Ruta de Sección: Inicio > Artículos >Extractos > Artículo

Extractos - J. Krishnamurti

¿Se necesitan instructores espirituales?

Por J. Krishnamurti

Pregunta: Dice usted que los gurús o guías espirituales son innecesarios, ¿pero cómo puedo yo encontrar la verdad sin la sabia guía y ayuda que sólo un gurú puede darme?

J. Krishnamurti

Krishnamurti: Se trata de saber si un gurú es necesario o no. ¿Puede hallarse la verdad por medio de otro? Algunos dicen que sí se puede, y otros dicen que no. Pero nosotros queremos saber la verdad, no mi opinión en contraste con la de otro. En este asunto yo no tengo opinión. O es así, o no lo es. Que sea esencial el que tengáis o no un gurú, no es cuestión de opinión. La verdad de este asunto no depende de opiniones, por profundas, eruditas, populares o universales que sean. Lo cierto es que hay que descubrir la verdad de este asunto.

En primer lugar, ¿por qué queremos un gurú? Decimos que necesitamos un gurú porque estamos confusos, y él nos resulta beneficioso: nos indicará lo que es la verdad, nos ayudará a comprender, sabe mucho más acerca de la vida que nosotros, actuará como un padre, como un maestro para enseñamos a vivir; posee vasta experiencia, y nosotros muy poca; nos ayudará gracias a su mayor experiencia, y así sucesivamente. Es decir, fundamentalmente recurrís a un instructor porque estáis confusos. Si tuvieseis las ideas claras no os aproximaríais a un gurú.

Es evidente que si fuerais completamente felices, si no hubiera problemas, si comprendieseis la vida de un modo total, no recurriríais a ningún gurú. Espero que veáis lo importante que es esto. Como estáis confusos, buscáis un instructor. Acudís a él para que os muestre un camino en la vida, para que disipe vuestra confusión, para hallar la verdad. Elegís a vuestro gurú porque estáis confusos, y esperáis que él os dé lo que pedís. Es decir, elegís un gurú que satisfaga vuestro deseo; elegís de acuerdo con la satisfacción que él os puede brindar y vuestra elección depende de vuestra satisfacción. No elegís un gurú que os diga "depended de vosotros mismos"; lo elegís según vuestros prejuicios. Y puesto que elegís vuestro gurú de acuerdo con la satisfacción que os brinda, no buscáis la verdad sino una salida de la confusión; y a la salida de la confusión se la llama equivocadamente "verdad".

Examinemos primero esta idea de que un gurú puede aclarar nuestra confusión. ¿Puede alguien aclarar nuestra confusión? La confusión es el producto de nuestras reacciones. Nosotros la hemos creado. ¿Creéis que alguien diferente ha causado este sufrimiento, esta batalla en todos los niveles de nuestra existencia, tanto interna como externamente? Más bien es el resultado de nuestra falta de conocimiento de nosotros mismos. Como no nos comprendemos a nosotros mismos, como no comprendemos nuestros conflictos, nuestras reacciones, nuestras miserias, recurrimos a un gurú, el cual, según creemos, nos ayudará a libramos de esta confusión. Sólo podemos comprendemos a nosotros mismos en relación con el presente; y esta relación con el presente es en sí misma el gurú, no alguien de fuera. Si no comprendo esta relación, cualquier cosa que un gurú diga es inútil, porque si no comprendo la vida de relación ―mi relación con la Propiedad, la gente, las ideas―, ¿quién puede resolver el conflicto dentro de mí? Para resolver este conflicto debo comprenderlo Yo mismo, lo cual significa que debo comprenderme a mí mismo en las relaciones. Para comprender, no es necesario ningún gurú. Si no me conozco a mí mismo, ¿para qué sirve un gurú? De la misma manera que los confusos eligen a un dirigente político, con lo cual estamos ante una elección llena de confusión, así yo también elijo a un gurú. Sólo puedo elegirlo como corresponde a mi confusión; de ahí que, como el dirigente político, el gurú también esté confuso.

Lo importante no es quién está en lo cierto, si yo o los que dicen que un gurú es necesario, sino el descubrir por qué necesitáis un gurú. Los gurús ejercen diversos tipos de explotación, pero esto no viene al caso. Os brinda satisfacción que alguien os diga cuánto estáis progresando, pero la clave está en descubrir por qué necesitáis un gurú. Cualquiera puede señalar el camino; pero vosotros tenéis que hacer todo el trabajo, aun cuando tengáis un gurú. Como no queréis enfrentaros con eso, descargaréis en el gurú la responsabilidad. El gurú se vuelve inútil cuando existe un poco de conocimiento de sí mismo. Ningún gurú, ningún libro ni escritura puede daros ese conocimiento; llega cuando os dais cuenta de vosotros mismos en vuestras relaciones. Ser es estar relacionado; no comprender vuestras relaciones es sufrimiento y lucha. Una de las causas de confusión es no daros cuenta de vuestra relación con la propiedad. Si no conocéis vuestra verdadera relación con los bienes, por fuerza tiene que haber conflicto, lo cual acrecienta el conflicto en la sociedad. Si no comprendéis la relación entre vosotros y vuestra esposa, entre vosotros y vuestro hijo, ¿cómo puede otra persona resolver el conflicto que surge de esa relación? Algo análogo ocurre tratándose de nuestra relación con las ideas, las creencias y los demás. Al estar confusos en vuestra relación con las personas, con los bienes, con las ideas, buscáis un gurú. Si es un verdadero gurú, os dirá que os comprendáis a vosotros mismos. Vosotros sois la fuente de todo malentendido y confusión, y sólo podréis resolver ese conflicto cuando os comprendáis a vosotros mismos en la vida de relación.

No podéis hallar la verdad por medio de nadie. ¿Cómo podríais? La verdad no es algo estático; no tiene morada fija; ni un fin, ni una meta. Por el contrario, es vida, dinámica, alerta, vital. ¿Cómo podría ser un fin? Si la verdad fuera un punto fijo, ya no sería la verdad; sería entonces una mera opinión. La verdad es lo desconocido, y una mente que busca la verdad jamás la encontrará, porque la mente está formada por lo conocido; es el resultado del pasado, del tiempo, algo que podéis observar vosotros mismos. La mente es el instrumento de lo conocido, y de ahí que no pueda hallar lo desconocido; sólo puede moverse de lo conocido a lo conocido. Cuando la mente busca la verdad, la verdad leída en libros, esa "verdad" es autoproyectada, pues entonces la mente sólo anda en busca de lo conocido, de algo conocido más satisfactorio que lo anterior.

Cuando la mente busca la verdad, lo que busca es una proyección de sí misma, no la verdad. Un ideal, después de todo, es autoproyectado, es ficticio e irreal. Lo real es aquello que es, no lo opuesto. Pero una mente que busca la realidad o Dios, busca lo conocido. Cuando pensáis en Dios, vuestro Dios es la proyección de vuestra propia concepción, el resultado de influencias sociales. Sólo podéis pensar en lo conocido; no podéis pensar en lo desconocido, no podéis concentraros en la verdad. En el momento en que pensáis en lo desconocido, ya es simplemente lo conocido, una proyección de "mí mismo". No se puede pensar en Dios o en la verdad. Si pensáis en ellos, no es la verdad. Sólo podéis ir en pos de lo que es conocido. Cuando la mente no está torturada por lo conocido, o por los efectos de lo conocido, sólo entonces puede revelarse la verdad. La verdad está en cada hoja, en cada lágrima; ha de ser captada de instante en instante. Nadie puede conduciros a la verdad; y si alguien os conduce, sólo puede ser a lo conocido.

La verdad sólo puede venir a la mente que está vacía de lo conocido. Llega en un estado en el que lo conocido está ausente, no actúa. La mente es el almacén de lo conocido, el residuo de lo conocido; y para que la mente se halle en ese estado en que lo desconocido se manifiesta, debe darse cuenta de sí misma, de sus experiencias anteriores, tanto conscientes como inconscientes, de sus respuestas, reacciones y estructura. Cuando hay un completo conocimiento de sí mismo, entonces lo conocido tiene fin y la mente queda vacía de todo lo conocido. Sólo entonces la verdad puede llegar a vosotros, sin que la invitéis. La verdad no nos pertenece ni a vosotros ni a mí. No podéis rendirle culto. En cuanto es conocida, es irreal. El símbolo no es la realidad, la imagen no es lo real; mas cuando hay comprensión de uno mismo, cesación del "yo", entonces surge lo eterno.