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Álamo

Lo natural... o no

Tal cual es, talidad o "trascendiendo la trascendencia".

Por Álamo 4 de julio de 2018
Ocean

Si hemos comprendido que las palabras son abstracciones conceptuales que, convenidas socialmente, indican o apuntan a supuestas formas o fenómenos diferentes entre sí, entonces las podremos usar de manera saludable, para efectos prácticos y de interacción eficiente en este entorno que llamamos mundo humano, físico, etc.

Pero ya no creeremos más en tales conceptos ―ni en las "cosas" a las que apuntan― como siendo absolutamente reales, lo cual gereraba en nosotros el apego o enganche psicoemocional que resulta en sufrimiento, tanto por avidez como por aversión.

De hecho, somos conscientes de que aquellas cosas que considerábamos reales son meros fenómenos o apariencias que surgen y desaparecen en lo que llamamos espacio-tiempo, mutando constantemente durante su relativa existencia.

Debe haber entonces, y hay ―necesariamente― una Realidad absoluta e indiferenciada (aparente en todas las formas sin ser ninguna en exclusiva) que se manifiesta espontáneamente en todas estas formas o fenómenos (incluyendo los conceptuales), todos ellos facetas o aspectos de la apariencia de dicha Realidad absoluta, que también es llamada Ser.

Vemos así que las formas y los conceptos carecen de naturaleza intrínseca, existencia inherente o realidad propia e independiente, aparte del Ser absoluto del cual son mera manifestación transitoria.

Viendo en lo aparente la íntima Realidad manifiesta

Tales fenómenos son, pues, como las incesantes, cambiantes y diversas olas que surgen y se desvanecen en el océano, es decir, el agua marina, que es lo único que hay ahí, ya se trate de olas, ondulaciones, remolinos o espuma. Tal agua marina ―manifiesta en forma de olas y demás― sería el Ser (Realidad absoluta) en esta analogía (siempre pertinente para facilitar la comprensión de estas cuestiones esenciales).

De modo que, al igual que las olas, los fenómenos de todo tipo (formas, conceptos o energías) carecen de realidad absoluta, siendo solamente facetas de la apariencia de aquello indiferenciado (Realidad, Ser, Verdad) que siempre es (por tanto, eterno) y que, por ello, es lo único que en verdad hay (absoluto).

En este sentido, es fácil comprender que no existe tal cosa como la ignorancia, en oposición a otra supuesta cosa llamada sabiduría. Si la Realidad es una, si el Ser (lo que siempre es) o la Vida es una, entonces toda distinción es figurada, toda diferenciación formal o conceptual no es más que una de las incontables facetas o aspectos del Ser indiferenciado, absoluto.

De considerar como reales las distinciones conceptuales tales como sabiduría o ignorancia, se podría aducir que, debido a la supuesta asunción de distinciones conceptuales, las cuatro nobles verdades del Budismo ―por ejemplo― fuesen una concesión a la ignorancia, dirigidas para aquellos aparentes individuos comunes que ―asumiéndose a sí mismos como sujetos separados y absolutamente reales― residen en el estado de ignorancia de la/su/nuestra Realidad.

En tal sentido, incluso decir que existiese una sola noble Verdad ―la Verdad, la Realidad, el Ser― seguiría siendo una concesión a la ignorancia, pues se trata de nuevo de otra formulación conceptual, polar, separativa, dualista, egoica. Otro "dedo" que apunta a la "luna". Uno muy limpio y bonito, sí, pero otro dedo y no "la cosa en sí" (recordemos aquello de "el mapa no es el territorio"; o bien, dicho de uno modo más castizo, "madre no hay más que una y a ti te encontré en la calle").

No obstante, todo eso es también el Ser manifiesto en cada una de esas facetas aparentes. Y cada avatar, en este espontáneo y perfecto devenir virtual que es el Ser manifiesto, se adscribirá o no a cualquier creencia, escuela o tradición dada.

Así como cualquier aparente persona desarrollará su función dentro del orden total de este Sistema de sistemas que podríamos llamar Multiverso, el cual, de nuevo, no es más que el Ser manifiesto, la Perfección manifiesta. Entonces, ¿alguna objeción a la Perfección? Pues, naturalmente, las habrá o no, dependiendo del programa o esquema de creencias de cada aparente individuo o biomecanismo cuerpo-mente humano.

Al hilo de esto, bien podríamos decir que el ser humano tiene el mismo libre albedrío que una lavadora, sin que esto implicase la esclavitud de tal ser humano, a menos que admitiéramos que aquel electrodoméstico o máquina (la lavadora) es una esclava. ¿Me dejo entender?

La ausencia de un polo (la "libertad" en este caso) implica necesariamente la ausencia del otro (la servidumbre), así como no puede haber respiración sin inspiración o exhalación, por ejemplo. Y hemos visto ya que, no existiendo realmente separación o distinción alguna en la Realidad indiferenciada, la existencia absoluta de polos opuestos cae por su propio peso. Así como, obviamente, la existencia absoluta de aquello que llamamos persona o ser humano.

Sólo el Ser manifiesto, en la forma humana de quien sigue creyendo ser un sujeto separado con existencia propia, puede virtualmente juzgarse libre o esclavo, al igual que puede juzgar (y asumir) el enfoque de este texto como verdadero o falso, fundamentalista o nihilista, etc. Y asimismo cualquiera es muy libre de considerarse un ferviente purista del advaita y continuar aferrado (y atado) a sus propios juicios (o sentencias), tan parciales, polares y... dualistas.

Tales juicios y asunciones, producto de la identificación con los procesos propios de la actividad polar conceptual del intelecto analítico-discursivo, comienzan a remitir y se disuelven al paso que se comprende y asume nuestra naturaleza real, genuina, incondicionada, no dual.

Todo entonces son expresiones temporarias y variables de la única Verdad-Realidad. Y puesto que sólo hay la Verdad o Ser absoluto, no cabe distinción entre Realidad y apariencia o entre Esencia y sustancia, por citar sólo dos ejemplos de pares de opuestos polares. Siempre se trata de lo mismo, de "lo que siempre es", de lo absoluto.

Dejando atrás el paradigma dualista

A efectos prácticos, en materia lingüística y cognitiva, sería interesante y útil entonces fundir los aparentes polos de cada pareja de opuestos en un símbolo o vocablo que, no obstante tan relativo como cualquier otro, pudiese indicar o apuntar más inequívoca y precisamente a lo no-dual, evitando así la confusión dualista-separativa, al menos a nivel de raciocinio.

De este modo, creando nuevos términos, si unimos realidad y apariencia tenemos realiencia. Sintetizando esencia y sustancia tenemos esancia. Sabiduría e ignorancia quedan reducidos a sabidancia, así como fusionando unidad y multiplicidad obtenemos unicidad (nótese que este término ya existe en nuestra lengua). Finalmente, en vez de absoluto y relativo tenemos absotivo.

Así se terminaría en cierto modo, conceptualmente, con toda oposición o separación, así como con toda unidad o totalidad, por supuesto (si hemos entendido bien el alcance de esta dinámica). Pues todos ellos son conceptos, incluyendo estos nuevos (nuejos?, de la síntesis de nuevos-viejos) que hemos sugerido.

Comprender, asumir y sentir ―al nivel que sea― el Ser indiferenciado que soymos, tiene como una de sus implicaciones fundamentales el mirar las cosas tal cual son (en su talidad), sin aditivos personales o culturales, es decir, sin atribución de imágenes, prejuicios o etiquetas conceptuales, todas relativas, parciales, subjetivas.

Se trata, en cambio, de estar presente, no "estar en la mente" sino vivir desde el corazón, aquí y ahora; pues siempre es ahora. Y es ahora cuando puedes estar en paz, contento, feliz. No "ayer" o "mañana". Ayer se fue, mañana nunca llega. Sólo tienes el momento presente, continuamente.

Si está de ser, por la Gracia, para un avatar (cuerpo-mente) dado, la ampliación progresiva de conciencia (consustancial a la experimentación) llevará a un estado natural de serenidad, de paz incondicionada, donde a través del avatar el Ser se reconoce a Sí mismo. Es decir, el Ser se experimenta y se hace consciente de Sí a través de una de las facetas humanas de su manifestación o apariencia fenoménica multiversal.

De este modo, el Ser manifiesto en forma humana puede comprender que, puesto que solo hay el propio Ser (la Realidad, la Verdad) y no hay nada ni nadie aparte, todo temor o amenaza carecen de existencia o fundamento reales-absolutos. De ahí que añorar o recordar el pasado con tristeza o dolor, así como anticipar el futuro con ansia o preocupación es como llorar o afligirse por un sueño. Pues, en realidad, solo hay la paz, plenitud y perfección del Ser absoluto indiferenciado (la Realidad absoluta que soymos), ya sea que se manifieste de una forma u otra.

Ni qué decir tiene que, ya terminando este artículo, todo lo dicho aquí no tiene ni más ni menos realiencia que cualquier otra cosa, ni posee mayor o menor esancia que nada, al igual que sucede respecto a su ―así llamado― autor en materia de sabidancia, quedando todo librado en la insondable superficialidad de lo absotivo.

Álamo