencillamente reproduce la respuesta para la cual ha sido programado. ¡También se podría afirmar que el ordenador tiene "derecho" a producir una respuesta determinada, igual que se suele pensar que se tiene "derecho" a producir una acción propia!

Entonces, ¿qué es la programación en el organismo cuerpo-mente y cómo utiliza la Fuente (o Dios) el ordenador humano? No cabe elección alguna acerca de los padres y, por tanto, en la transmisión genética del ADN exclusivo en el organismo cuerpo-mente; tampoco es posible escoger el ambiente en el que se nace y en el que el organismo cuerpo-mente recibe su condicionamiento desde el primer día. El ADN exclusivo y el condicionamiento del ambiente conforman la "programación" del ordenador cuerpo-mente humano.

Quizá parezca chocante que el ser humano, supuestamente creado "a imagen y semejanza de Dios", esté siendo reducido a un ordenador personal programado. Sin embargo, cabe recordar que el ser humano es básicamente un objeto, una especie de objeto que, junto a miles de especies de objetos, forma la totalidad de la manifestación. Lo que funciona a través de los millones de ordenadores humanos es la Fuente ―o Dios o Energía Primordial―, que produce mediante cada uno de los ordenadores humanos aquella respuesta o acción que, a su vez, supuestamente sucede conforme al deseo de Dios ―o de la Fuente―, o de acuerdo a lo que podría denominarse Ley Natural o Ley Cósmica. Este hecho no implica que la electricidad ―un aspecto de la Energía Primaria― no fluya a través de cada dispositivo eléctrico y produzca aquello para lo que el dispositivo ha sido diseñado.

¿Cómo utiliza la Fuente o Dios el ordenador humano? En mi opinión, el estímulo es un pensamiento que proviene de la Consciencia, de la Fuente; el cerebro responde a este estímulo y se obtiene una respuesta en forma de reacción en el organismo cuerpo-mente del ser humano. La investigación ha demostrado que el estímulo se produce medio segundo antes que la reacción del ego. Por tanto, el ego individual no controla el estímulo y, por supuesto, el ego no ha ejercido control alguno sobre la programación en el organismo cuerpo-mente; es decir, el ego no tiene control ni sobre el estímulo ni sobre la programación que dicta la reacción, que es obviamente una reacción biológica o mecánica. ¡Y aun así el ego llama a esta reacción su propia reacción! El pensamiento es un estímulo; los demás estímulos se basan en los objetos a los que responden los sentidos ―lo que se ve o se oye, lo que se saborea, se huele o se toca― sobre los cuales el ego tampoco ejerce ningún control. En otras palabras, lo que sucede es que el cerebro reacciona ante un estímulo en el organismo cuerpo-mente, de acuerdo con la programación sobre la que el ego no tiene ningún control. ¡Y, no obstante, el ego insiste en que esta reacción mecánica es su acción!

Un aspecto fundamental es que la reacción mecánica o biológica en el ordenador cuerpo-mente resulta la misma en una persona común y en un sabio. Si el estímulo es el mismo y la programación es similar, la respuesta será, muy probablemente, la misma. Si ambas personas ven u oyen la misma cosa, la respuesta será la misma: así, ambos sentirán ira, felicidad, miedo, pena... Existe una gran confusión al pensar que la auto-realización o Iluminación produce una transformación tan profunda que el sabio se convierte en un ser humano perfecto y elimina la rabia, la frustración o el miedo. Entonces surge la siguiente pregunta: "Si la reacción en el ordenador programado del organismo cuerpo-mente es más o menos la misma en un sabio y en un hombre de a pie, ¿cuál es la diferencia entre ambos?". La respuesta se encuentra en aquello que sucede tras la reacción inicial.

En el caso de la persona común, cuando se produce una reacción negativa y aparece la rabia, el ego invade la situación. En ese caso, el ego piensa: "Estoy enfadado y no debería estarlo, pues el médico me dijo que si no controlo mi rabia, me subirá la tensión y podré padecer un ataque al corazón". Ésta es la implicación del ego en el tiempo horizontal mientras que la reacción en el organismo cuerpo-mente ocurre sólo en el momento presente. En el caso del sabio, la rabia surge y el sabio puede acabar gritándole a la persona que la causó. Sin embargo, la reacción finaliza y el sabio está preparado para cualquier cosa que suceda después. Recuerdo un incidente peculiar cuando visitaba a mi gurú, Nisargadatta Maharaj. Alguien realizó una pregunta, que provocó la ira de Maharaj y, entonces, éste le gritó: "¿Has estado viniendo aquí durante seis años y haces una pregunta tan estúpida?". El visitante conocía a Maharaj lo suficientemente bien como para dar una respuesta ingeniosa; con su respuesta todos rieron, pero la risa de Maharaj fue la que más se oía: ¡en un momento determinado surge la ira pero inmediatamente después se puede pasar a la alegría!

En el caso de la persona común, el ego se habría identificado con la ira de tal modo que habría pensado: "Estoy enfadado por culpa de ese hombre y, por ello, no puedo reírme con su ingenio"; es decir, en el caso de la persona de a pie, la implicación del ego tiene lugar horizontalmente en el tiempo y el hombre no está preparado para lo que suceda después. El sabio vive momento a momento y, así, el organismo cuerpo-mente responde a cualquier cosa que suceda en cualquier momento. En cambio, el ego del ser humano común reacciona según un mandato natural, biológico, del organismo cuerpo-mente, y se implica en el tiempo horizontal y no está preparado para aquello que sucede en cada momento. Por tanto, el ego del hombre común sólo es algunas veces feliz ―la mayoría de las veces es infeliz― a causa de su implicación en el tiempo horizontal.

¿Qué es lo que busca el buscador espiritual?

¿Qué es lo que busca realmente un buscador espiritual? La respuesta suele encontrarse en las palabras de algunos buscadores espirituales extraídas de algunos libros o conversaciones, tales como "me estoy buscando a mí mismo", "estoy buscando a Dios dentro de mí", "estoy buscando la verdad", es decir, la respuesta se resume a frases extremadamente vagas. Algunas veces, me sorprende una respuesta sencilla, honesta, como "quiero estar a gusto conmigo mismo y sé que no lo puedo estar a menos que esté a gusto con los demás". Mi consejo entonces es que quizá lo que se está buscando es "eso" que trasciende tanto la felicidad de poseer cosas materiales como la ausencia de felicidad por carecer de cosas materiales en la vida; tal vez eso podría llamarse "paz". La experiencia de esta paz se produce durante el sueño profundo y, también, en determinados momentos, al despertar, cuando la mente pensante, con sus expectativas, está relajada y tranquila.

Por tanto, lo que el buscador está buscando realmente es que la paz del sueño profundo permanezca al estar despierto, cuando la mente pensante no está dormida como en el estado de sueño. La paz interior prevalece durante el sueño profundo porque el ego no está activo y el sentimiento de acción personal, acompañado por el sentido de las expectativas, está ausente. La misma paz interior puede perdurar hasta en estado de alerta si el sentimiento de acción personal permanece ausente mientras se participa en la vida. En otras palabras, mientras la actividad tiene lugar en estado de alerta, la paz interior puede prevalecer siempre que se mantenga la total e incondicional convicción de que no hay ningún hacedor individual detrás de cada una de las acciones que suceden a través de cualquier organismo cuerpo-mente. Por tanto, ello implica la aceptación total e incondicional de Lo-Que-Es en cada momento, ya que no hay ningún individuo capaz de hacer nada: todo lo que sucede es un acontecimiento divino producido mediante algún organismo cuerpo-mente que, simplemente, tenía que suceder en el momento y en el lugar en que ocurrió, de acuerdo con el deseo de la Fuente o Dios ―o, si se prefiere, conforme a la Ley Cósmica.

La paz interior aporta al buscador la convicción total y absoluta de que el deseo o voluntad de Dios sobresale en todo momento y, por tanto, carece de sentido hablar de culpa o de pecado en el caso de cualquier persona individual. Sólo la irritación constante previene u obstruye la paz interior: "No debería haber hecho lo que hice", "debería haber hecho lo que no hice"... La aceptación "total" de las tres sencillas palabras "Hágase tu voluntad" produce esta paz interior porque el significado de estas palabras ―que, en verdad, no necesitan interpretación― remite a que cualquier acontecimiento ―que suceda o no suceda― se debe únicamente al deseo de Dios y no a la acción o inacción de alguien. Dicho de otro modo, ser capaz de aceptar el deseo de Dios ―que depende, él mismo, del deseo de Dios― supone una inmensa liberación de la monstruosa carga de pecado y culpa de la mente.