Ruta de Sección: Inicio > Artículos > Entrevistas> Artículo

Artículos - Douglas Harding

Entrevista con Douglas Harding

Por Richard Lang Marzo de 1983

Richard Lang: Douglas, has estado escribiendo y dando talleres durante muchos años. ¿De qué trata tu trabajo?

Douglas Harding

Douglas Harding: Esa es una pregunta que siempre tengo que hacerme. No tengo una idea preconcebida o predeterminada de lo que es, pero lo abordo de una forma nueva cada vez. Para esta entrevista, Richard, necesito preguntarme de nuevo lo que estoy haciendo. ¿Qué estoy haciendo? Bueno, estoy acercándome al final de mi vida, y sería una cosa muy natural y adecuada preguntarse de que trata, ¿para qué fue? Diciéndolo de un modo más personal: ¿qué supuso vivir? ¿qué significa existir? Una de las primeras cosas que debería decir es que encuentro el existir, el haber sucedido, la cosa más extraordinaria. No estoy hablando solamente de ser Douglas Harding, sino ser después de todo, ser consciente, ser una conciencia, o incluso Conciencia de sí mismo. ¡Qué cosa tan increíble es adquirir esta conciencia, ser consciente, y qué pena es no degustarla! Parece una cosa espantosa, miserable, triste y de gallinas, no estar interesado en estos asuntos. Así que, lo que ando haciendo, en pocas palabras, es despertar al misterio de mí mismo.

R. L.: Además de tu trabajo personal, ¿Cómo es tu trabajo en el mundo?

D. H.: Bueno, veo mi trabajo en el mundo como bastante subordinado al trabajo sobre mí mismo. Pienso que tener una idea que pueda ayudar en este mundo, que tenga algo de valor y que ejerza una influencia es secundario, depende más bien de haber respondido la cuestión básica de lo que mi propia vida es para mí. Me parece que no tengo nada que decir a otras personas hasta que haya conseguido responder y solventar mi propio problema. Pero cuando haya hecho eso, cuando haya despertado a lo que es ser Yo, cuando descubro que la simple verdad es tan diferente de todo lo que he concebido, tan valiosa, tan interesante, tan maravillosa, tan divertida, tan profundamente conmovedora la forma en que vivo, ¡qué natural es entonces querer compartirla con el mundo! En cuanto al método de compartirla, supongo que saldrá más adelante en tus preguntas.

R. L.: ¿Cuál es el método?

D. H.: El método es el giro de la atención a través de un ángulo de exactamente 180 grados. Nuestra atención normalmente está dirigida hacia afuera, delante de nosotros. Es dirigida a un objeto, y esto es correcto. Ahora te estoy mirando, mi atención está dirigida hacia Richard, pero en este momento ¿de dónde viene esa atención? ¿Cuál es la flecha de mi atención? ¿Desde qué arco está siendo disparada? Lo que hago ahora es darle la vuelta a la flecha y darme cuenta que aquí no hay nada parecido a lo que pueda encontrar allí. Así que lo estoy haciendo es mirar en dos direcciones diametralmente opuestas la una a la otra. Una es mirar a lo que estoy mirando, en este caso es Richard, que sostiene con una mano un bolígrafo y con la otra su barbilla, allí está él mirándome. En la otra dirección, en un ángulo de 180 grados con respecto a la imagen de Richard, está la ausencia de cualquier cosa que se parezca a eso. Aquí no encuentro nada en absoluto. Con toda certeza nada que se corresponda a lo que encuentro allí. Aquí no hay ninguna cara, ninguna cabeza que se enfrente con Richard. Me encuentro a mí mismo vaciado en su favor, esta es la experiencia esencial de la cual todo procede. Este vacío para los otros es lo que yo estoy disfrutando. Cuando intento compartirlo con la gente y revelarlo al mundo, esta es la cosa que intento que miren, cada uno para él mismo o ella misma. No puedo decirles lo que van a encontrar, pero les puedo animar diciéndoles lo que yo encuentro. Quiero que la gente compruebe si ellos están en la misma condición en la que yo estoy, o no.

R. L.: Así que te ves a ti mismo diferente de lo que pareces.

D. H.: Ser un ser humano "normal" es ser engañado con la proposición de que soy lo que parezco. Bien, yo digo que no soy lo que parezco ser. Aún más, ¡soy lo opuesto a lo que parezco! Cuando digo parecer, quiero decir parecerse a tí, allí.

R. L.: Pero a mí me pareces un hombre.

D. H.: Por supuesto que te parezco un hombre a la distancia de un metro ochenta. Pero mirándome a mí mismo, aquí a cero centímetros, no puedo hallar ninguno de esos rasgos de los que tú tienes. Aquí no hay ojos, ni boca, ni mejillas, ni barba. Así que descubro, Richard, que en este momento no estamos cara a cara. Nunca en toda mi vida he estado cara a cara con alguien. Me parece que esta cosa del cara-a-cara es un gran engaño, la estafa universal de la que estoy seguro que está al final arruinando el vivir, por muchos motivos.

R. L.: ¿Cómo llegaste a esta realización?

D. H.: Creo que fue hecho de vivir una vida tan patas arriba y el ser una persona tan insatisfecha: simplemente tenía que averiguar lo que iba mal. Además de tener, quizás, una justa parte de curiosidad; finalmente era una cosa que tenía que hacer por mí mismo. Había leído, pensado y reflexionado sobre la pregunta de mi identidad durante mucho tiempo, entonces me encontré simplemente mirando, atreviéndome a ser mi propia autoridad, mi propia autoridad sobre el único lugar en el que estoy en posición de pronunciarme. Nadie más puede decirme lo que soy aquí y ahora, en el lugar donde coincido conmigo mismo. Una vez que hube respondido a la pregunta, ¿desde dónde estoy mirando? se hizo inmediatamente evidente que era exactamente lo opuesto a todo lo que me habían contado. Para estar ahora cara a cara contigo, tengo que inventarme algo aquí que encaje o haga juego con lo que veo allí, encima de tus hombros. Me parece, Richard, que vivir mi vida basándola en una gran mentira es vivir una vida pésima, al igual que una manzana con el corazón podrido es una manzana podrida.

R. L.: Ya que no eres una cosa en el mundo sino esta conciencia ¿Cómo afecta esto a tu vida? ¿Cómo crees que puede influir en la vida de otras personas?

D. H.: De tantas maneras. Sólo acabo de empezar de hablar de ellas. Nada es igual. Uno tiene dificultad en saber por donde comenzar. Bueno, empezaré de alguno modo por el final. Esta nueva conciencia supone que cuando miro en el espejo miro a algo que tiene una enfermedad terminal, a saber, la vida. Ese, en el espejo está viviendo, ha nacido y va a morirse. Está cambiando todo el tiempo. No es en absoluto lo que yo soy. Es lo que parezco ser. No es mi realidad central. Es una de mis apariencias y está muriendo. Lo que yo soy aquí está en total contraste con eso, porque aquí no hay nada que cambiar y mucho menos el morir. Es obvio que todas las cosas, desde las galaxias a las partículas, perecen. Así que si yo soy una cosa yo soy perecedero. Todas mis apariencias son cosas, son fenómenos, pero la realidad de la cual proceden no es un fenómeno, no es una cosa. Es conciencia de sí, liberada de las cosas.

R. L.: ¿Y que podemos decir de la relación de uno con la gente, con los animales incluso las cosas?

D. H.: Bueno, una relación simétrica, persona a persona, cara a cara y cosa a cosa, es absolutamente lo contrario a una "relación" (eso no es una relación en absoluto) entre la nada o no-cosa que soy y las cosas. Mi "relación" con todo lo imaginable, con cada persona, es total y absolutamente asimétrica. Lo que quiere decir en la práctica es que, en vez de relacionarme con esa persona, yo soy esa persona. Yo soy él o ella en el sentido de que eso es mi apariencia en ese instante, es el disfraz que llevo puesto. Es la forma que estoy tomando en este momento. En este instante tú me estás dando forma. Como si yo llegara a ser Richard. Esa es una oportunidad maravillosa porque significa que no estoy enfrentado a tí, confrontándote o en tu contra. Nuestro problema ahora es la confrontación de la que sufre nuestro mundo. La consecuencia de ver quién soy es descubrir que no puedo ni podré estar nunca enfrentado a algo en mi vida. La confrontación es la gran mentira en la cual nuestra sociedad y nuestras vidas están basadas. Líbrate de esa mentira ahora y prueba a ver que pasa. Esto significa amor universal.

R. L.: Esta revolución en la relaciones personales debe tener un efecto en las relaciones de uno con extranjeros, animales y plantas, objetos inanimados ― todo lo habido y por haber. Pienso en todo el conflicto que continúa hoy en el mundo a todos los niveles y como podría ayudar.

D. H.: Creo que si intentamos mejorar o incluso suprimir las terribles cosas que están pasando en el mundo ―la guerra y la explotación, el hambre, todas esas cosas― si tratamos de hacer eso a nivel de los síntomas no vamos a hacer mucho. Yo no diría que es inútil, pero va a ser radicalmente insuficiente. Realmente no haremos una contribución hasta que abordemos la raíz del problema y la raíz del problema debe ser encontrada en cada una de nuestras vidas personales. Si sufro de esta enfermedad de confrontación en mi relación contigo en este momento, ¿de qué sirve intentar tratar el mismo problema de confrontación en otros niveles ―nacional e internacional― confrontación entre sexos, grupos étnicos, religiones, bloques de poder, etc? En otras palabras, el servicio al mundo comienza en casa. Repite: el servicio al mundo comienza en casa ― solamente cuando hayas averiguado quién eres descubrirás que tú eres el mundo.

R. L.: ¿De qué modo crees que esto afecta a los problemas personales y psicológicos, tales como depresión, ansiedad, miedo, soledad?

D. H.: De algún modo se deja que esas cosas humanas continúen en su propio nivel. En el centro de mi vida está esta Conciencia cuya naturaleza resulta ser la libertad ― libertad no sólo de cosas sino de pensamientos y sentimientos de todas clases. Sin duda, libre de problemas. Como la fuente de esas cosas y el origen de esas dificultades, su tarea debe consistir en dejarlas solas, libre para dejarlas ser lo que ellas quieran. Lo que de verdad soy, no cambia por sí mismo mí naturaleza humana, como así me gusta llamarla. Lo que hace, Richard, es situar esos problemas. Ese material difícil y a veces angustioso no es negado. De hecho se le reconoce más honesta y alegremente cuando uno carga con el, desde el estado de libertad en el centro, más de lo que alguna vez fue hecho por esa persona ilusoria. Ahora no hay necesidad de negar y reconocer la razón de cada uno de estos problemas en la medida que ellos persistan ― la soledad y la depresión etc. Tener estos sentimientos, agradables, desagradables, o incluso trágicos, es el precio que hay que pagar por participar en el mundo. Yo no puedo existir, no puedo expresarme en absoluto, sin este dualismo de ahí fuera. El dualismo del bien y del mal, de lo bello y lo feo, del blanco y del negro, etc. es la condición ineludible de expresión en el mundo desde el lugar que está libre de esas dualidades. Así que no se trata de estar libre de esas cosas, en el sentido de suprimirlas, sino estar libre de ellas en el sentido que uno las sitúa ‘ahí fuera’. Ya no son centrales. Esto no sólo nos la quita de encima (sin quitarnos a uno mismo de ellas) ― sino que a la larga, cuando persisten, eso las cambia. Eso es exactamente lo que queda por ver.

R. L.: ¿Has llegado a encontrar en tu vida un sentido de paz profunda a través de esta conciencia?

D. H.: Sí, así es. No podría ser más profunda, más fácil de obtener, ser más natural o innata a uno mismo. Ha estado ahí todo el tiempo, nunca puede ser lograda, mejorada o cultivada. Está aquí simplemente para mirarla. Esta paz es nuestra naturaleza íntima, no algo con lo que nos cruzamos. Es donde estamos, más cerca que todo lo demás. No vamos hacia ello, venimos de ello. El descubrirlo nos permite regresar al lugar que nunca dejamos.

R. L.: ¿Puedes decirnos algo sobre tu "nueva tecnología", los experimentos?

D. H.: Ya he descrito uno de ellos ― el que quizás es el mejor de todos. Cuando tienes una cara delante de ti, la pregunta que debes hacerte es: "¿Hay algo aquí que haga juego con eso?" Ahora estoy mirando tus ojos y veo dos pequeñas "ventanas", Richard, por las cuales supuestamente estás echando una mirada. ¡Qué maravilla! Pero aquí, donde yo estoy, no encuentro dos ojos en absoluto. Aquí solamente hallo una enorme "ventana", más ancha de lo que está el Este del Oeste. No tiene ningún marco. Es una especie de óvalo, pero de extensión infinita. Aquí, en vez de un par de pequeñas mirillas, esto es lo que encuentro. De nuevo ahora, miro el color de tu cara ― ¿cómo puedo acoger ese color si hay un color aquí? Veo la complejidad de tu barba, tu pelo, tus poros, todas esas sutiles variaciones de forma y textura y noto la ausencia total de todo eso aquí, sea lo que sea. Allí, hallo un ensayo maravilloso en complejidad; aquí, un maravilloso ensayo en simplicidad, total claridad, libertad y alivio con respecto a lo de allí. Veo que tus ojos se están moviendo. Bueno, aquí no encuentro ningún movimiento. Cuando bajas por el pasillo, porque eso es lo que haces, yo no bajo el pasillo en absoluto, ¡es el pasillo el que baja a través de mí!. ¡Si salgo afuera en mi coche el campo entero se está moviendo! De hecho todo en esta vida, absolutamente cada parte de la vida es una oportunidad de descubrir que todo lo que me habían dicho sobre mí ―como lo que soy realmente, aquí mismo― es al revés. De hecho es increíblemente divertido, además de enormemente importante psicológica y espiritualmente, decirte la verdad sobre ti mismo. El autoengaño es a la vez sombrío y enfermizo.

R. L.: ¿Cómo ves tu futuro y el futuro de tu trabajo?

D. H.: Empezaré con lo segundo. ¿Qué les va a pasar a estas técnicas de las que acabo de dar alguna indicación? Si la raza humana va a sobrevivir (y me parece que tiene una buena probabilidad de hacerlo así), pienso que será porque la experiencia de no confrontación se divulgará. La esperanza de la raza humana yace en esto y en caminos similares, modos paralelos de ver la verdad de la no confrontación. Me parece que hemos llegado a un momento en el cual el mito de la confrontación, después de un periodo de quizás un millón de años, ha llegado a ser tan contraproducente que amenaza nuestra misma supervivencia. Nuestra necesidad es descubrir que esto es un mito y empezar a vivir esa otra clase de vida, la vida de la no confrontación ― en la cual cada uno de nosotros está vaciado para los demás. Vería el futuro de mi trabajo como el señalar continuado a la verdad de la no confrontación y de su necesidad. Ves, pienso que si esto es verdad ―y lo es― cuidará de sí. Creo que ya está siendo incorporado en una especie de camino subterráneo, no de un modo demasiado obvio. No es algo que enganche a la gente. Es algo que trabaja a un nivel diferente y más profundo. De todas maneras, el hecho de que ya vivamos de esto es la gran garantía de su supervivencia. Es el modo en que estamos hechos. Esto no es un logro, es una realización ― la realización. La confrontación es un mito. Se puede confiar en que la verdad cuidará de sí. Por lo tanto no tengo preocupaciones sobre el futuro.