Ruta de Sección: Inicio > Artículos >Extractos > Artículo

Extractos - Michael James

Arunachala Sun

La Felicidad y el Arte de Ser

Por Michael James

El Arte y la Ciencia de Ser

La felicidad yace profundamente dentro de nosotros, en el mismo núcleo de nuestro ser. La felicidad no existe en ningún objeto externo, sino sólo en nosotros, que somos la consciencia que experimenta la felicidad. Aunque parezcamos sacar felicidad de los objetos o experiencias externos, la felicidad que así gozamos de hecho surge desde dentro de nosotros.

Cualquiera que sea la inquietud en que la mente pueda estar, en el centro de nuestro ser existe siempre un estado de paz y gozo perfectos, como la calma en el ojo de un huracán. El deseo y el miedo agitan la mente, y obscurecen de su visión la felicidad que siempre existe dentro de ella. Cuando un deseo es satisfecho, o la causa de un miedo es eliminada, la agitación de la superficie de la mente se sumerge, y en esa calma pasajera la mente goza un sabor de su propia felicidad innata.

La felicidad es así un estado de ser ―un estado en el cual la agitación habitual de la mente está calmada. La actividad de la mente la perturba de su estado calmo de solo ser, y hace que pierda de vista su propia felicidad más íntima. Por consiguiente, para gozar felicidad todo lo que la mente necesita hacer es cesar toda actividad, retornando calmamente a su estado natural de ser inactiva, como lo hace diariamente en el sueño profundo.

Por lo tanto, para dominar el arte de ser feliz, debemos dominar el arte y la ciencia de solo ser. Debemos descubrir lo que el núcleo más íntimo de nuestro ser es, y debemos aprender a permanecer consciente y constantemente en ese estado de puro ser, que subyace y soporta (pero, no obstante, permanece inafectado por) todas las actividades superficiales de la mente: pensar, sentir y percibir, recordar y olvidar, y demás.

El arte de solo ser, permaneciendo plenamente consciente pero sin ninguna actividad de la mente, no es sólo un arte ―una pericia práctica que puede ser cultivada y aplicada para producir una experiencia de belleza y gozo inexpresable ―sino también una ciencia― un intento de adquirir conocimiento verdadero por la observación aguda y el experimento riguroso. Y este arte y ciencia de ser no es sólo el arte y la ciencia de la felicidad, sino también el arte y la ciencia de la consciencia, y el arte y la ciencia del auto-conocimiento.

La ciencia de ser es increíblemente simple y clara. A la mente humana, sin embargo, le puede parecer compleja y abstrusa, no debido a que sea compleja en sí misma, sino debido a que la mente que trata de comprenderla es ella misma un paquete tan complejo de pensamientos y emociones ―deseos, miedos, ansiedades, apegos, creencias largamente queridas e ideas preconcebidas― que tiende a nublar la pura simplicidad y claridad de ser, haciendo que lo que es obvio aparezca como oscuro.

Lo mismo que cualquier otra ciencia, la ciencia de ser comienza con observación y análisis de algo que ya conocemos pero que no comprendemos plenamente, y procede por razonamiento a formular una hipótesis plausible que pueda explicar lo que es observado, y entonces prueba rigurosamente esa hipótesis por el experimento preciso y crítico. Sin embargo, a diferencia de todas las demás ciencias, esta ciencia no estudia ningún objeto de conocimiento, sino que, en lugar de eso, estudia el poder de conocer mismo ― el poder de consciencia que subyace a la mente, el poder por el que todos los objetos son conocidos.

Así pues, la verdad descubierta por medio de esta ciencia no es algo que pueda ser demostrado o probado objetivamente por una persona a otra. Sin embargo, puede ser experimentado directamente como un conocimiento claro en el núcleo más íntimo de cada persona que sigue escrupulosamente el proceso de experimento necesario hasta que la verdadera naturaleza de ser ―que es la verdadera naturaleza de la consciencia, y de la felicidad― se revela en la plena claridad de la auto-consciencia pura e inadulterada.

Lo mismo que la ciencia de ser es fundamentalmente diferente de todas las demás ciencias, así también, como un arte es fundamentalmente diferente de todas las demás artes, debido a que no es un arte que implique hacer algo. Es un arte no de hacer sino de no-hacer ―un arte de solo ser.

El estado de solo ser es un estado en el cual la mente no surge para hacer, pensar o conocer nada, y sin embargo es un estado de plena consciencia ―consciencia no de algo sino solo de ser. La pericia que ha de ser aprendida con este arte no es simplemente la pericia de ser ―debido a que siempre somos, y, por lo tanto, ser no requiere ninguna pericia o esfuerzo especial― ni es meramente la pericia de ser sin hacer o pensar nada ―debido a que podemos ser así cada día en el sueño profundo. La pericia que ha de ser cultivada es la pericia de permanecer calma y apaciblemente sin hacer o pensar nada, pero reteniendo no obstante una consciencia perfectamente clara de ser ―es decir, consciencia de nuestro ser o "soy"-dad esencial. Solo en este prístino estado de ser auto-consciente, no nublado por la distrayente agitación del pensamiento y la acción, la verdadera naturaleza de ser deviene perfectamente clara.

La experiencia primera y más directa de ser es nuestro ser o existencia. Primero sabemos que existimos, y solo entonces podemos saber de la existencia de otras cosas. Pero mientras nuestra existencia es auto-consciente, la existencia de cada una de las otras cosas depende de nosotros para ser conocida.

Conocemos nuestro ser debido a que somos consciencia. Así pues, es razonable plantear la hipótesis de que la consciencia es la forma de ser primaria. Sin consciencia, ser sería desconocido, y sin ser, la consciencia no existiría.

Nuestro ser y la consciencia de ser son inseparables ―de hecho son idénticos― y ambos son expresados por la simple frase "yo soy". Este ser-consciencia "yo soy" es nuestra experiencia más fundamental, y la experiencia más fundamental de todo ser senciente. "Yo soy" es la consciencia básica ―la auto-consciencia esencial― sin la que nada sería conocido. "Yo soy" es por lo tanto la fuente y fundamento de todo conocimiento.

¿Cuál es entonces la utilidad de conocer cualquier otra cosa si no conocemos la verdad de nuestro ser-consciencia "yo soy", en base al cual todo lo demás es conocido? Todo lo que conocemos sobre el mundo y todo lo que conocemos sobre Dios ―todas nuestras ciencias y religiones― no nos es de ningún valor real si no conocemos la verdad sobre nosotros, que deseamos conocer la verdad sobre el mundo y Dios.

Somos el ser-consciencia "yo soy", pero nuestro conocimiento sobre este "yo soy" es confuso. Todos creemos "yo soy este cuerpo", "yo soy una persona", "yo me llamo fulano, y nací en tal fecha, en tal lugar". Así pues, identificamos la consciencia "yo soy" con un cuerpo particular. Esta identificación es el resultado de un conocimiento confuso y sin claridad de la verdadera naturaleza de la consciencia.

La consciencia "yo soy" no es algo material, mientras que el cuerpo es meramente un paquete de materia física, que no es inherentemente consciente. Sin embargo, de alguna manera somos engañados a tomar erróneamente este cuerpo material como si fuera la consciencia "yo". Como resultado de nuestro confuso conocimiento de la consciencia, tomamos erróneamente la materia como si fuera consciente, y la consciencia como si fuera algo material.

Eso que así toma erróneamente este cuerpo como "yo" es la mente. La mente viene a la existencia sólo al identificar un cuerpo como "yo". En el sueño profundo somos inconscientes tanto de la mente como de nuestro cuerpo. Tan pronto como despertamos, la mente surge sintiendo "yo soy este cuerpo, soy fulano", y sólo después de identificarse así como un cuerpo particular percibe el mundo externo a través de los cinco sentidos de ese cuerpo.

Exactamente la misma cosa acontece en el sueño con sueños ―la mente se identifica como un cuerpo particular y a través de los cinco sentidos de ese cuerpo percibe un mundo aparentemente real y externo. Cuando despertamos de un sueño, comprendemos que el cuerpo que tomábamos erróneamente como "yo" y el mundo que tomábamos erróneamente como real y externo, eran de hecho solo ficciones de nuestra imaginación.

Así pues, por nuestra experiencia en el sueño con sueños todos sabemos que la mente tiene un formidable poder de imaginación por el que es capaz de crear un cuerpo, tomar erróneamente ese cuerpo imaginario como "yo", y por medio de ese cuerpo proyectar un mundo que, en el tiempo en que lo percibimos, parece tan real y externo como el mundo que percibimos ahora en este estado de vigilia.

Sabiendo que la mente posee este formidable poder de creación y auto-engaño, ¿no es razonable que sospechemos que el cuerpo que tomamos como "yo" y el mundo que tomamos como real en el presente estado de vigilia no son de hecho nada más que una mera imaginación o proyección mental, lo mismo que el cuerpo y el mundo que experimentamos en el sueño? ¿Qué evidencia tenemos de que el cuerpo y el mundo que experimentamos en este estado de vigilia son otra cosa que una creación de la mente? Podemos ser capaces de señalar algunas diferencias entre la vigilia y el sueño con sueños, pero, al analizarlas, descubriremos que esas diferencias son superficiales, al estar relacionadas con la calidad o la cantidad más bien que con la sustancia.

Si comparamos el drama del mundo que vemos en la vigilia o en el sueño con sueños con un drama que vemos en una pantalla de cine, podemos decir que el drama visto en la vigilia es de mejor calidad y de una producción más impresionante que el visto en el sueño, pero, sin embargo, ambos son producciones ―no producciones de alguna operación externa sino de la mente que los ve.

En substancia no hay diferencia esencial entre nuestra experiencia en la vigilia y en la del sueño con sueños. En ambos estados la mente surge, se aferra a un cuerpo tomándolo como "yo", y a través de los sentidos de ese cuerpo ve un mundo encerrado dentro de los límites del tiempo y el espacio, y lleno de numerosas gentes y otros objetos, tanto sencientes como insencientes, convencida de que todos ellos son reales. ¿Cómo podemos probarnos que lo que experimentamos en el estado de vigilia existe fuera de nuestra imaginación, en mayor medida que existe un sueño fuera de nuestra imaginación?

Cuando analizamos cuidadosamente nuestra experiencia en los tres estados de vigilia, sueño con sueños y sueño profundo, está claro que podemos confundir la consciencia "yo" con cosas diferentes en tiempos diferentes. En la vigilia tomamos erróneamente nuestro presente cuerpo por "yo", en el sueño con sueños tomamos erróneamente algún otro cuerpo imaginario por "yo", y en el sueño profundo tomamos erróneamente la inconsciencia por "yo" ―o al menos al despertar del sueño profundo lo que recordamos es que "era inconsciente".

De lo que de hecho éramos inconscientes en el sueño profundo era de la mente, de nuestro cuerpo y del mundo, pero no de nuestra existencia o ser. Nuestra experiencia en el sueño profundo no era que dejamos de existir, sino solo que dejamos de ser conscientes de todos los pensamientos y percepciones que estamos acostumbrados a experimentar en los estados de vigilia y sueño con sueños. Cuando decimos, "he dormido apaciblemente, no he tenido sueños, era inconsciente de todo", estamos afirmando taxativamente que "yo" estaba en el sueño profundo ―es decir, que existíamos y sabíamos que existíamos en ese tiempo.

Debido a que asociamos la consciencia con ser conscientes de todos los pensamientos y percepciones que constituyen nuestra vida en la vigilia y en sueño con sueños, consideramos que el sueño profundo es un estado de inconsciencia. Pero debemos examinar la supuesta inconsciencia del sueño profundo más cuidadosamente. La consciencia que conoce los pensamientos y las percepciones es la mente, que surge y está activa en la vigilia y el sueño con sueños, pero que se sumerge en el sueño profundo. Pero esta consciencia que surge y se sumerge no es la consciencia real. Somos conscientes no solo de los dos estados de vigilia y sueño con sueños, en los que la mente surge para experimentar pensamientos y percepciones, sino también de un tercer estado, el sueño profundo, en el que la mente se ha sumergido en un estado carente de pensamientos y percepciones.

Este hecho de que seamos conscientes del sueño profundo como un estado distinto de la vigilia y el sueño con sueños, indica claramente que somos la consciencia que subyace al surgimiento y submersión de la consciencia transitoria que llamamos "mente". La consciencia que nos permite afirmar taxativamente, "existía en el sueño profundo, pero era inconsciente de todo", no es nuestra "consciencia surgente" sino nuestra "consciencia ser".

Esta "consciencia ser", que existe en los tres estados, es la consciencia real, y es lo que es denotado verdaderamente cuando decimos "yo soy". La mente, la "consciencia surgente" que aparece en la vigilia y en el sueño con sueños y desaparece en el sueño profundo, es solo una forma de consciencia espuria, que al surgir se toma a sí misma erróneamente a la vez como si fuera la consciencia básica "yo soy" y como este cuerpo material.

Así pues, al analizar nuestra experiencia en los tres estados de vigilia, sueño con sueños y sueño profundo, podemos comprender que aunque ahora nos tomemos erróneamente como si fuéramos un cuerpo limitado por el tiempo y el espacio, de hecho somos la consciencia que subyace a la apariencia de estos tres estados, en solo dos de los cuales son experimentados el sentido de ser un cuerpo y las limitaciones consecuentes de tiempo y espacio.

Sin embargo, una mera comprensión teórica de la verdad de que somos solo consciencia, nos será de poca utilidad si no la aplicamos en la práctica esforzándonos en obtener conocimiento experimental real de esa verdad. Por sí misma, una comprensión teórica no nos dará y no puede darnos felicidad verdadera y permanente, debido a que no puede destruir nuestro sentido profundamente arraigado de identificación con el cuerpo, que es la raíz de toda ignorancia, y la causa de toda miseria.

Eso que comprende esta verdad teóricamente es solo la mente o intelecto, y la mente no puede funcionar sin identificarse primero con un cuerpo. Puesto que la mente o intelecto es así un conocimiento confuso cuya existencia tiene su raíz en la ignorancia de quién o qué somos realmente, ninguna comprensión intelectual puede darnos nunca por sí misma el auto-conocimiento verdadero. El auto-conocimiento solo puede ser obtenido por experiencia directa de la pura consciencia ilimitada que es nuestro sí mismo real, debido a que solo tal experiencia puede arrancar de raíz la ignorancia de que somos otro que esa consciencia.

Por lo tanto, una comprensión teórica de la verdad solo puede ser un beneficio real para nosotros si nos impele a investigar la consciencia de ser ―la simple autoconsciencia "yo soy"―, y a obtener con ello, por experiencia directa, un conocimiento claro de nuestra verdadera naturaleza. Solo obteniendo ese conocimiento claro de la consciencia que es verdaderamente "yo", podemos destruir nuestra ignorancia primaria, el conocimiento confuso y erróneo de que somos la mente, la forma de consciencia limitada que identifica un cuerpo como "yo".

Si comprendemos verdaderamente que no somos un cuerpo, ni la mente que identifica un cuerpo como "yo", y que toda forma de infelicidad que experimentamos está causada solo por nuestra identificación errónea con un cuerpo, nos esforzaremos por destruir esa falsa identificación emprendiendo la investigación práctica para descubrir quién o qué somos realmente. Para conocer qué somos realmente, debemos dejar de prestar atención a todas las otras cosas, y en lugar de ello debemos prestarnos atención, la consciencia que conoce esas otras cosas.

Cuando prestamos atención a otras cosas que "yo", la atención es un "pensamiento" o actividad de la mente. Pero cuando prestamos atención a la consciencia "yo", la atención deja de ser una actividad o "pensamiento", y en lugar de ello deviene mero ser. Conocemos otras cosas por un acto de conocimiento, pero nos conocemos no por un acto de conocimiento, sino siendo meramente nosotros. Por lo tanto, cuando prestamos atención al núcleo más íntimo de nuestro ser, nuestro sí mismo esencial y real, dejamos de surgir como la mente incesantemente activa y en lugar de ello permanecemos meramente como la consciencia de ser naturalmente sin-acción. Por lo tanto, la auto-atención es auto-permanencia, el estado de ser meramente lo que realmente somos.

Mientras prestamos atención a otras cosas que nosotros, la mente está activa, y su actividad nubla y oscurece nuestra claridad de auto-consciencia natural. Pero cuando tratamos de prestarnos atención, la actividad de la mente comienza a sumergirse, y así el velo que oscurece la auto-consciencia natural comienza a disolverse. Cuanto más aguda e intensamente enfoquemos la atención en la consciencia básica "yo", tanto más se sumergirá la mente, hasta que finalmente desaparece en la clara luz del auto-conocimiento verdadero.

Por lo tanto, en este libro trataré de explicar tanto la teoría como la práctica del arte de conocer y ser nuestro sí mismo real. La teoría de esta ciencia y arte del auto-conocimiento es necesaria y útil para nosotros en la medida en que nos capacita para comprender no solo nuestra necesidad imperiosa de conocer la realidad, sino también los medios prácticos por los que podemos obtener ese conocimiento.

Toda la infelicidad, descontento y miseria que experimentamos en la vida está causada solo por la ignorancia o conocimiento confuso de quién o qué somos realmente. Mientras nos limitemos identificando un cuerpo como "yo", sentiremos deseo por todo lo que pensemos que es necesario para la supervivencia en ese cuerpo, y por todo lo que pensemos que hará nuestra vida en ese cuerpo más cómoda y agradable. Igualmente, sentiremos miedo y disgusto de todo lo que pensemos que amenaza la supervivencia en ese cuerpo, y de todo lo que pensemos que hará nuestra vida en él menos cómoda o agradable. Cuando no obtenemos lo que deseamos o nos gusta, y cuando no podemos evitar lo que nos da miedo o nos disgusta, nos sentimos infelices, descontentos o miserables.

Así pues, la infelicidad o el sufrimiento es el resultado inevitable del deseo y el miedo, o los gustos y los disgustos. El deseo y el miedo, y los gustos y los disgustos, son el resultado inevitable de identificar un cuerpo como "yo". E identificar un cuerpo como "yo" resulta de la falta de conocimiento claro de nuestra naturaleza real. Por lo tanto, si queremos ser libres de todas las formas de miseria e infelicidad, debemos librarnos de nuestra ignorancia o conocimiento confuso de lo que somos realmente.

Para librarnos de este conocimiento confuso, que nos hace sentir que somos un cuerpo, debemos obtener un conocimiento claro de nuestro sí mismo real. El único medio por el que podemos obtener ese auto-conocimiento claro es retirar la atención de nuestro cuerpo, mente y las demás cosas, y enfocarla agudamente en la consciencia fundamental de ser esencial ―la consciencia fundamental o ser, "yo soy".

Así pues, la teoría que subyace a la ciencia y el arte del auto-conocimiento nos capacita para comprender que todo lo que necesitamos hacer para experimentar felicidad perfecta e ilimitada es obtener el auto-conocimiento verdadero, y que el único medio para obtener el auto-conocimiento verdadero es practicar una aguda auto-atención escudriñadora. A no ser que nos conozcamos como realmente somos, no podemos experimentar nunca felicidad verdadera y perfecta, no tocada por la más mínima infelicidad o insatisfacción, y a no ser que prestemos atención agudamente a la consciencia de mero ser, ―nuestra simple no-dual auto-consciencia, "yo soy"―, no podemos conocernos nunca como realmente somos.