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Artículos - Swami Vivekananda

Lo Absoluto y la Manifestación

Por Swami Vivekananda
Swami Vivekananda

La cuestión más difícil de comprender, al tratar de profundizar la filosofía Advaita y la cuestión que se plantearía una y otra vez y que siempre subsistirá, es ésta: ¿Cómo lo infinito, lo Absoluto, llegó a ser lo finito? Abordaré ahora esta cuestión, y para ilustrarla voy a utilizar un esquema.

He aquí lo Absoluto (a), y he aquí el universo (b). Lo Absoluto se ha vuelto el universo. Con la palabra Universo quiero significar, no solamente el mundo material sino también el mundo mental, el mundo espiritual, los cielos y las tierras y, de hecho, todo lo que existe. Mente es el nombre de una de las transformaciones; cuerpo es el nombre de otra, y así sucesivamente. Éstas son todas las transformaciones que componen el universo. El Absoluto (a), llegó a ser el Universo (b), pasando por el tiempo, el espacio y la causalidad (c). Esta es la idea central del Advaita. El tiempo, el espacio y la causalidad son como un cristal a través del cual se ve lo Absoluto; si se lo mira en la parte inferior, se presenta bajo la apariencia de universo. Por tanto, esto nos muestra inmediatamente que en lo Absoluto no hay ni tiempo, ni espacio, ni causalidad. La idea de tiempo no puede existir, puesto que allí no se encuentra mente ni pensamiento. La idea de espacio no puede ser, ya que allí no se produce modificación exterior; lo que se llama movimiento y causalidad no puede existir allí donde solamente hay lo Uno. Tenemos que comprender esto y grabarlo en nuestra mente: lo que llamamos causalidad comienza ―si está permitido expresarse así― después que lo Absoluto ha degenerado en lo fenoménico, y no antes; nuestro deseo, nuestra voluntad, etcétera, vienen siempre después.

(a) Lo Absoluto
(c)
Tiempo
Espacio
Causalidad
(b) El Universo

Creo a este respecto, que la filosofía de Schopenhauer comete un error en su interpretación del Vedanta, puesto que trata de establecer que la voluntad es todo, y la coloca en el lugar de lo Absoluto. Pero lo Absoluto no puede ser presentado bajo la forma de voluntad, ya que la voluntad es algo cambiante y fenoménico, y arriba de la línea trazada por encima del tiempo, el espacio y la causalidad, no hay cambio, no hay movimiento. Es solamente por debajo de dicha línea que comienza el movimiento exterior y el movimiento interior que se llama pensamiento. Más allá de ese límite no puede haber voluntad; por lo tanto, la voluntad no puede ser la causa del universo. Trayendo la cuestión más cerca, vemos en nuestro propio cuerpo, que la voluntad no puede ser la causa de cada movimiento. Yo muevo esta silla; mi voluntad es la causa de este movimiento, y esa voluntad se manifiesta por una acción muscular. Pero el mismo poder que hace mover la silla, hace mover también el corazón, los pulmones, etcétera; en este caso sin la intervención de la voluntad. Admitiendo que sea el mismo poder, no llega a ser voluntad hasta que se eleva al plano consciente; llamarlo voluntad antes de que sea alcanzado ese plano, es una designación incorrecta. Esto provoca cierta confusión en la filosofía de Schopenhauer.

Una piedra cae y preguntamos: ¿Por qué? la pregunta es sólo posible si suponemos que nada sucede sin una causa. Les pido que graben esto en sus mentes, pues todas las veces que nos preguntamos por qué se ha sucedido una cosa, admitimos que todo lo que sucede tiene un porqué, es decir, debe haber sido precedido por algo que ha actuado como causa. Este precedente y esta sucesión, forman lo que llamamos la ley de causalidad, según la cual, cada cosa en el universo es, sucesivamente, causa y efecto. Cada cosa es causa de otras que la siguen, y a su vez es el efecto de alguna otra que la ha precedido. Esto es lo que se llama ley de causalidad, que es un postulado necesario a todo nuestro pensamiento. Creemos que cualquier partícula del universo está en relación con cada una de las otras. Se ha discutido mucho sobre la forma en que apareció esta idea. En Europa han habido algunos filósofos intuitivos que creían que ella era inherente a la humanidad; otros creían que venía de la experiencia, pero la cuestión jamás ha sido resuelta. Veremos más adelante lo que al respecto nos dice el Vedanta; pero primero debemos comprender esto: por el hecho mismo de plantear la cuestión "por qué", presuponemos que cada cosa alrededor de nosotros ha sido precedida por ciertas otras, y será seguida por otras más.

La otra creencia implícita en esta cuestión es que nada en el universo es independiente; que cada cosa sufre la acción de alguna otra fuera de ella. La interdependencia es la ley de todo el universo. Pero cuando preguntamos qué es lo que ha causado lo Absoluto, ¡qué error cometemos! Para formular esta pregunta debemos suponer que también lo Absoluto depende de alguna cosa, que está limitado por algo, y al hacer esta suposición, bajamos lo Absoluto al nivel del universo. En lo Absoluto no hay tiempo, ni espacio, ni causalidad; es todo Uno. Lo que existe por sí solo no puede tener causa. Lo que es libre no puede tener causa; de otro modo, no sería libre sino limitado. Aquello en lo cual hay relatividad no puede ser libre. Así es como vemos que la pregunta que se hace de por qué lo Infinito ha llegado a ser finito, es una pregunta imposible porque se contradice a sí misma.

Si pasamos ahora de estas sutilezas a la lógica de nuestro plano común, al sentido común, podemos ver esto desde otro punto de vista, al buscar por qué lo Absoluto ha llegado a ser lo relativo. Suponiendo que conociéramos la respuesta, ¿lo Absoluto continuaría siendo lo Absoluto? Se habría vuelto lo relativo. En nuestra idea del sentido común, ¿Qué se entiende por conocimiento? Sólo es algo que ha sido limitado por nuestra mente, que conocemos, y cuando está más allá de nuestra mente, ya no es conocimiento. Por lo tanto, si lo Absoluto queda limitado por la mente, no es más lo Absoluto, se ha vuelto finito. Todo lo que está limitado por la mente se vuelve finito. En consecuencia, la expresión "conocer lo Absoluto" encierra también una contradicción. He aquí por qué la pregunta no ha recibido nunca respuesta; si hubiera recibido alguna, no habría ya un Absoluto. Un Dios que se conoce ya no es Dios; se ha vuelto finito como uno de nosotros. Dios no puede ser conocido. Él es siempre Lo Incognoscible.

Pero lo que nos dice el Advaita es que Dios es más que cognoscible. Ésta es una gran realidad que debemos aprender. No se vayan a casa con la idea de que Dios es incognoscible en el sentido que le dan los agnósticos. He aquí, por ejemplo, una silla, es conocida para nosotros. Pero lo que está más allá del éter, o si allí existe o no gente, es, tal vez, incognoscible. Pero Dios no es ni conocido ni incognoscible en este sentido. Es algo más elevado que lo conocido; esto es lo que se entiende cuando se dice que Dios es desconocido e incognoscible. La expresión no es empleada en el sentido por el cual se puede decir que ciertas cuestiones son desconocidas e incognoscibles. Dios es más que conocido. Esta silla es conocida, pero dios es aun mucho más que conocido, puesto que, necesariamente, es en Él, y por Él, que conocemos la silla. Él es el Testigo, el eterno Testigo de todo conocimiento. Sea lo que fuere la cosa que conozcamos, la conocemos en Él y por Él. Él es la Esencia de nuestro propio Ser. Él es la Esencia de este ego, este yo, y nada podemos saber, excepto en y por ese yo. Por lo tanto, ustedes tienen que conocer todo en Brahman y por Brahman. Para conocer la silla, deben conocerla en Dios y por Dios.

Por lo tanto, Dios está infinitamente más cerca de nosotros que la silla, pero infinitamente más alto. Ni conocido, ni desconocido, sino algo infinitamente más elevado. Él es el Ser de cada uno. "¿Quién viviría un segundo, quién respiraría un segundo en este Universo, si este Bendito no lo llenara?". Puesto que es en Él y por Él que respiramos, es en Él y por Él que existimos. No es que Él esté en alguna parte y haga circular mi sangre; lo que se quiere decir, es que Él es la Esencia de todo esto, el Alma de mi alma. No tienen ustedes la menor posibilidad de decir que Lo conocen; eso sería degradarlo. No pueden salir de ustedes mismos, y por ello, no pueden conocerlo a Él. El conocimiento es una objetivación. Por ejemplo; ustedes objetivan muchas cosas de la memoria; proyectan fuera de ustedes muchas cosas. Todos los recuerdos, todas las cosas que yo he visto y que conozco están en mi mente. Las imágenes, las impresiones de todas estas cosas están en mi mente, y cuanto trato de pensar en ellas, de comprenderlas, necesito ante todo proyectarlas afuera para conocerlas. No se puede hacer lo mismo con Dios, pues Él es la esencia de nuestras almas; no podemos proyectarlo fuera de nosotros.

He aquí uno de los pasajes más profundos del Vedanta: "Aquél que es la Esencia de tu Alma, Él es la Verdad. Él es el Ser, tú eres Eso, oh, Shvetaketu". Es esto lo que se entiende por "Tú eres Dios". No se Le puede describir de ninguna otra manera. Todos los ensayos que hacemos con palabras, llamándolo padre, hermano, o el amigo más querido, son intentos para objetivar a Dios, lo cual no puede hacerse. Él es el Eterno Sujeto de todo. Yo soy el sujeto de esta silla, yo veo la silla; del mismo modo Dios es el Eterno Sujeto de mi alma. ¿Cómo pueden objetivarlo a Él, que es la Esencia de su alma, la Realidad de todo? Por eso, quisiera repetirlo aún una vez más: Dios no es ni conocible ni incognoscible, sino algo infinitamente más elevado que lo uno y lo otro. Él es uno con nosotros; y lo que es uno con nosotros, como lo es nuestro propio ser, no es ni cognoscible ni incognoscible. No pueden conocer su propio ser; no pueden colocarlo fuera de ustedes mismos y hacer de él un objeto que pueden mirar, porque ustedes son eso y no puede separarse a sí mismos de él. Tampoco es incognoscible, porque ¿hay algo que conozcan mejor que a ustedes mismos? En realidad, es el centro de nuestro conocimiento. Exactamente en el mismo sentido, Dios no es incognoscible ni conocido; Él es infinitamente más elevado que lo uno y lo otro, porque Él es nuestro Yo real.

De este modo vemos, primero, que la pregunta: "¿Qué es lo que ha causado lo Absoluto?", lleva en sí una contradicción, y en segundo lugar, encontramos que la concepción de Dios en el Advaita es esta Unidad y que, en consecuencia, no podemos objetivarlo, pues vivimos y nos movemos siempre en él, lo sepamos o no. Todo lo que hacemos es siempre por medio de Él. Ahora la pregunta es: ¿Qué son el tiempo, el espacio y la causalidad? Advaita significa no-dualidad; no hay dos, sino uno. Sin embargo, hallamos aquí una proposición según la cual lo Absoluto se manifiesta como múltiple a través del velo del tiempo, del espacio y de la causalidad. Parece, entonces que hubiera dos: lo Absoluto y Maya (conjunto total de tiempo, espacio y causalidad). En apariencia esta dualidad es muy convincente, pero el advaitista responde que no se puede decir que hay dos, pues, para que haya dos habría de admitir dos existencias absolutas, independientes, que no han sido causadas. En primer lugar, no se puede decir que el tiempo, el espacio y la causalidad sean existencias independientes. La existencia del tiempo es enteramente dependiente; varía con todos los cambios de nuestra mente. A veces, en un sueño, uno se imagina haber vivido muchos años; en otros momentos, muchos meses parecen no durar más que un segundo. De modo que el tiempo depende completamente de nuestro estado mental. En segundo lugar, la idea de tiempo a veces desaparece por completo. Lo mismo sucede con el espacio. No podemos saber qué es el espacio. Y sin embargo, está allí, indefinible, y no puede existir separado de toda otra cosa. Lo mismo ocurre con la causalidad.

El único atributo peculiar que encontramos en el tiempo, el espacio y la causalidad, es que no pueden existir separadamente de otras cosas. Traten de concebir el espacio abstracto, sin color ni límites, ni relación alguna con lo que le rodea; no podrán hacerlo. Tendrán que concebirlo como un intervalo entre dos límites o entre tres objetos. Para existir, el espacio debe ser relacionado con algún objeto. De igual modo el tiempo. No pueden tener una concepción del tiempo abstracto; es necesario que tomen dos acontecimientos, uno que precede y otro que sigue, y los liguen por la noción de sucesión. El tiempo depende de dos acontecimientos, del mismo modo que el espacio debe ser relacionado con objetos exteriores. Y la idea de causalidad es inseparable del tiempo y del espacio. Lo que tienen de peculiar, es que no poseen existencia autónoma; ni siquiera tienen la existencia que tiene la silla o la pared. Son como sombras alrededor de todas las cosas, pero que no se pueden asir. No tienen existencia real y, sin embargo, no son inexistentes, pues a través de ellas es que todas las cosas se manifiestan como este universo. Vemos pues, primero, que esta combinación de tiempo, espacio y causalidad, no tiene ni existencia ni no-existencia; y en segundo lugar que, a veces, hasta desaparece.

Para dar una ilustración, tomemos una ola en el océano. La ola, ciertamente, no difiere del océano; sin embargo, sabemos que es una ola, y que como tal, no es la misma cosa que el océano. ¿Qué es lo que hace la diferencia? El nombre y la forma; es decir, la idea que está en la mente, y la forma. ¿Podemos pensar en una "forma de ola", como en algo separado del océano? Ciertamente no. La ola está siempre asociada con la idea de océano. Cuando la ola declina, la forma se desvanece instantáneamente; sin embargo, no era una ilusión. En tanto que la ola existió, su forma estaba allí, y estábamos obligados a verla. Esto es Maya.

Por lo tanto, todo este Universo es, por así decirlo, una forma particular; lo Absoluto es ese océano, mientras que ustedes y yo, los soles y las estrellas y todas las otras cosas son las múltiples olas de ese océano. ¿Y qué es lo que hace a las olas diferentes? Sólo la forma, y esta forma es tiempo, espacio y causalidad; todos dependen enteramente de la ola. En cuanto la ola desaparece, ellos se desvanecen. En cuanto el individuo abandona este Maya, ésta se desvanece para él y se vuelve libre. Todo el esfuerzo radica en desembarazarse de estas ligaduras del tiempo, espacio y causalidad, que son siempre obstáculos en nuestro sendero.

¿Cuál es la teoría de la evolución? ¿Cuáles son sus dos factores? Un poder potencial formidable que trata de manifestarse y circunstancias que lo contienen; un entorno que no le permite manifestarse. Es con el fin de luchar contra ese entorno, que el poder toma nuevos cuerpos una y otra vez. Una ameba, en la lucha, obtiene un nuevo cuerpo; salva algunos obstáculos, luego obtiene otro cuerpo, y así sigue hasta que llega a ser un hombre. Pues bien, si llevan esta idea hasta su conclusión lógica, verán que debe llegar un momento en que ese poder que se hallaba en la ameba y que ha evolucionado hasta encontrase en un hombre, habrá salvado todas las obstrucciones que la naturaleza puede oponerle y escapará, así, de su entorno. Esta idea expresada en metafísica tomará la siguiente forma: En toda acción hay dos elementos, uno de los cuales es sujeto y otro es objeto, y la única finalidad de la vida es que el sujeto se haga dueño del objeto. Por ejemplo, yo me siento desdichado porque un hombre me riñe. Mi lucha será fortalecerme suficientemente como para vencer el entorno, de modo que, aunque se me riña, yo no lo sienta. Así es como tratamos de vencer todo. ¿Qué se entiende por moralidad? Es hacer al sujeto fuerte, armonizándolo con lo Absoluto, a fin de que la naturaleza finita cese de tener control sobre nosotros. Una conclusión lógica de nuestra filosofía es que debe llegar un momento en que habremos conquistado todos los entornos, puesto que la naturaleza es finita.

He aquí otra cosa que es necesario aprender. ¿Cómo saben ustedes que la naturaleza es finita? Sólo podrán saberlo por medio de la metafísica. La naturaleza es lo infinito sometido a limitaciones, por consiguiente es finita. Entonces, debe llegar un momento en que habremos triunfado sobre todas esas limitaciones. ¿Y cómo podremos lograrlo? Ciertamente, no podremos triunfar sobre todo lo que compone nuestro medio objetivo; es imposible. El pequeño pez quiere escapar volando de sus enemigos que se hallan en el agua. ¿Cómo lo consigue? Desarrollando unas alas y volviéndose un pájaro. El pez no ha transformado ni el agua ni el aire; la transformación se ha efectuado en él mismo. El cambio es siempre subjetivo. En toda la evolución hallarán que la conquista sobre la naturaleza se obtiene por el cambio en el sujeto. Apliquen esto a la religión y a la moralidad, y encontrarán que la conquista del mal se opera por un cambio de lo subjetivo solamente. Así es como el sistema del Advaita adquiere toda su fuerza, en el lado subjetivo del hombre. Es insensato hablar del mal y de la miseria, pues ellos no tienen existencia exterior. Si soy inmune a toda cólera, jamás montaré en cólera. Si soy a prueba de todo odio; jamás sentiré odio.

He aquí, pues, cómo hay que proceder para realizar esta conquista: por medio de lo subjetivo, perfeccionando lo subjetivo. Puedo animarme a decir que la única religión que concuerda y aun iría un poco más allá de las investigaciones modernas, tanto en el campo físico como en el moral es el Advaita. Por eso tiene tanto atractivo para los científicos modernos. Ellos encuentran que las viejas teorías dualistas no son suficientes; no satisfacen sus exigencias. Un hombre no sólo debe tener fe, sino una fe intelectual también. En esta segunda mitad del siglo XIX, subsiste la idea de que toda religión que no sea la que se ha recibido en herencia, debe ser falsa, y esto nos demuestra que todavía nos aflige cierta debilidad; que debemos abandonar tales ideas. No quiero decir que el caso se presenta solamente en este país; se presenta en todos los países, y en ninguna parte más que en el mío. Jamás se ha dejado que el Advaita llegue al pueblo. Al principio, algunos monjes se apoderaron de él y lo llevaron a los bosques; y así fue que se llegó a llamarlo "Filosofía del Bosque". Por la gracia del Señor, vino el Buda y lo enseñó a las masas, y el pueblo entero se volvió budista. Mucho tiempo después, cuando los ateos y los agnósticos hubieron destruido de nuevo nuestro pueblo, se halló en el Advaita el único medio de salvar a la India del materialismo.

De este modo, el Advaita salvó dos veces a la India del materialismo. Antes de que viniera Buda, el materialismo se había expandido de una manera tremenda; era un tipo de materialismo de lo más horrible que pueda imaginarse; no como el de hoy día, sino mucho peor. En cierto sentido, yo soy materialista, porque creo que solamente existe lo Uno. Esto es lo que el materialista les pide que crean. Sólo que él llama materia a este Uno, y yo lo llamo Dios. Los materialistas admiten que de esta materia ha salido la esperanza, la religión y todo lo que es. Yo digo que todo ha salido de Brahman, de Dios. Pero el materialismo que se había expandido antes de Buda, era de esa especie grosera que enseña: "Coman, beban y estén alegres; no hay Dios; ni alma, ni cielo; la religión es sólo una invención de sacerdotes malvados". Enseñaba la moral de que, mientras se vive, se debe tratar de vivir feliz: "Coman, aun si les es necesario pedir prestado el dinero para comprar la comida, y no se preocupen por devolverlo". Era el antiguo materialismo, y esta especie de filosofía se expandió a tal punto, que aun hoy lleva el nombre de "filosofía popular". Buda sacó a la Luz el Vedanta, se lo dio al pueblo y salvó a la India.

Mil años después de su muerte, reinaba nuevamente un materialismo análogo. El vulgo, las masas, las diversas razas habían sido convertidas al budismo; pero las enseñanzas de Buda habían degenerado con el tiempo, ya que la mayor parte de la gente era muy ignorante. El budismo no predicó ningún Dios, ningún Soberano del Universo, así es que, poco a poco, las masas hicieron resurgir sus dioses, sus demonios, sus genios, y en la India el budismo se transformó en una extraordinaria mezcolanza. De nuevo el materialismo recuperó el primer plano, bajo la forma de libertinaje en las clases superiores y de superstición en las inferiores. Entonces, vino Shankaracharya, quien una vez más dio vida a la Filosofía Vedanta; él hizo de ella una filosofía racionalista. En los Upanishads, los argumentos suelen ser muy obscuros. Buda insistió en el aspecto moral de esta filosofía, y Shankaracharya sobre el aspecto intelectual. Elaboró, racionalizó y dio a los hombres el admirable sistema coherente del Advaita.

El materialismo predomina ahora en Europa. Pueden ustedes rogar por la salvación de los escépticos modernos, pero ellos no enmendarán; quieren razones. La salvación de Europa depende de una religión racionalista, y el Advaita ―la no-dualidad, la Unidad, la idea de Dios Impersonal― es la única religión que puede tener un asidero para la gente intelectual. El Advaita surge cuando la religión parece desaparecer, cuando la irreligión parece triunfar, y éste es el motivo por el cual actualmente comienza a tomar cuerpo en Europa y en América.

Quisiera agregar todavía una cosa a propósito de esta filosofía. En los antiguos Upanishads, encontramos una poesía sublime; sus autores eran poetas. Platón ha dicho que la inspiración llega al pueblo por la poesía; se diría que esos antiguos rishis, esos hombres que realizaron la Verdad, han sido elevados por encima de la humanidad para mostrar esas verdades mediante la poesía. Ellos jamás predicaban, jamás filosofaban, jamás escribían. La música salía de sus corazones. En Buda encontramos el gran corazón universal y la paciencia infinita, haciendo práctica a la religión y llevándola a cada puerta. En Shankaracharya, hallamos un poder intelectual inmenso que proyecta sobre todas las cosas el faro resplandeciente de la razón. Necesitamos, hoy, ese brillante sol de la inteligencia junto al corazón de Buda, a ese corazón maravilloso, de amor y de compasión infinitos. Esta unión nos dará la filosofía más elevada. La ciencia y la religión volverán a encontrarse y se tenderán la mano. La poesía la filosofía serán amigas. Ésa será la religión del porvenir; si podemos construirla, podremos estar seguros de que será para todos los tiempos y para todos los pueblos.

Ésa es la única forma en que será aceptable para la ciencia moderna, ya que ésta casi ha llegado a ella. Cuando el sabio científico enseña que todas las cosas son manifestaciones de una sola fuerza, ¿no les recuerda eso a Dios, del cual les hablan los Upanishads?: "Del mismo modo que el fuego, que es uno, se manifiesta bajo diversas formas cuando penetra en el Universo, así esa Alma, que es Una, se manifiesta en todas las almas y, sin embargo, es aun infinitamente más". ¿No ven qué orientación toma la ciencia? El pueblo hindú comenzó por medio del estudio de la mente; por la metafísica y la lógica; los pueblos europeos han partido de la naturaleza exterior, y ahora, ellos también llegan a los mismos resultados. Prosiguiendo nuestra búsqueda por la mente, llegamos al final a esta Unidad, a este Uno Universal, Alma Interior de todas las cosas, Esencia y Realidad de todas las cosas; al Siempre-Libre, al Siempre-Bienaventurado, al Siempre-Existente. Por la ciencia material llegamos a la misma Unidad. Hoy la ciencia nos dice: todas las cosas son manifestaciones de una energía que no es más que la suma total de todo lo que existe; y la humanidad tiende hacia la libertad, no hacia la esclavitud. ¿Por qué los hombres tienen que ser morales? Porque la moralidad es la senda que conduce a la libertad, y la inmoralidad a la esclavitud.

Otra particularidad del sistema Advaita es que desde su comienzo es no-destructivo. Tiene su otra gloria en la audacia de predicar: "No perturben la fe de nadie, ni la de aquéllos que por ignorancia se han aferrado a formas inferiores de culto". Es el Advaita el que nos enseña: "No provoquen trastornos; ayuden a cada uno a subir cada vez más alto; incluyan a toda la humanidad". Esta filosofía predica un Dios que es la suma total. Si buscan una religión universal que pueda aplicarse a todos, esa religión no deberá ser compuesta sólo de partes, sino que deberá ser siempre la suma total y deberá incluir todos los grados de desarrollo religioso.

Esta idea no se encuentra claramente expuesta en ningún otro sistema religioso. Todos ellos son partes que luchan por igual tratando de volverse el todo. La existencia de la parte no tiene otro objeto. Desde un principio, el Advaita no demostró ninguna hostilidad hacia las diversas sectas que existían en la India. Hoy en día hay dualistas; son la enorme mayoría de los hindúes, pues el dualismo ejerce natural atracción sobre las mentes menos educadas. Es una explicación del universo muy cómoda, natural y de sentido común. Pero el Advaita no busca querella con esos dualistas. Los dualistas piensan que dios está fuera del universo, en alguna parte del cielo, y los advaitistas piensan que Él es su propia Alma y que sería blasfemar verle como una cosa más distante. Toda idea de separación les sería terrible. Para ellos, Él es lo más íntimo. No hay palabra en ninguna lengua para expresar esta proximidad, salvo la palabra Unidad. Ninguna otra idea satisface al advaitista al igual que el dualista está horrorizado con el concepto del Advaita, y piensa que es blasfemo. Al mismo tiempo el advaitista sabe que esas otras ideas deben existir, y por eso no se querella con el dualista que está en el buen camino; según él, el dualista deberá ver la multiplicidad. Es una necesidad inherente a su posición. Dejémosle que así sea.

El advaitista sabe que el dualista, cualesquiera que puedan ser sus teorías, va hacia la misma meta que él. En esto difiera completamente del dualista, que está obligado, por su concepción, a pensar que todas las otras opiniones son falsas. Los dualistas en el mundo entero creen naturalmente en un Dios Personal, que es netamente antropomorfo; que al igual que un gran potentado de este mundo, está contento con algunos y descontentos con otros. Está arbitrariamente contento con ciertas razas o pueblos, y hace llover bendiciones sobre ellos. El dualista llega naturalmente a la conclusión de que Dios tiene sus favoritos, y espera ser uno de ellos. En casi toda religión hallarán esta idea: "Nosotros somos los favoritos de Dios, y sólo creyendo lo que nosotros creemos podrán conquistar Su gracia". Algunos dualistas tienen tal estrechez mental, que sostienen que sólo se salvan los que han sido predestinados a la gracia de Dios; los demás pueden intentar todo lo que quieran, jamás serán elegidos.

Les desafío a que me muestren una religión dualista que no sea excluyente en mayor o menor grado. Consecuentemente, por la naturaleza de las cosas, las religiones dualistas están obligadas a querellarse y a combatirse, y esto es lo que siempre han hecho. Esos dualistas obtienen así el favor popular, pues hacen un llamado a la vanidad de las personas sin educación. Éstas gustan sentir que gozan de privilegios exclusivos. El dualista piensa que no se puede ser moral sino se tiene un Dios que, vara en mano, está pronto a castigar. Las masas irreflexivas son generalmente dualistas, y esos desdichados son perseguidos en todos los países durante miles de años; su idea de la salvación es, en consecuencia, ser liberados del temor al castigo.

Un pastor, en América, me preguntaba: "¡Cómo! ¿No tienen diablo en su religión? ¿Cómo es posible?". Sin embargo, encontramos que los hombres mejores y más grandes que hayan vivido en el mundo, han trabajado con esa elevada idea impersonal. Aquél Hombre, cuyo poder ha descendido sobre millones, fue quien dijo: "Yo y mi Padre somos Uno". Durante millares de años su poder ha obrado para el bien. Sabemos que el mismo Hombre, que era no-dualista, era compasivo con los demás. A las masas, que no podían concebir nada más elevado que un Dios Personal, les decía: "Rueguen a su Padre que está en los cielos". A otros que podían comprender una idea más elevada, les decía: "Yo soy la vid, y ustedes son las ramas". Pero a los discípulos, a quienes Él se revelaba más plenamente, proclama la verdad más alta: "Yo y mi Padre somos Uno.

Fue el gran Buda ―aunque jamás se preocupó por los dioses dualistas, y ha sido tildado de ateo y materialista― quien, sin embargo, estaba pronto para dar su cuerpo por una pobre cabra. Las ideas morales más elevadas que un pueblo pueda tener, fueron esparcidas y puestas en movimiento por este Hombre. Por doquier exista un código moral, es un rayo de luz que ha venido de este Hombre. No podemos constreñir los grandes corazones del mundo en límites estrechos y mantenerlos allí, sobre todo en esta época de la historia de la humanidad; en este momento en que hemos alcanzado un grado de desarrollo intelectual que nunca se habría soñado hace apenas un siglo; en este momento en que se ha levantado una ola de conocimientos científicos tal que nadie hubiera imaginado hace cincuenta años. Tratando de comprimir a la gente en límites estrechos, se la degrada hasta la animalidad y se la convierte en masas irreflexivas; se mata su vida moral. Lo que nos hace falta hoy día es combinar el corazón más grande con la intelectualidad más elevada; el amor infinito con el conocimiento infinito.

El vedantista no da a Dios otros atributos sino estos tres: Él es Existencia Infinita, Conocimiento Infinito y Dicha Infinita, y considera a estos tres como Uno. La existencia sin el conocimiento ni el amor no podrá ser; el conocimiento sin el amor, y el amor sin el conocimiento no podrían existir. Lo que necesitamos es la armonía de la Existencia, Conocimiento y Dicha Infinitos (1). Porqué ésta es nuestra meta. Necesitamos armonía y no desarrollo unilateral. Y es posible tener la inteligencia de un Sankara con el corazón de un Buda. Tengo la esperanza de que todos nosotros lucharemos por lograr esta bendita combinación.

( De una conferencia pronunciada en Londres, en 1896 )
Notas:
  1. Sat-Chit-Ananda, concepto que también puede expresarse por: Existencia-Conciencia­-Dicha Absolutos.
Fuente: Swami Vivekananda - Jnana Yoga (Cap. VI)