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Extractos - Wolter Keers

Ausente

Por Wolter Keers
Wolter Keers

La liberación, la iluminación, se completa cuando ya no hay más identificación con el cuerpo, los pensamientos o sentimientos: cuando alguien ha comprendido que "el mundo" no es otra cosa que una manera de pensar, y que los pensamientos no son más que Consciencia, que la Esencia, Conocimiento. Cuando alguien ha comprendido que los pensamientos no pueden comprender nada porque un pensamiento no es nada más que un objeto, y cuando alguien ha llegado a experimentar que no existe tal cosa como la personalidad, entonces el silencio profundo en el que todos los pensamientos se disuelven, y por tanto también el mundo, se abre paso.

Cualquiera que haya llegado tan lejos con las instrucciones de un instructor competente no tiene que hacer nada más. Al principio, el silencio puede ser coloreado por la ausencia de pensamientos: es como cuando un cuadro que ha sido colgado en una pared durante muchos años se retira; un día la persona que vive allí descuelga el cuadro y tú entras ¿Qué es lo que ves? Al principio no ves la pared, ves la ausencia del cuadro.

Eso es lo que pasa con este estado de silencio; al principio te ves obstaculizado por los pensamientos: por la sensación de que poco a poco se hace más vago que eres un pensador, luego los pensamientos y sentimientos desaparecen, y ahora te das cuenta de su ausencia. Sin embargo, la importancia no está en el silencio, sino en la ausencia de las otras cosas. Pero ahora sólo tiene que esperar, sólo tienes que abrir tu propio ser a lo Desconocido.

Gradualmente, los síntomas de la gran armonía llegan. Un profundo sentimiento de paz, de calidez, una sensación de que todo está bien, surge del corazón. Este sentimiento que va y viene, no es el Absoluto, no es lo Desconocido, sino que es una manifestación, es como los primeros rayos de la aurora que aparecen sobre el horizonte.

Entonces tienes que encontrar la actitud correcta; sensaciones vagas de yo-idad, de personalidad, que todavía existen tienen que disolverse en estas suaves sensaciones. No necesitas rendirte mucho (que todavía suena demasiado activo), pero tienes que permitir que te llene; tienes que permitir ―desear sin deseo― que esta suave sensación ocupe el lugar de cualquier pequeño rastro de personalidad que todavía sigue ahí.

Por encima de todo, no debes permitir que la personalidad, los hábitos automáticos, te metan prisa, y desees que tiene que suceder ahora. Siempre que hay alguna noción de "ahora" estás todavía atrapado en el tiempo ―por lo tanto en la mente― y la realización nunca puede tener lugar en la mente; tienes que darte cuenta constantemente de eso. Por lo tanto, sólo tienes que permitir que ese sentimiento cálido y suave arrastre los últimos restos de personalidad, volar como una pluma de luz en un suspiro casi imperceptible en una noche serena.

Entonces la vacuidad total se abre paso. Mucho se ha dicho y escrito acerca de esta vacuidad en todas las grandes tradiciones espirituales, a veces de una manera poética, a veces de manera casi clínico-filosófica, pero una y otra vez el tema vuelve.

"La utilidad de un recipiente depende de su vacío", dijo Lao Tzu. Un cuenco lleno ya no puede ser utilizado para otra cosa. Y lo mismo ocurre cuando los pensamientos y sentimientos están llenos de otras cosas, que no pueden ser llenados por lo Desconocido, por la Esencia. Por lo tanto uno tiene que tener cuidado de estar siempre "vacío".

En un principio esto sólo puede suceder por intervalos cortos, (aunque el tiempo no existe en esta situación y no se puede hablar de largo o corto), pero poco a poco el vacío se instala en nosotros, incluso cuando estamos ocupados con nuestras tareas diarias. Ya no afrontamos más los problemas con todo tipo de ideas, ya no confiamos en nuestro conocimiento, nuestra memoria o experiencias, sino que los abordamos vacíos y desnudos. Todo lo demás ocurre por sí mismo: en un principio para nuestra gran sorpresa, parece que el mundo se cuida de sí mismo; la idea correcta llega en el momento justo, no sabemos de dónde, pero ya no nos preocupamos más de eso. Las acciones suceden prácticamente sin esfuerzo, porque ya no hay nadie que las esté llevando a cabo; los budistas zen dicen que la tarea se hace sola.

Uno no puede pedir la Gran Experiencia; uno sólo puede hacerla posible, y cuando uno la ha hecho posible viene por sí misma. "Cela vous remplis comme une grace", dice Jean Klein. Te llena como un don de la gracia.

A partir de ese momento uno es la Gran Experiencia. Los espectáculos de pensar y sentir con los que hasta ese momento limitaban nuestra visión desaparecen. El sueño profundo, los instantes entre los pensamientos y sentimientos, ahora forman una unidad con la Esencia de la que los pensamientos son ahora, por así decirlo, una extensión, al igual que las olas son en cierto modo extensiones del mar. No hay incluso palabras que puedan dar una descripción aproximada de esta situación ―incluso la situación de decirlo con palabras es de hecho también ridícula.

"Lo que puede decirse es que este Experimentar es infinitamente satisfactorio, que está ilimitadamente lleno de amor infinito ahora simbolizado por la unión recién alcanzada con el gurú. Lo único que permanece contigo, incluso después de la realización del Ser, es la enseñanza del Gurú. ¿Por qué? Porque este Experimentar, este ser uno con el Gurú es la enseñanza del gurú. El gurú es este mismo Ser-Uno. Los pensamientos y sentimientos de los discípulos crean un cuerpo y una mente para él, pero desde su propio punto de vista él no es una persona, no tiene cuerpo, no piensa. No habla. No es un gurú. Sino sólo este uno intemporal, el Ser-uno ilimitado, o no ser-dos: Yo no soy el cuerpo - no tengo cuerpo - no soy la mente - no tengo mente. No soy el hacedor. No soy el disfrutador. Yo soy pura consciencia que no conoce la disolución." (Shri Krishna Menon)

Con este "ser conquistado" por la Experiencia, la última parte restante de la personalidad se disuelve por las enseñanzas del gurú, que no es otra cosa que este mismo experimentar y amor. En ese momento, se alcanza la unidad entre maestro y discípulo y con ello la culminación de todo amor. Porque, no existe relación como la relación entre maestro y discípulo. El amor de una madre por su hijo no puede ser tan grande como el amor de un gurú por su discípulo (o, en palabras de Krishna Menon: por quien él permite que sea considerado como un gurú).

Es una de las experiencias más emocionantes que puedes tener en tu camino, cuando de repente llegas a ver, como a través de los ojos del gurú, quien eres en realidad. En lugar de imaginarte que eres ignorante, incompetente, imbécil, en presencia de alguien que intuitivamente sabes que es más fuerte y más grande que el más grande, en lugar de ver a alguien débil, tonto o indigno, de repente resulta que el maestro te ve como la luz misma, como el amor mismo y como la bondad infinita. No te ve a través de su personalidad, porque esto sólo existía en tu imaginación. Él te ve ―si puede decirse de esta manera – como el amor mismo, que era, y es, y siempre será.

Nadie realiza el Ser sin lágrimas, no porque el camino sea doloroso, sino porque el amor del gurú, y el amor, el mismo amor que se despierta en ti, son tan incomprensibles, y además tan completamente inmerecidos. "Cela vous remplis comme une grace". Es totalmente así.

Cuando uno de nuestros condiscípulos le preguntó al gurú: "¿Cómo puedo llegar a ser digno de ti?" la respuesta inmediata fue: "Por tu muerte." Por supuesto, no del cuerpo, sino del ego, de la personalidad. El pensamiento y el sentimiento nunca pueden comprender lo Infinito, por lo tanto, tienen que desaparecer, por lo tanto la personalidad y el sentimiento del yo tienen que desaparecer, morir, disolverse en la apacible armonía que surge en la vacuidad del espíritu.

Extracto de: Jnana Yoga - Advaita Vedanta
Fuente: Amigo Magazine #0 - Septiembre 2001