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Artículos - J. Krishnamurti

La verdad siempre es nueva

Por J. Krishnamurti
J. Krishnamurti

Sólo una mente en silencio puede ver la verdad, no una mente que se esfuerza por verla. Señor, si se esfuerza en escuchar lo que estoy diciendo, ¿está escuchando? Tan sólo cuando está inactivo, cuando está realmente en silencio, puede comprender. Si observa con atención, si escucha desde la quietud, entonces escuchará, pero si lucha para captar todo lo que se dice, entonces su energía se disipará en el esfuerzo, en la lucha. De modo que no es posible descubrir la verdad a través del esfuerzo, no importa quien lo diga, ya sean los libros antiguos, los antiguos santos o los modernos. El esfuerzo niega la comprensión, y sólo una mente en silencio, una mente sencilla, una mente pasiva que no está empujada por sus propios esfuerzos, sólo esa mente puede comprender y descubrir la verdad.

La verdad no está lejos, no existe ningún camino hacia ella, ni su camino ni mi camino, no existe un camino devocional, no existe un camino de conocimiento o de acción, porque la verdad no tiene camino. En el momento en que uno tiene un camino hacia la verdad, clasifica la verdad porque ese camino es exclusivo, y todo lo que empieza siendo exclusivo termina en la exclusividad. El hombre que sigue un camino nunca conocerá la verdad porque vive en la exclusividad, sus medios son excluyentes, y los medios son el fin, los medios y el fin no están separados; si los medios son excluyentes, el fin también lo es.

Así, pues, no existen caminos hacia la verdad ni tampoco existen dos verdades. La verdad no pertenece al pasado ni al presente, es intemporal. El hombre que cita la verdad de Buda, de Shankara, de Cristo, o simplemente repite lo que digo, no encontrará la verdad porque la repetición no es la verdad, la repetición es mentira. La verdad es un estado de ser que surge cuando la mente, que trata de dividir, de excluir, que sólo es capaz de pensar en términos de resultados, de logros, deja de intervenir, únicamente entonces la verdad existe. La mente que se esfuerza, que se autodisciplina para alcanzar una meta, no puede conocer la verdad porque esa meta es su propia proyección, y perseguir esa proyección, por más noble que sea, es una forma de culto a sí misma. Una mente que se rinde culto a sí misma no puede conocer la verdad.

La verdad sólo puede conocerse cuando uno comprende el proceso completo de la mente, es decir, cuando no hay conflicto. La verdad es un hecho, y el hecho sólo puede comprenderse cuando se han eliminado las diferentes interferencias entre el hecho y la mente. El hecho es la relación de uno con la propiedad, su esposa, los seres humanos, la naturaleza, las ideas, y mientras uno no comprenda el hecho de la relación, la búsqueda de Dios sólo incrementará la confusión porque es una sustitución, una forma de evasión y, por consiguiente, no tiene ningún valor.

Mientras uno domine a su esposa o su esposa le domine, mientras uno posea y sea poseído, nunca conocerá el amor; mientras uno reprima, sustituya o sea ambicioso, no podrá conocer la verdad. Pero negar la ambición no trae paz a la mente, ni la virtud es la negación del mal. La virtud es un estado de libertad, de orden, que el mal no puede alcanzar; comprender el mal es ser virtuoso. El hombre que construye iglesias o templos en nombre de Dios con el dinero que ha recaudado por medio de la explotación, del engaño, del repugnante y astuto juego, no conocerá la verdad; puede que tenga dulces palabras, pero su lengua tiene el sabor amargo de la explotación, el sabor del sufrimiento. Sólo conocerá la verdad aquel que no busca, que no lucha, que no trata de alcanzar un resultado. La mente en sí misma es un resultado y cualquier cosa que produzca sigue siendo un resultado, pero sólo el hombre que se siente en paz con "lo que es" conocerá la verdad. "Sentirse en paz" no significa que esté satisfecho con el statu quo, con mantener las cosas tal como están; estar en paz no es eso, es ver un hecho tal como es y estar libre de él. Eso es virtud.

La verdad no tiene continuidad, no tiene morada, sólo puede verse de momento a momento, siempre es nueva y, por tanto, intemporal. La verdad de ayer no es la verdad de hoy, la verdad de hoy no será la verdad de mañana; la verdad no tiene continuidad. La mente es la que quiere hacer que esa experiencia a la que llama verdad tenga continuidad, pero una mente así no puede conocer la verdad. La verdad siempre es nueva, la verdad es ver la misma sonrisa, la misma persona, y verlas como si fuera la primera vez, ver estas palmeras meciéndose como por primera vez. La verdad es contactar con la vida por primera vez.

La verdad no se puede conseguir por medio de libros, devoción o sacrificio, sólo se conoce cuando la mente es libre, cuando está en silencio; y esa libertad, esa quietud de la mente únicamente aflora cuando se comprenden los hechos en la relación. Sin comprender nuestras relaciones, hagamos lo que hagamos, la mente sólo creará más problemas. Pero cuando la mente está libre de todas sus proyecciones, existe un estado de quietud en el cual los problemas cesan, y sólo entonces se manifiesta lo intemporal, lo eterno. La verdad no es una cuestión de conocimiento, no es algo para ser recordado, no es algo que pueda repetirse, que pueda copiarse o divulgarse. La verdad es "aquello que es", no tiene nombre y, por tanto, la mente no puede alcanzarla.

Bombay, 5.a charla pública, 12 de marzo de 1950
Obras completas, tomo VI
 

Uno no puede investigar si no es libre

Una mente que quiere investigar lo que es la meditación, y empleo intencionadamente la palabra "investigar", debe echar estos cimientos, lo que viene de forma natural, espontáneamente, con facilidad y sin esfuerzo con el conocimiento propio. Por otro lado, es importante comprender qué es el conocimiento propio, el simple darse cuenta sin elección del "yo" que tiene su origen en un manojo de recuerdos. En un momento explicaré qué quiero decir por "darse cuenta", simplemente ser consciente sin interpretar y observar los movimientos de la mente.

Esa observación es imposible si uno se limita a acumular a través de la observación: qué hacer, qué no hacer, qué alcanzar, qué no alcanzar. Si uno hace eso, impide el proceso del movimiento activo de la mente como "yo"; se trata, pues, de observar y ver el hecho, lo real, "lo que es". Sin embargo, si uno afronta el hecho con una idea, una opinión, con el "debo" y "no debo", que son respuestas de la memoria, entonces el movimiento de "lo que es" queda obstaculizado, bloqueado y, por tanto, no es posible aprender.

Para observar el movimiento de la brisa en el árbol uno no debe hacer nada al respecto, porque la brisa sopla de forma brusca o con elegancia y belleza, y uno, el observador, no puede controlarla, no puede cambiarla, de nada sirve decir: La guardaré en mi mente, está ahí. Puede recordarla, pero si uno recuerda la brisa y la próxima vez que mire el árbol lo hace con el recuerdo de esa brisa, no podrá ver el movimiento natural que produce la brisa en ese árbol ahora, sino que tan sólo recordará el movimiento del pasado; por tanto, uno deja de aprender, simplemente añade más a lo que ya sabía; por eso el conocimiento, en cierto nivel, es un impedimento para avanzar.

Espero que esté claro, porque lo que vamos a investigar ahora requiere una mente totalmente clara, capaz de mirar, de ver, de escuchar, sin ningún movimiento de identificación.

De manera que en primer lugar uno debe tener claridad, no estar confundido, porque la claridad es básica. Por "claridad" me refiero a ver las cosas como son, ver "lo que es" sin ninguna opinión, ver el movimiento de su propia mente, observarlo muy de cerca, con minuciosidad, delicadeza, sin ningún propósito ni dirección. El simple observar requiere una claridad asombrosa; sin ella, no es posible observar. Cuando uno quiere observar cómo se mueve una hormiga, observar todos sus movimientos, si lo hace con los varios datos biológicos que tiene de la hormiga, ese conocimiento impedirá la observación. De modo que rápidamente uno empieza a darse cuenta cuando el conocimiento es necesario y cuando se convierte en un impedimento, y, entonces, deja de estar confundido.

La mente tiene claridad, es precisa, capaz de profundizar y razonar con plenitud en el estado de negación. La mayoría aceptamos las cosas con demasiada facilidad, somos terriblemente ingenuos porque buscamos comodidad, seguridad, esperanza, queremos que alguien nos salve: los maestros, los salvadores, los gurúes, los rishis, ¡ya conocen todo este desatino! Aceptamos todo eso de buena gana, con facilidad, y luego con la misma facilidad lo rechazamos, dependiendo de nuestro estado mental.

Por tanto, "claridad" es ver las cosas tal como son dentro de uno mismo, porque uno forma parte del mundo, uno es el movimiento del mundo, uno se expresa en la actividad externa dependiendo de su propia actividad interna, es como el flujo y reflujo de la marea. El mero concentrarse u observarse uno mismo separándose del mundo conduce al aislamiento y a toda clase de rarezas, neurosis, temor a la soledad, etc. Pero si uno observa y sigue el movimiento del mundo, fluye con él, igual que si viniera de su propio interior, entonces no hay división entre uno y el mundo; uno no es un individuo separado de la colectividad.

Debemos tener esa capacidad de observar, que a la vez es investigar, explorar, y observar, escuchar y darse cuenta. Estoy utilizando la palabra "observar" en ese sentido. El mismo acto de observar es el acto de investigar, y uno no puede investigar si no es libre. Por consiguiente, para investigar, para observar, debe haber claridad; investigar profundamente en uno mismo debe hacerse como si fuera la primera vez. En otras palabras, la investigación nunca puede buscar un resultado, nunca puede escalar posiciones, nunca puede decir: Ahora ya sé; no hay posiciones que escalar. No obstante, si uno ha estado escalando debe bajar inmediatamente para que la mente tenga realmente la sensibilidad para observar, mirar y escuchar.

Madrás, 6.a charla pública, 29 de enero de 1964
Obras completas, tomo XIV
Fuente: J. Krishnamurti. Darse cuenta (Gaia Ediciones, 2010)